Benedicto XVI considera primordial que las nuevas generaciones se convenzan de que
los conflictos no se resuelven con la fuerza, sino robusteciendo el Estado de derecho
y la independencia y eficacia de los tribunales de justicia
Viernes, 3 dic (RV).- Benedicto XVI ha recibido en el palacio Apostólico las cartas
credenciales del nuevo embajador de Costa Rica ante la Santa Sede, Fernando Sánchez
Campos. En su discurso el Papa ha aludido en primer lugar a la conmemoración, el pasado
día 2 de agosto, de los 375 años del hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de los
Ángeles, su celestial Patrona. “Un Año Jubilar que producirá abundantes frutos de
vida cristiana, siendo también una oportunidad singular para agradecer a la Virgen
los favores recibidos y elevar una súplica por todas las necesidades de ese noble
país, en un clima de auténtica fraternidad y de próvida solidaridad”.
“Los
hijos de Vuestra Patria -ha afirmado el Papa- saben bien que, en Cristo, el hombre
puede encontrar siempre la fuerza para luchar contra la pobreza, la violencia doméstica,
el desempleo y la corrupción, procurando la justicia social, el bien común y el progreso
integral de las personas”. El Pontífice ha subrayado asimismo que en este contexto,
“la Autoridad pública ha de ser la primera en buscar lo que a todos beneficia, obrando
principalmente como una fuerza moral que potencie la libertad y el sentido de responsabilidad
de cada uno. Y todo esto, sin menoscabar los valores fundamentales que vertebran la
inviolable dignidad de la persona, comenzando por la firme salvaguarda de la vida
humana”. En este ámbito, ha señalado el Pontífice “es deseable que Costa Rica no
viole los derechos del nasciturus con leyes que legitimen la fecundación in vitro
y el aborto”.
Tras recordar que estos días ha rezado, con motivo de las dolorosas
consecuencias que han causado las lluvias torrenciales que han afectado al país, Benedicto
XVI ha dicho que “es importante que los que están al frente de sus destinos no vacilen
en rechazar con firmeza la impunidad, la delincuencia juvenil, el trabajo infantil,
la injusticia y el narcotráfico, impulsando medidas tan importantes como la seguridad
ciudadana, una adecuada formación de niños y jóvenes, la debida atención a los encarcelados,
la eficaz asistencia sanitaria a todos, en particular a los más menesterosos y a los
ancianos, así como los programas que lleven a la población a alcanzar una vivienda
digna y un empleo decente.
“Es primordial, además, -ha proseguido el Papa-
que las nuevas generaciones adquieran la convicción de que los conflictos no se vencen
con la mera fuerza, sino convirtiendo los corazones al bien y la verdad, acabando
con la miseria y el analfabetismo, robusteciendo el Estado de derecho y vigorizando
la independencia y eficacia de los tribunales de justicia”.
“Mucho contribuirá
a dilatar este horizonte –afirma el Santo Padre- el afianzamiento en la sociedad de
un pilar tan sustancial e irrenunciable como la estabilidad y unión de la familia,
institución que está sufriendo, quizás como ninguna otra, la acometida de las transformaciones
amplias y rápidas de la sociedad y de la cultura”.
El Papa exhorta a que no
se pierda la identidad genuina de la familia “pues está llamada a ser vivero de virtudes
humanas y cristianas, en donde los hijos aprendan de sus padres de forma natural a
respetarse y comprenderse, a madurar como personas, creyentes y ciudadanos ejemplares.
Por consiguiente, nada de cuanto favorezca, tutele y apoye la familia fundada en el
matrimonio entre un hombre y una mujer, será baldío”.
