Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la “Banalización de la sexualidad”
Miércoles, 22 dic (RV).- Ayer se publicó la Nota de la Congregación para la Doctrina
de la Fe sobre la “Banalización de la sexualidad” a propósito de algunas lecturas
de “Luz del Mundo” entrevista con Benedicto XVI. La nota presenta aclaraciones a las
interpretaciones expresadas por los medios de comunicación sobre las palabras del
Santo Padre en dicho libro-entrevista.
Dicha nota de la Congregación para
la Doctrina de la Fe no contiene novedades doctrinales ni pastorales sino que, más
bien, trata de arrojar luz en medio del “caos mediático” surgido en las últimas semanas,
y dar respuesta a las preguntas formuladas en este contexto. A continuación damos
lectura a este comunicado:
Con ocasión de la publicación del libro-entrevista
de Benedicto XVI, Luz del mundo, se han difundido diversas interpretaciones incorrectas,
que han creado confusión sobre la postura de la Iglesia Católica acerca de algunas
cuestiones de moral sexual. El pensamiento del Papa se ha instrumentalizado frecuentemente
con fines e intereses ajenos al sentido de sus palabras, que resulta evidente si se
leen por entero los capítulos en donde se trata de la sexualidad humana. El interés
del Santo Padre es claro: reencontrar la grandeza del plan de Dios sobre la sexualidad,
evitando su banalización, hoy tan extendida.
Algunas interpretaciones, prosigue
la nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe Sobre la banalización de la sexualidad
a propósito de algunas lecturas de “Luz del mundo”, han presentado las palabras del
Papa como afirmaciones contrarias a la tradición moral de la Iglesia, hipótesis que
algunos han acogido como un cambio positivo y otros han recibido con preocupación,
como si se tratara de una ruptura con la doctrina sobre la anticoncepción y la actitud
de la Iglesia en la lucha contra el sida. En realidad, las palabras del Papa, que
se refieren de modo particular a un comportamiento gravemente desordenado como el
de la prostitución, no modifican ni la doctrina moral ni la praxis pastoral de la
Iglesia.
Como se desprende de la lectura del texto en cuestión, el Santo Padre
no habla de la moral conyugal, ni tampoco de la norma moral sobre la anticoncepción.
Dicha norma, tradicional en la Iglesia, fue reafirmada con términos muy precisos por
Pablo VI en el n. 14 de la encíclica Humanae vitae, cuando escribió que «queda además
excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o
en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio,
hacer imposible la procreación». Pensar que de las palabras de Benedicto XVI se pueda
deducir que en algunos casos es legítimo recurrir al uso del preservativo para evitar
embarazos no deseados es totalmente arbitrario y no responde ni a sus palabras ni
a su pensamiento.
En este sentido, proseguimos en la lectura, el Papa propone
en cambio caminos que sean humana y éticamente viables, que los pastores han de potenciar
«más y mejor», es decir, caminos que respeten plenamente el nexo inseparable del significado
unitivo y procreador de cada acto conyugal, mediante el eventual recurso a métodos
de regulación natural de la fertilidad con vistas a la procreación responsable.
En
cuanto al texto en cuestión, el Santo Padre se refería al caso completamente diferente
de la prostitución, comportamiento que la doctrina cristiana ha considerado siempre
gravemente inmoral. Con relación a la prostitución, la recomendación de toda la tradición
cristiana –y no sólo de ella– se puede resumir en las palabras de san Pablo: «Huid
de la fornicación». Por tanto, hay que luchar contra la prostitución; y las organizaciones
asistenciales de la Iglesia, de la sociedad civil y del Estado han de trabajar para
librar a las personas que están involucradas en ella.
En este sentido, es necesario
poner de relieve que la situación que en muchas áreas del mundo se ha creado por la
actual difusión del sida, ha hecho que el problema de la prostitución sea aún más
dramático. Quien es consciente de estar infectado con el VIH y que por tanto puede
contagiar a otros, además del pecado grave contra el sexto mandamiento comete uno
contra el quinto, porque conscientemente pone en serio peligro la vida de otra persona,
con repercusiones también para la salud pública.
A este respecto, prosigue
la nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe Sobre la banalización de la
sexualidad, a propósito de algunas lecturas de “Luz del mundo”, el Santo Padre afirma
claramente que los profilácticos no son «una solución real y moral» del problema del
sida, y también que la «mera fijación en el preservativo significa una banalización
de la sexualidad», porque no se quiere afrontar el extravío humano que está en el
origen de la transmisión de la pandemia. Por otra parte, es innegable que quien recurre
al profiláctico para disminuir el peligro para la vida de otra persona, intenta reducir
el mal vinculado a su conducta errónea.
En este sentido, el Santo Padre pone
de relieve que recurrir al profiláctico con «la intención de reducir el peligro de
contagio, es un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida en forma diferente,
hacia una sexualidad más humana». Se trata de una observación completamente compatible
con la otra afirmación del Santo Padre: «Ésta no es la auténtica modalidad para abordar
el mal de la infección con el VIH».
Algunos han interpretado las palabras de
Benedicto XVI valiéndose de la teoría del llamado “mal menor”. Esta teoría, sin embargo,
es susceptible de interpretaciones desviadas de tipo proporcionalista. No es lícito
querer una acción que es mala por su objeto, aunque se trate de un mal menor. El Santo
Padre no ha dicho, como alguno ha sostenido, que la prostitución con el recurso al
profiláctico pueda ser una opción lícita en cuanto mal menor. La Iglesia enseña que
la prostitución es inmoral y hay que luchar contra ella. Sin embargo, si alguien,
practicando la prostitución y estando además infectado por el VIH, se esfuerza por
disminuir el peligro de contagio, a través incluso del uso del profiláctico, esto
puede constituir un primer paso en el respeto de la vida de los demás, si bien el
mal de la prostitución siga conservando toda su gravedad. Dichas apreciaciones concuerdan
con lo que la tradición teológico moral ha sostenido también en el pasado.
En
conclusión, los miembros y las instituciones de la Iglesia Católica deben saber que
en la lucha contra el sida hay que estar cerca de las personas, curando a los enfermos
y formando a todos para que puedan vivir la abstinencia antes del matrimonio y la
fidelidad dentro del pacto conyugal. En este sentido, hay que denunciar también aquellos
comportamientos que banalizan la sexualidad, porque, como dice el Papa, representan
precisamente la peligrosa razón por la que muchos ya no ven en la sexualidad una expresión
de su amor. «Por eso la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte
de la lucha para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda desplegar su
acción positiva en la totalidad de la condición humana», concluye la nota de la Congregación
para la Doctrina de la Fe, sobre la banalización de la sexualidad, hecha pública con
fecha de ayer.