2010-12-03 16:16:10

Benedicto XVI considera primordial que las nuevas generaciones se convenzan de que los conflictos no se resuelven con la fuerza, sino robusteciendo el Estado de derecho y la independencia y eficacia de los tribunales de justicia


Viernes, 3 dic (RV).- Benedicto XVI ha recibido en el palacio Apostólico las cartas credenciales del nuevo embajador de Costa Rica ante la Santa Sede, Fernando Sánchez Campos. En su discurso el Papa ha aludido en primer lugar a la conmemoración, el pasado día 2 de agosto, de los 375 años del hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, su celestial Patrona. “Un Año Jubilar que producirá abundantes frutos de vida cristiana, siendo también una oportunidad singular para agradecer a la Virgen los favores recibidos y elevar una súplica por todas las necesidades de ese noble país, en un clima de auténtica fraternidad y de próvida solidaridad”.

“Los hijos de Vuestra Patria -ha afirmado el Papa- saben bien que, en Cristo, el hombre puede encontrar siempre la fuerza para luchar contra la pobreza, la violencia doméstica, el desempleo y la corrupción, procurando la justicia social, el bien común y el progreso integral de las personas”. El Pontífice ha subrayado asimismo que en este contexto, “la Autoridad pública ha de ser la primera en buscar lo que a todos beneficia, obrando principalmente como una fuerza moral que potencie la libertad y el sentido de responsabilidad de cada uno. Y todo esto, sin menoscabar los valores fundamentales que vertebran la inviolable dignidad de la persona, comenzando por la firme salvaguarda de la vida humana”. En este ámbito, ha señalado el Pontífice “es deseable que Costa Rica no viole los derechos del nasciturus con leyes que legitimen la fecundación in vitro y el aborto”.

Tras recordar que estos días ha rezado, con motivo de las dolorosas consecuencias que han causado las lluvias torrenciales que han afectado al país, Benedicto XVI ha dicho que “es importante que los que están al frente de sus destinos no vacilen en rechazar con firmeza la impunidad, la delincuencia juvenil, el trabajo infantil, la injusticia y el narcotráfico, impulsando medidas tan importantes como la seguridad ciudadana, una adecuada formación de niños y jóvenes, la debida atención a los encarcelados, la eficaz asistencia sanitaria a todos, en particular a los más menesterosos y a los ancianos, así como los programas que lleven a la población a alcanzar una vivienda digna y un empleo decente.

“Es primordial, además, -ha proseguido el Papa- que las nuevas generaciones adquieran la convicción de que los conflictos no se vencen con la mera fuerza, sino convirtiendo los corazones al bien y la verdad, acabando con la miseria y el analfabetismo, robusteciendo el Estado de derecho y vigorizando la independencia y eficacia de los tribunales de justicia”.

“Mucho contribuirá a dilatar este horizonte –afirma el Santo Padre- el afianzamiento en la sociedad de un pilar tan sustancial e irrenunciable como la estabilidad y unión de la familia, institución que está sufriendo, quizás como ninguna otra, la acometida de las transformaciones amplias y rápidas de la sociedad y de la cultura”.

El Papa exhorta a que no se pierda la identidad genuina de la familia “pues está llamada a ser vivero de virtudes humanas y cristianas, en donde los hijos aprendan de sus padres de forma natural a respetarse y comprenderse, a madurar como personas, creyentes y ciudadanos ejemplares. Por consiguiente, nada de cuanto favorezca, tutele y apoye la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, será baldío”.
 
DISCURSO COMPLETO
 
Señor Embajador:
1. Al recibir de manos de Vuestra Excelencia las Cartas credenciales como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Costa Rica ante la Santa Sede, le agradezco vivamente sus deferentes palabras, así como el gentil saludo que me ha transmitido de parte de la Señora Presidenta de la República, Doctora Laura Chinchilla Miranda, al que correspondo complacido con los mejores deseos de que lleve a cabo un fructífero servicio al frente de esa dilecta Nación, tan vinculada a la Sede Apostólica por estrechas y cordiales relaciones, así como por la especial devoción de los costarricenses al Sucesor de Pedro.
 
