El Papa recuerda a los nuevos cardenales que en la Iglesia nadie es el dueño y que
la autoridad significa ponerse a disposición y al servicio de los hermanos
Sábado, 20 nov (RV).- Hoy, sábado 20 de noviembre, destacamos en nuestro informativo,
que - en el tercer Consistorio Ordinario Público de su Pontificado - Benedicto XVI
ha creado esta mañana 24 nuevos cardenales, imponiendo la birreta a estos purpurados,
a los que les entregará el anillo mañana, domingo 21 de noviembre, solemnidad de Nuestro
Señor Jesucristo Rey del Universo.
Con profunda alegría y gratitud al Señor,
Benedicto XVI realizó esta mañana en la Basílica de San Pedro - por tercera vez en
su Pontificado - el solemne acto, mediante el cual el Colegio Cardenalicio se «enriquece
con nuevos miembros, elegidos de diversas partes del mundo». Entre ellos, José Manuel
Estepa Llaurens, de España; Raúl Eduardo Vela Chiriboga, de Ecuador, y Mons. Raymundo
Damasceno Assis de Brasil.
A partir de hoy, el Colegio Cardenalicio cuenta
con 203 miembros, de los cuales 121 son electores. Mientras según la composición por
continentes, hay 111 cardenales europeos, 21 de América del Norte, 31 de América Latina,
17 de África, 19 de Asia y 4 de Oceanía. Señalando que «se trata de Pastores que gobiernan
con celo pastoral importantes Comunidades diocesanas, de Prelados superiores de los
Dicasterios de la Curia Romana, o que han servido con ejemplar fidelidad a la Iglesia
y a la Santa Sede», el Papa destacó la importancia de este día:
«Desde hoy,
ellos pasan a formar parte de aquel coetus peculiaris, que presta una colaboración
más inmediata y asidua al Sucesor de Pedro, sosteniéndolo en el ejercicio de su ministerio
universal. A ellos, ante todo, dirijo mi afectuoso saludo, renovando la expresión
de mi estima y mi vivo aprecio por el testimonio que dan a la Iglesia y al mundo».
Tras saludar en particular al arzobispo Angelo Amato, agradeciéndole las
amables palabras que le dirigió, el Santo Padre extendió también su cordial saludo
de bienvenida a las Delegaciones oficiales de los diversos países, a las Representaciones
de numerosas diócesis, y a quienes han venido para participar en este evento, durante
el cual «estos venerados Hermanos reciben el signo de la dignidad cardenalicia con
la Imposición del Capelo y la asignación del Título de una iglesia de Roma»:
«El vínculo
de especial comunión y afecto, que une a estos nuevos cardenales con el Papa, les
hace singulares y preciosos colaboradores del mandato confiado por Cristo a Pedro,
de pastorear a sus ovejas (Cf. Jn 21, 15 – 17), para reunir a los pueblos con la solicitud
de la caridad de Cristo. Precisamente de este amor es que ha nacido la Iglesia, llamada
a vivir y a caminar según el mandamiento del Señor, en el que se resumen toda la ley
y los profetas. Estar unidos a Cristo en la fe y en comunión con Él significa estar
“arraigados y cimentados en la caridad” (Ef 3, 17), el tejido que une todos los miembros
del cuerpo de Cristo».
Reflexionando sobre este aspecto tan fundamental,
afianzado en la Palabra de Dios de esta celebración, el Papa destacó que el texto
del Evangelio de san Marcos (Mc 10, 32 – 45) «pone ante nuestros ojos el icono de
Jesús como el Mesías – preanunciado por Isaías (cf. Is 53) – que no ha venido a ser
servido sino a servir: su estilo de vida se propone como la base de las nuevas relaciones
en la comunidad cristiana y como un nuevo modo de ejercer la autoridad».