DISCURSO COMPLETO Señor
Embajador: 1. Al recibir de manos de Vuestra Excelencia las Cartas credenciales
como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Costa Rica ante la Santa Sede,
le agradezco vivamente sus deferentes palabras, así como el gentil saludo que me ha
transmitido de parte de la Señora Presidenta de la República, Doctora Laura Chinchilla
Miranda, al que correspondo complacido con los mejores deseos de que lleve a cabo
un fructífero servicio al frente de esa dilecta Nación, tan vinculada a la Sede Apostólica
por estrechas y cordiales relaciones, así como por la especial devoción de los costarricenses
al Sucesor de Pedro. 2. Vuestra presencia en este acto solemne,
Excelencia, aviva en mi corazón los sentimientos de afecto y benevolencia hacia el
amadísimo pueblo costarricense, que, el pasado día 2 de agosto, se llenó de regocijo
al conmemorar los 375 años del hallazgo de la venerada imagen de Nuestra Señora de
los Ángeles, su celestial Patrona. A la vez que me uno a su acción de gracias al Todopoderoso
en tan feliz circunstancia, no dudo que el Año Jubilar que se está celebrando producirá
abundantes frutos de vida cristiana, siendo también una oportunidad singular para
agradecer a la Virgen los favores recibidos y elevar una súplica por todas las necesidades
de ese noble País, que desea seguir recorriendo al amparo de la Madre de Dios los
caminos del mutuo entendimiento y la concordia, en un clima de auténtica fraternidad
y de próvida solidaridad. 3. No podría ser de otra manera en
Vuestra Patria, acreedora del particular interés de la Santa Sede, y en donde la belleza
se hace montaña y llanura, río y mar, brisa y viento que da ímpetu a un pueblo hospitalario
y orgulloso de sus tradiciones; un pueblo que hace siglos acogió la semilla evangélica
para ver cómo germinaba pujante en innumerables iniciativas educativas, sanitarias
y de promoción humana. De este modo, los hijos de Vuestra Patria saben bien que, en
Cristo, el Hijo de Dios, el hombre puede encontrar siempre la fuerza para luchar contra
la pobreza, la violencia doméstica, el desempleo y la corrupción, procurando la justicia
social, el bien común y el progreso integral de las personas. Nadie puede sentirse
al margen de la consecución de esas altas metas. En este contexto, la Autoridad pública
ha de ser la primera en buscar lo que a todos beneficia, obrando principalmente como
una fuerza moral que potencie la libertad y el sentido de responsabilidad de cada
uno. Y todo esto, sin menoscabar los valores fundamentales que vertebran la inviolable
dignidad de la persona, comenzando por la firme salvaguarda de la vida humana. En
este ámbito, me complace recordar que fue precisamente en Vuestro País donde se firmó
el Pacto de San José, en el que se reconoce expresamente el valor de la vida humana
desde su concepción. Así pues, es deseable que Costa Rica no viole los derechos del
nasciturus con leyes que legitimen la fecundación in vitro y el aborto. 4.
Recientemente, ha surgido el deseo de plasmar en un nuevo y solemne acuerdo jurídico
la larga trayectoria de mutua colaboración, sana independencia y respeto recíproco
entre la Santa Sede y Costa Rica, afianzando así aún más las proficuas relaciones
existentes entre la Iglesia y el Estado en Vuestra Patria. Concretar las materias
de interés común, fijando pormenorizadamente los derechos y obligaciones de las partes
signatarias, servirá para seguir garantizando de manera estable y más conforme a las
actuales circunstancias históricas su ya tradicional y fecundo entendimiento, con
miras al mayor bien de la vida religiosa y civil de la Nación y en beneficio de aquellas
personas objeto de los mismos desvelos. 5. Con ocasión de este
encuentro, quisiera asegurarle, Señor Embajador, que, en estos días, he tenido un
particular recuerdo en la oración por Costa Rica, con motivo de las dolorosas consecuencias
que han causado las lluvias torrenciales que han afectado al País. He pedido también
a Dios que Vuestra Patria no deje de roturar los caminos que la hacen ante la comunidad
internacional un referente de paz. Para ello, es importante que los que están al frente
de sus destinos no vacilen en rechazar con firmeza la impunidad, la delincuencia juvenil,
el trabajo infantil, la injusticia y el narcotráfico, impulsando medidas tan importantes
como la seguridad ciudadana, una adecuada formación de niños y jóvenes, la debida
atención a los encarcelados, la eficaz asistencia sanitaria a todos, en particular
a los más menesterosos y a los ancianos, así como los programas que lleven a la población
a alcanzar una vivienda digna y un empleo decente. Es primordial, además, que las
nuevas generaciones adquieran la convicción de que los conflictos no se vencen con
la mera fuerza, sino convirtiendo los corazones al bien y la verdad, acabando con
la miseria y el analfabetismo, robusteciendo el Estado de derecho y vigorizando la
independencia y eficacia de los tribunales de justicia. Mucho contribuirá a dilatar
este horizonte el afianzamiento en la sociedad de un pilar tan sustancial e irrenunciable
como la estabilidad y unión de la familia, institución que está sufriendo, quizás
como ninguna otra, la acometida de las transformaciones amplias y rápidas de la sociedad
y de la cultura, y que, sin embargo, no puede perder su identidad genuina, pues está
llamada a ser vivero de virtudes humanas y cristianas, en donde los hijos aprendan
de sus padres de forma natural a respetarse y comprenderse, a madurar como personas,
creyentes y ciudadanos ejemplares. Por consiguiente, nada de cuanto favorezca, tutele
y apoye la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer será baldío.