2. Vuestra presencia en este acto solemne, Excelencia, aviva en mi corazón los sentimientos de afecto y benevolencia hacia el amadísimo pueblo costarricense, que, el pasado día 2 de agosto, se llenó de regocijo al conmemorar los 375 años del hallazgo de la venerada imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, su celestial Patrona. A la vez que me uno a su acción de gracias al Todopoderoso en tan feliz circunstancia, no dudo que el Año Jubilar que se está celebrando producirá abundantes frutos de vida cristiana, siendo también una oportunidad singular para agradecer a la Virgen los favores recibidos y elevar una súplica por todas las necesidades de ese noble País, que desea seguir recorriendo al amparo de la Madre de Dios los caminos del mutuo entendimiento y la concordia, en un clima de auténtica fraternidad y de próvida solidaridad.
 
3. No podría ser de otra manera en Vuestra Patria, acreedora del particular interés de la Santa Sede, y en donde la belleza se hace montaña y llanura, río y mar, brisa y viento que da ímpetu a un pueblo hospitalario y orgulloso de sus tradiciones; un pueblo que hace siglos acogió la semilla evangélica para ver cómo germinaba pujante en innumerables iniciativas educativas, sanitarias y de promoción humana. De este modo, los hijos de Vuestra Patria saben bien que, en Cristo, el Hijo de Dios, el hombre puede encontrar siempre la fuerza para luchar contra la pobreza, la violencia doméstica, el desempleo y la corrupción, procurando la justicia social, el bien común y el progreso integral de las personas. Nadie puede sentirse al margen de la consecución de esas altas metas. En este contexto, la Autoridad pública ha de ser la primera en buscar lo que a todos beneficia, obrando principalmente como una fuerza moral que potencie la libertad y el sentido de responsabilidad de cada uno. Y todo esto, sin menoscabar los valores fundamentales que vertebran la inviolable dignidad de la persona, comenzando por la firme salvaguarda de la vida humana. En este ámbito, me complace recordar que fue precisamente en Vuestro País donde se firmó el Pacto de San José, en el que se reconoce expresamente el valor de la vida humana desde su concepción. Así pues, es deseable que Costa Rica no viole los derechos del nasciturus con leyes que legitimen la fecundación in vitro y el aborto.
 
4. Recientemente, ha surgido el deseo de plasmar en un nuevo y solemne acuerdo jurídico la larga trayectoria de mutua colaboración, sana independencia y respeto recíproco entre la Santa Sede y Costa Rica, afianzando así aún más las proficuas relaciones existentes entre la Iglesia y el Estado en Vuestra Patria. Concretar las materias de interés común, fijando pormenorizadamente los derechos y obligaciones de las partes signatarias, servirá para seguir garantizando de manera estable y más conforme a las actuales circunstancias históricas su ya tradicional y fecundo entendimiento, con miras al mayor bien de la vida religiosa y civil de la Nación y en beneficio de aquellas personas objeto de los mismos desvelos.
 
5. Con ocasión de este encuentro, quisiera asegurarle, Señor Embajador, que, en estos días, he tenido un particular recuerdo en la oración por Costa Rica, con motivo de las dolorosas consecuencias que han causado las lluvias torrenciales que han afectado al País. He pedido también a Dios que Vuestra Patria no deje de roturar los caminos que la hacen ante la comunidad internacional un referente de paz. Para ello, es importante que los que están al frente de sus destinos no vacilen en rechazar con firmeza la impunidad, la delincuencia juvenil, el trabajo infantil, la injusticia y el narcotráfico, impulsando medidas tan importantes como la seguridad ciudadana, una adecuada formación de niños y jóvenes, la debida atención a los encarcelados, la eficaz asistencia sanitaria a todos, en particular a los más menesterosos y a los ancianos, así como los programas que lleven a la población a alcanzar una vivienda digna y un empleo decente. Es primordial, además, que las nuevas generaciones adquieran la convicción de que los conflictos no se vencen con la mera fuerza, sino convirtiendo los corazones al bien y la verdad, acabando con la miseria y el analfabetismo, robusteciendo el Estado de derecho y vigorizando la independencia y eficacia de los tribunales de justicia. Mucho contribuirá a dilatar este horizonte el afianzamiento en la sociedad de un pilar tan sustancial e irrenunciable como la estabilidad y unión de la familia, institución que está sufriendo, quizás como ninguna otra, la acometida de las transformaciones amplias y rápidas de la sociedad y de la cultura, y que, sin embargo, no puede perder su identidad genuina, pues está llamada a ser vivero de virtudes humanas y cristianas, en donde los hijos aprendan de sus padres de forma natural a respetarse y comprenderse, a madurar como personas, creyentes y ciudadanos ejemplares. Por consiguiente, nada de cuanto favorezca, tutele y apoye la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer será baldío. En este sentido, la Iglesia no se cansará de alentar especialmente a los jóvenes, para que descubran la belleza y grandeza que entraña servir fiel y generosamente al amor matrimonial y a la transmisión de la vida.
 
