Ante el relativismo y el materialismo, Benedicto XVI reitera valor del matrimonio
y de la familia al recibir las Cartas Credenciales del nuevo embajador de Hungría
Jueves, 2 dic (RV).- | Benedicto XVI ha dado su cordial bienvenida al nuevo embajador
húngaro, destacando que, desde la reanudación de relaciones diplomáticas entre la
Santa Sede y la República de Hungría, en 1990, «ha sido posible desarrollar una nueva
confianza para el diálogo activo y constructivo con la Iglesia Católica». Con «la
esperanza de que se puedan seguir sanando -en un clima de paz, libertad y respeto
de la dignidad humana- las profundas heridas de aquella visión materialista del hombre,
que, durante casi 45 años, se había adueñado de los corazones y de la comunidad
de los ciudadanos de su país».
En su discurso, el Papa ha recordado que «la
fe católica es, sin duda, parte de los pilares fundamentales de la historia húngara»,
evocando «cuando, en el lejano año 1000, el joven príncipe húngaro Esteban recibió
la corona real que le envió el Papa Silvestre II, a lo que se unió el mandato de dar,
a la fe en Jesucristo, espacio y casa en aquella tierra». Tras reiterar que «ciertamente,
no se espera que el Estado imponga una determinada religión en particular, sino que
garantice la libertad de profesar y practicar la fe», Benedicto XVI ha destacado una
vez más que «no se trata de imponer normas o modos de comportamiento a aquellos que
no comparten la fe. Sino que se trata simplemente de la purificación de la razón,
que quiere aportar su propia ayuda para que - lo que es justo, aquí y ahora - pueda
ser reconocido y después puesto también en práctica». (cf. Encíclica Deus caritas
est, 28).
Recordando luego que «en los últimos años, algo más de veinte, desde
la caída del ‘telón de acero’ –evento en el que Hungría jugó un papel importante–
este país ocupa un lugar destacado en la comunidad de naciones», el Papa ha recordado
asimismo que desde hace seis años, es también miembro de la Unión Europea y que,
por primera vez, a comienzos del próximo año asumirá la Presidencia de turno del Consejo
de la misma Unión Europea.
«Hungría está llamada, en particular, a ser mediadora
entre Oriente y Occidente», ha señalado Benedicto XVI, recordando que la Sagrada Corona,
herencia del rey Esteban –que unía las coronas ‘graeca’ y latina, llevando ambas el
rostro de Cristo, coronadas por la cruz– muestra cómo Oriente y Occidente deben sostenerse
y enriquecerse mutuamente a partir del patrimonio espiritual y cultural y con la profesión
viva de la fe.
Tras afirmar que «la Santa Sede sigue con interés los esfuerzos
de las autoridades políticas para elaborar un cambio en la Constitución, con el fin
de que se haga referencia en su preámbulo a la herencia del cristianismo», el Papa
ha destacado que «también es deseable que la nueva Constitución se inspire en los
valores cristianos, especialmente en lo que respecta a la situación del matrimonio
y la familia en la sociedad y la protección de la vida».
Precisamente reiterando
el valor del matrimonio y de la familia, Benedicto XVI ha afirmado que «Europa dejaría
de ser Europa si esta célula básica de la construcción social desapareciera o se transforma».
Ante los riesgos que se presentan en la actualidad, el Santo Padre ha dicho una vez
más que «la Iglesia no puede aprobar iniciativas legislativas que impliquen una valoración
de modelos alternativos» que «contribuyen a debilitar los principios del derecho
natural y, por lo tanto, a la relativización de toda la legislación, así como de la
conciencia de los valores en la sociedad».
«La sociedad cada vez más globalizada
nos hace más cercanos, pero no más hermanos. La razón, por sí sola, es capaz de aceptar
la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos,
pero no consigue fundar la hermandad». Con estas palabras de su Encíclica Caritas
in veritate (n.19), Benedicto XVI ha reiterado que «la fraternidad nace de una vocación
transcendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado, y que nos ha enseñado, mediante
Jesucristo, lo que es la caridad fraterna». La que se abre el altruismo, al sentido
cívico, a la atención a los demás.
Refiriéndose luego al destacado papel de
la Iglesia Católica, al igual que otras comunidades religiosas, en la sociedad húngara,
en lo que respecta al amplio compromiso en los ámbitos de la educación, la cultura
y la asistencia social– colaborando de este modo en la construcción moral del país
–el Santo Padre ha reafirmado que la Iglesia espera seguir realizando y mejorando
su servicio, con el apoyo del Estado, por el bien de todo el pueblo húngaro.