En este sentido, la Iglesia no se cansará de alentar especialmente a los jóvenes,
para que descubran la belleza y grandeza que entraña servir fiel y generosamente al
amor matrimonial y a la transmisión de la vida. 6. La defensa
de la paz se verá facilitada asimismo con el cuidado del entorno natural, pues son
realidades íntimamente relacionadas entre sí. A este respecto, Costa Rica, abanderada
de la amistad y el buen entendimiento entre las Naciones, se ha distinguido también
en la preservación del medio ambiente y la búsqueda de un equilibrio entre el desarrollo
humano y la conservación de los recursos. Esto conlleva la ponderación conjunta y
responsable de esta cuestión tan esencial, en aras de “esa alianza entre ser humano
y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos
y hacia el cual caminamos” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008, n. 7).
Con este objetivo, animo a todos los costarricenses a continuar desarrollando lo que
propicia un verdadero desarrollo humano, en armonía con la creación, evitando intereses
espurios y faltos de clarividencia en un tema de tanta trascendencia. 7.
Al concluir, quiero expresarle, Señor Embajador, mis mejores votos para la misión
que comienza hoy. Tenga la seguridad de que en su ejercicio siempre encontrará la
ayuda que precise de mis colaboradores. Con estos sentimientos, pongo bajo la mirada
de Nuestra Señora de los Ángeles, tan venerada en vuestra tierra y en toda Centroamérica,
a las Autoridades y al querido pueblo costarricense, suplicándole también que sostenga
con su amor materno a todos los hijos de Vuestra Patria, para que, apoyándose en su
rico patrimonio espiritual, puedan cooperar a una solidaridad cada vez mayor entre
las personas y entre los pueblos. Y como prenda de copiosos dones divinos, imparto
la Bendición apostólica a Vuestra Excelencia y su familia, así como al personal de
esa Misión Diplomática. Vaticano, 3 de diciembre de 2010. Discurso
del embajador de Costa Rica ante la Santa Sede, Fernando F. Sánchez Campos Santo
Padre: Tengo el honor de presentar a Su Santidad las Cartas
Credenciales que me acreditan como nuevo Embajador Extraordinario y Plenipotenciario
de Costa Rica ante la Santa Sede. Esta ocasión reviste un especial
significado para mi persona y para mi familia, pues, además de nuestra condición de
creyentes católicos, me hago portavoz, ante Su Santidad, de un sincero y filial saludo
del pueblo de Costa Rica y, en particular, de doña Laura Chinchilla Miranda, primera
mujer Presidenta de la República en la historia del país. La Señora Presidenta, a
la vez que me ha encomendado comunicarle su admiración, me ha pedido transmitirle
sus sinceros votos por Vuestro fructífero ministerio en la Iglesia Universal y Vuestro
incondicional servicio a la humanidad. Vengo de un país pequeño
en territorio, pero grande en espíritu; el cual, desde sus orígenes como nación se
atrevió a ser distinto. Hoy, Costa Rica es reconocida corno
la democracia más estable de América Latina gracias a que los próceres de la Patria,
inspirados por la centralidad y la prioridad de la persona humana sobre toda ideología,
fomentaron activamente en nuestro pueblo y en las instituciones sociales, principios
esenciales como el amor a la democracia, la promoción de los derechos humanos (incluyendo
la libertad religiosa), el fomento de la solidaridad social, el respeto por el medio
ambiente y, desde luego, la paz. Para ello, han sido fundamentales
los procesos de diálogo y mutuo respeto de ámbitos entre los gobiernos de turno y
los diversos actores sociales, entre ellos, la Iglesia Catòlica. Fiel a esta tradición,
y a una fructífera relación con la Santa Sede por más de siglo y medio (formalmente
desde 1850), el gobierno de nuestro país desea hoy reafirmar nuestros lazos de amistad,
comunicación y de mutua colaboración. Decisiones como la abolición
del ejército desde mediados del siglo pasado; la inversión decidida y sostenida de
casi la mitad del presupuesto nacional (47, 5% en e! 2010, según datos del Ministerio
de Hacienda) para fomentar obra social (especialmente en educación, salud, vivienda
y atención a los más necesitados); el reservar más de una cuarta parte del territorio