6. La defensa de la paz se verá facilitada asimismo con el cuidado del entorno natural, pues son realidades íntimamente relacionadas entre sí. A este respecto, Costa Rica, abanderada de la amistad y el buen entendimiento entre las Naciones, se ha distinguido también en la preservación del medio ambiente y la búsqueda de un equilibrio entre el desarrollo humano y la conservación de los recursos. Esto conlleva la ponderación conjunta y responsable de esta cuestión tan esencial, en aras de “esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008, n. 7). Con este objetivo, animo a todos los costarricenses a continuar desarrollando lo que propicia un verdadero desarrollo humano, en armonía con la creación, evitando intereses espurios y faltos de clarividencia en un tema de tanta trascendencia.
 
7. Al concluir, quiero expresarle, Señor Embajador, mis mejores votos para la misión que comienza hoy. Tenga la seguridad de que en su ejercicio siempre encontrará la ayuda que precise de mis colaboradores. Con estos sentimientos, pongo bajo la mirada de Nuestra Señora de los Ángeles, tan venerada en vuestra tierra y en toda Centroamérica, a las Autoridades y al querido pueblo costarricense, suplicándole también que sostenga con su amor materno a todos los hijos de Vuestra Patria, para que, apoyándose en su rico patrimonio espiritual, puedan cooperar a una solidaridad cada vez mayor entre las personas y entre los pueblos. Y como prenda de copiosos dones divinos, imparto la Bendición apostólica a Vuestra Excelencia y su familia, así como al personal de esa Misión Diplomática.
Vaticano, 3 de diciembre de 2010.
 
 
 
Discurso del embajador de Costa Rica ante la Santa Sede, Fernando F. Sánchez Campos
 
Santo Padre:
 
Tengo el honor de presentar a Su Santidad las Cartas Credenciales que me acreditan como nuevo Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Costa Rica ante la Santa Sede.
 
Esta ocasión reviste un especial significado para mi persona y para mi familia, pues, además de nuestra condición de creyentes católicos, me hago portavoz, ante Su Santidad, de un sincero y filial saludo del pueblo de Costa Rica y, en particular, de doña Laura Chinchilla Miranda, primera mujer Presidenta de la República en la historia del país. La Señora Presidenta, a la vez que me ha encomendado comunicarle su admiración, me ha pedido transmitirle sus sinceros votos por Vuestro fructífero ministerio en la Iglesia Universal y Vuestro incondicional servicio a la humanidad.
 
Vengo de un país pequeño en territorio, pero grande en espíritu; el cual, desde sus orígenes como nación se atrevió a ser distinto.
 
Hoy, Costa Rica es reconocida corno la democracia más estable de América Latina gracias a que los próceres de la Patria, inspirados por la centralidad y la prioridad de la persona humana sobre toda ideología, fomentaron activamente en nuestro pueblo y en las instituciones sociales, principios esenciales como el amor a la democracia, la promoción de los derechos humanos (incluyendo la libertad religiosa), el fomento de la solidaridad social, el respeto por el medio ambiente y, desde luego, la paz.
 
Para ello, han sido fundamentales los procesos de diálogo y mutuo respeto de ámbitos entre los gobiernos de turno y los diversos actores sociales, entre ellos, la Iglesia Catòlica. Fiel a esta tradición, y a una fructífera relación con la Santa Sede por más de siglo y medio (formalmente desde 1850), el gobierno de nuestro país desea hoy reafirmar nuestros lazos de amistad, comunicación y de mutua colaboración.
 
