"Comunicación y lenguaje son dimensiones esenciales de la cultura humana”, el Papa
a los participantes en la plenaria del Pontificio Consejo para la Cultura
Sábado, 13 nov (RV).- Benedicto XVI ha evocado hoy su reciente viaje a España. Refiriéndose
al pasado domingo, en Barcelona, ha destacado la armonía de fe y arte de la Basílica
de la Sagrada Familia y la importancia de comunicar el Evangelio por medio de la belleza
de la vida cristiana. De su peregrinación a Santiago de Compostela, ha subrayado el
impulso fascinador de ser testigos de Cristo Resucitado.
Al recibir en audiencia
a los participantes en la plenaria del Pontificio Consejo para la Cultura, el Papa
ha reflexionado sobre el tema profundizado en estos días - tan importante para la
Misión de la Iglesia - que ha sido «Cultura de la comunicación y nuevos lenguajes».
«Hablar de comunicación y de lenguaje significa, en efecto, no sólo tocar uno de los
nudos cruciales de nuestro mundo y de sus culturas, sino que, para nosotros los creyentes,
quiere decir acercarse al misterio mismo de Dios que, en su bondad y sabiduría, ha
querido revelarse y manifestar su voluntad a los hombres».
Con la Constitución
dogmática conciliar Dei Verbum (2), Benedicto XVI se ha referido luego a su Exhortación
Apostólica postsinodal Verbum Domini, reiterando que «en Cristo, en efecto, Dios se
ha revelado a nosotros como Logos – que se comunica y nos interpela – enlazando la
relación que funda nuestra identidad y dignidad de personas humanas, amadas como hijos
por el único Padre».
Una vez más, el Santo Padre ha recordado que comunicación
y lenguaje son también dimensiones esenciales de la cultura humana, constituida por
informaciones y nociones, creencias y estilos de vida, pero también de reglas, sin
las cuales difícilmente las personas podrían progresar en humanidad y en lo social.
En particular, el Papa ha alentado a la escucha, tan necesaria en la actualidad:
«He
apreciado la original elección de inaugurar la plenaria en la Sala de la Protomoteca
del Capitolio – corazón civil e institucional de Roma, con una mesa redonda sobre
el tema: ‘En la Ciudad, a la escucha de los lenguajes del alma’. De este modo, el
dicasterio ha querido expresar uno de sus deberes esenciales: ponerse a la escucha
de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo, para promover nuevas ocasiones
de anuncio del Evangelio. Escuchando pues, las voces del mundo globalizado, percibimos
que está en marcha una profunda transformación cultural, con nuevos lenguajes y nuevas
formas de comunicación, que favorecen también nuevos y problemáticos modelos antropológicos»
«En este contexto,
los Pastores y los fieles perciben con preocupación algunas dificultades en la comunicación
del mensaje evangélico y en la trasmisión de la fe, en el interior de la misma comunidad
eclesial», ha señalado Benedicto XVI, reiterando lo que ha escrito en su Exhortación
Apostólica postsinodal Verbum Domini (n.96): «Hay muchos cristianos necesitados de
que se les vuelva a anunciar persuasivamente la Palabra de Dios, de manera que puedan
experimentar concretamente la fuerza del Evangelio».
Tras destacar que «los
problemas parecen aumentar cuando la Iglesia se dirige a los hombres y mujeres que
están lejos o son indiferentes a una experiencia de fe, a los cuales el mensaje evangélico
les llega de forma poco eficaz y poco fascinadora», el Papa ha alentado a una presentación
adecuada del mensaje, que manifieste el verdadero rostro de Dios y de la religión.
La Iglesia quiere dialogar con todos, en la búsqueda de la verdad, ha reiterado Benedicto
XVI, exhortando asimismo a impulsar momentos de encuentro, en amistad y sinceridad.
Con especial atención a la juventud, para que no caiga en trampas manipuladoras, que
los hagan sentir solos y aturdidos.
Promover momentos de encuentro, en amistad
y sinceridad, como está haciendo en lugares emblemáticos de la cultura europea, el
Pontificio Consejo para la Cultura que ha acogido así la invitación del Papa, hace
un año. Cuando en su discurso a la Curia Romana alentó a promover un ideal ‘Atrio
de los Gentiles’.
También en la cultura tecnológica de hoy, el paradigma permanente
de la inculturación del Evangelio nos guía, purificando, sanando y elevando los elementos
mejores de nuevos lenguajes y de las nuevas formas de comunicación, ha recordado Benedicto
XVI, refiriéndose a esta «tarea difícil y fascinadora, en la que la Iglesia puede
contar con el extraordinario patrimonio de símbolos, imágenes, ritos y gestos de su
tradición».
En particular, el Papa ha señalado el rico y denso simbolismo
de la liturgia, que debe resplandecer en toda su fuerza como elemento comunicativo,
hasta tocar profundamente la conciencia humana, el corazón y el intelecto. Así, la
tradición cristiana ha entrelazado siempre la liturgia y el arte, cuya belleza tiene
una particular fuerza comunicativa:
«Lo hemos experimentado también el pasado
domingo en Barcelona, en la Basílica de la Sagrada Familia, obra de Antoni Gaudí,
que ha conjugado genialmente el sentido de lo sagrado y de la liturgia con formas
artísticas tanto modernas como en sintonía con las mejores tradiciones arquitectónicas.
Sin embargo, más incisiva aún que el arte y que la imagen, en la comunicación del
mensaje evangélico es la belleza de la vida cristiana. Al final, sólo el amor es digno
de fe y resulta creíble. La vida de los santos y de los mártires, muestra una singular
belleza que fascina y atrae, porque una vida cristiana vivida en plenitud habla sin
palabras. Tenemos necesidad de hombres y de mujeres que hablen con sus vidas, que
sepan comunicar el Evangelio, con claridad y valentía, con la transparencia de las
acciones, con la pasión gozosa de la caridad»
Antes de su
bendición, encomendando al amparo de la Madre de Dios a estos queridos amigos que
han participado en la plenaria del dicasterio pontificio para la Cultura y que trabajan
con ahínco en esta importante misión, Benedicto XVI se ha referido a su peregrinación
a Santiago de Compostela:
«Después de haber estado como peregrino en Santiago
de Compostela y de haber admirado en miles de personas, sobre todo jóvenes, el poder
fascinador del testimonio, la alegría de ponerse en camino hacia la verdad y la belleza,
anhelo que muchos de nuestros contemporáneos puedan decir, volviendo a escuchar la
voz del Señor, como los discípulos de Emaús: ‘¿No estaba ardiendo nuestro corazón
dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las escrituras?"
(Lc 24, 32).»