nacional para proteger el medio ambiente; además de contribuir, respetuosamente, a
fomentar la paz en nuestra región (esfuerzo, inclusive, reconocido con el Premio Nobel
de la Paz), son algunas muestras de políticas y acciones coherentes con nuestras raíces
cristianas. Nuestro éxito como país responde, en gran medida,
a la consagración de esfuerzos y recursos para hacer de la justicia social y el bien
común, los ejes centrales de nuestra vida en sociedad, y los principales "faros" que
iluminen los procesos de desarrollo integral en Costa Rica. Propiciar el mayor bienestar
para el mayor numero, objetivo medular de la política pública en Costa Rica durante
más de medio siglo, ha sido una manera efectiva de potenciar el amor al prójimo y,
por ende, el amor a Dios (Cf.: carta Enciclica Deus Caritas Est, n° 16). Sin
embargo, Santo Padre, Costa Rica no está desprovista de nuevos y urgentes retos. Si
bien hemos logrado mantener nuestros índices de pobreza controlados y a niveles más
que aceptables en términos continentales, reconocemos con humildad y sin conformismos
que es necesario trabajar más para garantizar, a todos por igual, condiciones de vida
más humanas. Es igualmente preocupante la actual ola de violencia, criminalidad y
narconegocio que azota a la región centroamericana y que, sin duda, conlleva grandes
exigencias sobre el tema de la seguridad ciudadana. Al respecto,
además de mejorar la legislación existente, y dotar con más efectivos y mejor equipo
la lucha contra el crimen organizado, el gobierno de Costa Rica ha decidido atacar
las principales causas de la inseguridad, a saber: la pobreza y la marginación. Una
reorganización institucional (en la que sobresalen los Consejos Presidenciales de
Seguridad Ciudadana y Paz Social, y de Bienestar Social y Familia) que privilegia
y potencia la convivencia social y la lucha contra la pobreza; becas y ayudas especiales
dirigidas a estudiantes pobres en zonas marginales para evitar la deserción escolar;
y nuevos programas, como la "Red de cuido para niños en riesgo social y adultos mayores
en abandono", son acciones prioritarias para el Gobierno de la República. La
Iglesia contribuye en estos y otros campos. No obstante, dado su papel central como
guía y orientadora en materia de ética social, bien podría profundizar este servicio,
coadyuvando a canalizar los recursos de manera efectiva y oportuna hacia los más necesitados. En
este sentido, tenemos en Costa Rica numerosos ejemplos de comunidades material y espiritualmente
prosperas, en las que tanto la Iglesia como el gobierno -en un marco de respeto mutuo
de sus distintos ámbitos de acción- unen voluntades para trabajar coordinadamente
por el bien común. Al presentarme ante Su Santidad, manifiesto mi convencimiento de
que los y las costarricenses, su gobierno y la Iglesia en Costa Rica, quieren seguir
trabajando juntos para construir una sociedad más justa, solidaria y humana; en la
que el amor al prójimo sea "el corazón" de nuestra ética de vida. Santo
Padre, reitero el saludo filial de la Señora Presidenta de la República de Costa Rica,
quien -además- me ha pedido que le curse una invitación formal para visitar nuestro
país cuando Vuestra agenda pastoral así lo permita. Con gran regocijo los y las costarricenses
tenemos aún vivo el recuerdo de marzo de 1983 (hace 27 años), cuando Vuestro antecesor,
el Papa Juan Pablo II, visitó nuestra. nación. La impronta del sucesor de Pedro permanece
latente en el alma de un pueblo, mayoritariamente católico, que le quiere y le espera. Confío
-con la ayuda de Dios y de Su santísima Madre, bajo la advocación de Nuestra Señora
de los Ángeles, Patrona de Costa Rica- contribuir oportunamente a mantener y fortalecer
los estrechos vínculos de amistad y respeto entre el Gobierno de Costa Rica y la Santa
Sede. Tener a la persona humana como fin, es garantía de éxito en este cometido. Finalmente,
Santo Padre, pido Vuestra oración y bendición Apostólica para nuestros gobernantes
(Cf.: 1 Tim 2,1-5), para el pueblo costarricense y, humildemente, para mi familia
y para Vuestro servidor. Vengo de un país pacifico, solidario
y laborioso, estoy seguro que Vuestra bendición "caerá en tierra fértil".