Decisiones como la abolición del ejército desde mediados del siglo pasado; la inversión decidida y sostenida de casi la mitad del presupuesto nacional (47, 5% en e! 2010, según datos del Ministerio de Hacienda) para fomentar obra social (especialmente en educación, salud, vivienda y atención a los más necesitados); el reservar más de una cuarta parte del territorio nacional para proteger el medio ambiente; además de contribuir, respetuosamente, a fomentar la paz en nuestra región (esfuerzo, inclusive, reconocido con el Premio Nobel de la Paz), son algunas muestras de políticas y acciones coherentes con nuestras raíces cristianas.
 
Nuestro éxito como país responde, en gran medida, a la consagración de esfuerzos y recursos para hacer de la justicia social y el bien común, los ejes centrales de nuestra vida en sociedad, y los principales "faros" que iluminen los procesos de desarrollo integral en Costa Rica. Propiciar el mayor bienestar para el mayor numero, objetivo medular de la política pública en Costa Rica durante más de medio siglo, ha sido una manera efectiva de potenciar el amor al prójimo y, por ende, el amor a Dios (Cf.: carta Enciclica Deus Caritas Est, n° 16).
Sin embargo, Santo Padre, Costa Rica no está desprovista de nuevos y urgentes retos. Si bien hemos logrado mantener nuestros índices de pobreza controlados y a niveles más que aceptables en términos continentales, reconocemos con humildad y sin conformismos que es necesario trabajar más para garantizar, a todos por igual, condiciones de vida más humanas. Es igualmente preocupante la actual ola de violencia, criminalidad y narconegocio que azota a la región centroamericana y que, sin duda, conlleva grandes exigencias sobre el tema de la seguridad ciudadana.
 
Al respecto, además de mejorar la legislación existente, y dotar con más efectivos y mejor equipo la lucha contra el crimen organizado, el gobierno de Costa Rica ha decidido atacar las principales causas de la inseguridad, a saber: la pobreza y la marginación. Una reorganización institucional (en la que sobresalen los Consejos Presidenciales de Seguridad Ciudadana y Paz Social, y de Bienestar Social y Familia) que privilegia y potencia la convivencia social y la lucha contra la pobreza; becas y ayudas especiales dirigidas a estudiantes pobres en zonas marginales para evitar la deserción escolar; y nuevos programas, como la "Red de cuido para niños en riesgo social y adultos mayores en abandono", son acciones prioritarias para el Gobierno de la República.
 
La Iglesia contribuye en estos y otros campos. No obstante, dado su papel central como guía y orientadora en materia de ética social, bien podría profundizar este servicio, coadyuvando a canalizar los recursos de manera efectiva y oportuna hacia los más necesitados.
 
En este sentido, tenemos en Costa Rica numerosos ejemplos de comunidades material y espiritualmente prosperas, en las que tanto la Iglesia como el gobierno -en un marco de respeto mutuo de sus distintos ámbitos de acción- unen voluntades para trabajar coordinadamente por el bien común. Al presentarme ante Su Santidad, manifiesto mi convencimiento de que los y las costarricenses, su gobierno y la Iglesia en Costa Rica, quieren seguir trabajando juntos para construir una sociedad más justa, solidaria y humana; en la que el amor al prójimo sea "el corazón" de nuestra ética de vida.
 
Santo Padre, reitero el saludo filial de la Señora Presidenta de la República de Costa Rica, quien -además- me ha pedido que le curse una invitación formal para visitar nuestro país cuando Vuestra agenda pastoral así lo permita. Con gran regocijo los y las costarricenses tenemos aún vivo el recuerdo de marzo de 1983 (hace 27 años), cuando Vuestro antecesor, el Papa Juan Pablo II, visitó nuestra. nación. La impronta del sucesor de Pedro permanece latente en el alma de un pueblo, mayoritariamente católico, que le quiere y le espera.
 
Confío -con la ayuda de Dios y de Su santísima Madre, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de Costa Rica- contribuir oportunamente a mantener y fortalecer los estrechos vínculos de amistad y respeto entre el Gobierno de Costa Rica y la Santa Sede. Tener a la persona humana como fin, es garantía de éxito en este cometido.
 
Finalmente, Santo Padre, pido Vuestra oración y bendición Apostólica para nuestros gobernantes (Cf.: 1 Tim 2,1-5), para el pueblo costarricense y, humildemente, para mi familia y para Vuestro servidor.
 
Vengo de un país pacifico, solidario y laborioso, estoy seguro que Vuestra bendición "caerá en tierra fértil".







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