España: el cardenal Rouco preside la vigilia de la Inmaculada en la Almudena
Miércoles, 8 dic (RV).- En el misterio de la Inmaculada Concepción se descubre la
vocación para con la vida, que necesita del matrimonio y de la familia como su lugar
natural e irrenunciable, recordó anoche el arzobispo de Madrid y presidente de la
Conferencia Episcopal Española, cardenal Antonio María Rouco Varela, presidiendo,
en la Catedral de Santa María La Real de la Almudena, la solemne Vigilia de la Inmaculada.
En su homilía, el purpurado invitó a que - 250 años después de su proclamación como
Patrona de España y en camino de la próxima Natividad del Señor – todos alcen de nuevo
su mirada agradecida a Ella, nuestra Madre y Señora, confiándole a la Iglesia, al
pueblo y a toda la nación española.
«Una mirada que sea expresión sincera
de un decidido propósito de renovación de nuestra vida de oración, de penitencia y
de amor cristiano», señaló el cardenal Rouco, recordando que la «recomendación de
rezar “el Santo Rosario”, hecha a la vidente de Lourdes, cuatro años después de la
definición dogmática de su Inmaculada Concepción, sigue y resuena más actual y más
urgentemente que nunca».
«Su intercesión es omnipotente», enfatizó el arzobispo
de Madrid, que concluyó su homilía afirmando que «nuestro compromiso apostólico con
las nuevas generaciones y nuestro empeño comprometido generosamente en el servicio
al bien común del que dependen tantos hermanos nuestros –sin trabajo, en no pocas
ocasiones con sus familias rotas, solos y abandonados…–, no admite demora alguna.
Se lo debemos ¡Ella, la Inmaculada, Virgen de La Almudena, no nos fallará!»
Recordando
que después de la gran e inolvidable celebración eucarística de la canonización de
cinco santos españoles del siglo XX, en la Plaza de Colón, en Madrid, el Siervo de
Dios Juan Pablo II se despidió «con aquel emocionado y conmovedor: “¡Hasta siempre
España! ¡Hasta siempre, tierra de María!”», el cardenal Rouco subrayó que en este
año 2010, a la vista de la gran Jornada Mundial de la Juventud de agosto del próximo
Año 2011, que presidirá Benedicto XVI en Madrid, «la celebración de la fiesta de la
Inmaculada nos invita a entrar en una renovada comprensión del gran don y del consiguiente
reto que se nos presenta en este misterio del amor infinitamente misericordioso de
Dios Padre».
Pues, precisamente «en esa fe en el Dios de indecible misericordia,
Creador y Salvador del hombre, se contiene una visión del mundo y de la historia,
liberada del pecado y de la muerte, de la que surge una propuesta exigente de vida
a la luz de la Ley y de la Gracia de Dios, que ha de ser asumida diligentemente por
los hijos de Dios con la fuerza liberadora de esa gracia que sana su libertad y la
capacita para el amor más grande», reiteró el arzobispo de Madrid, haciendo hincapié
en la «libertad, “liberada”; comprensiblemente no compartida e, incluso, rechazada
por un mundo que solo piensa en “el amor a sí mismo”». Cuya prueba fehaciente son
«el relativismo ético y la pérdida de la conciencia del bien común en la vida personal
y profesional, en los ámbitos de las actividades privadas y en el contexto de la acción
pública».
«Con el “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”,
María se entregaba sin reservase nada para ella a los designios amorosos de Dios:
a su plan de salvación del hombre», recordó también el cardenal Rouco, preguntando
después «¿Cómo no recurrir a ese modelo y a esa intercesora en el momento presente
de nuestra patria, de España, cuando la necesidad de una ética del bien común es tan
patente?»
«Que el servicio prioritario y consecuente al bien común sea el
que oriente y guíe el comportamiento de las personas, los grupos sociales, las instancias
públicas y los responsables del justo, solidario y pacífico funcionamiento de la sociedad,
resulta, como lo demuestran los acontecimientos más recientes, cada vez más urgente»,
advirtió el arzobispo de Madrid, poniendo en guardia también contra la tentación de
confundir pluralismo social, cultural, económico y político con “egoísmo”.