Jesús
indica el camino del humilde don de sí mismo hasta el sacrificio de la vida, de la
Pasión, de la Cruz. «El necesario “éxodo” de una mentalidad mundana a la mentalidad
de Dios». El Maestro enseña qué significa ser un seguidor suyo, en total obediencia
a Dios, hasta el final. Pasando por la humillación, el sufrimiento y la muerte por
amor. Benedicto XVI subrayó que el hombre no debe calcular, debe simplemente abandonarse
a Dios, sin pretensiones, conformándose a su voluntad».
«En la Iglesia nadie
es patrón, sino todos somos llamados, todos somos invitados, todos somos alcanzados
y guiados por la gracia divina. ¡Y ésta es también nuestra seguridad!», exclamó Benedicto
XVI, poniendo en guardia contra el riesgo de ser como los jefes de los pueblos, por
lo que nunca se debe dominar y oprimir. Jesús indica a los discípulos el criterio
de la grandeza y el primado según Dios. No es el dominio, sino el servicio:
«Jesús indica también
el punto de referencia: el Hijo del hombre, que ha venido a servir; sintetiza toda
su misión bajo la categoría del servicio, entendido no en sentido genérico, sino en
el sentido concreto de la Cruz, del don total de la vida como “rescate”, como redención
para muchos, y lo indica como condición de su seguimiento. Es un mensaje que vale
para los Apóstoles, vale para toda la Iglesia, vale sobre todo para quienes tienen
la tarea de guía en el Pueblo de Dios. No es la lógica del dominio, del poder según
los criterios humanos, sino la lógica de arrodillarse para lavar los pies, la lógica
del servicio, la lógica de la Cruz que es la base de todo ejercicio de la autoridad.
En todo tiempo la Iglesia está comprometida en conformarse a esta lógica y a testimoniarla
para hacer transparentar el verdadero “Señorío de Dios”, el del amor».
En
este contexto, Benedicto XVI se dirigió directamente a los nuevos purpurados:
«Venerados Hermanos
elegidos para la dignidad cardenalicia, la misión a la que Dios les llama hoy y que
los habilita para un servicio eclesial aún más cargado de responsabilidad, requiere
una voluntad siempre mayor de asumir el estilo del Hijo de Dios, que ha venido en
medio de nosotros como el que sirve (cf. Lc 22, 25 – 27). Se trata de seguirlo en
su donación de amor humilde y total a la Iglesia, su esposa, en la Cruz: es sobre
aquél signo de la cruz que el grano, dejado caer por el Padre sobre el campo del mundo,
muere para convertirse en fruto maduro. Por esto es necesario un arraigamiento aún
mayor y fuerte en Cristo. La relación íntima con Él, que transforma siempre más la
vida en modo de poder decir con san Pablo “no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”
(Gal 2, 20), constituye la exigencia primaria para que nuestro servicio sea sereno
y alegre y pueda dar el fruto que espera el Señor de nosotros».
Al concluir
su homilía, el Papa se dirigió también a quienes acompañaban a los nuevos cardenales,
alentando a rezar por ellos. Y recordó que mañana en esta misma Basílica, durante
la concelebración en la solemnidad de Cristo, Rey del Universo, les entregará el anillo.
«Será una ulterior ocasión en la cual “alabar al Señor, que permanece siempre fiel”
(Sal 145), como hemos repetido en el Salmo responsorial», destacó el Santo Padre invocando
al Espíritu para que «sostenga a los nuevos purpurados en el compromiso de servir
a la Iglesia, siguiendo al Cristo de la Cruz también, si es necesario, usque ad effusionem
sanguinis, estar siempre prontos – como decía san Pedro en la lectura proclamada –
para dar razón de su esperanza que está en nosotros (cf. 1Pe 3, 15)».
El Santo
Padre selló sus palabras encomendando a María, Madre de la Iglesia, a los nuevos Cardenales
y su servicio eclesial, para que, con ardor apostólico, puedan proclamar a todas las
gentes el amor misericordioso de Dios.