El Papa invita a España y Europa a edificar su presente y a proyectar su futuro desde
la verdad, la libertad y la justicia para todos, comenzando por los más pobres y desvalidos
Sábado, 6 nov (RV).- En su primer discurso en el aeropuerto de Santiago de Compostela,
tras agradecer las palabras de bienvenida del Príncipe de Asturias, - «eco entrañable
de los sentimientos de afecto hacia el Sucesor de Pedro de los hijos e hijas de estas
nobles tierras», Benedicto XVI ha expresado su gratitud «también a cuantos han colaborado
generosamente, desde diversas instancias eclesiales y civiles, para que este breve
pero intenso viaje a Santiago de Compostela y a Barcelona sea del todo fructuoso».
Reflexionando
sobre el significado de la peregrinación, el Papa ha reiterado que la Iglesia también
peregrina y acompaña el anhelo profundo del ser humano, a través de la fe, la esperanza
y el amor, haciéndose «transparencia de Cristo para el mundo. Ésta es su misión y
éste es su camino». Por ello, también Benedicto XVI se ha puesto en camino para confirmar
en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 32):
«Vengo como
peregrino en este Año Santo Compostelano y traigo en el corazón el mismo amor a Cristo
que movía al Apóstol Pablo a emprender sus viajes, ansiando llegar también a España
(cf. Rm 15,22-29). Deseo unirme así a esa larga hilera de hombres y mujeres que, a
lo largo de los siglos, han llegado a Compostela desde todos los rincones de la Península
y de Europa, e incluso del mundo entero, para ponerse a los pies de Santiago y dejarse
transformar por el testimonio de su fe. Ellos, con la huella de sus pasos y llenos
de esperanza, fueron creando una vía de cultura, de oración, de misericordia y conversión,
que se ha plasmado en iglesias y hospitales, en albergues, puentes y monasterios.
De esta manera, España y Europa fueron desarrollando una fisonomía espiritual marcada
de modo indeleble por el Evangelio».
Luego, el Santo Padre ha destacado
la segunda etapa de este intenso Viaje a España:
«Precisamente como
mensajero y testigo del Evangelio, iré también a Barcelona, para alentar la fe de
sus gentes acogedoras y dinámicas. Una fe sembrada ya en los albores del cristianismo,
y que fue germinando y creciendo al calor de innumerables ejemplos de santidad, dando
origen a tantas instituciones de beneficencia, cultura y educación. Fe que inspiró
al genial arquitecto Antoni Gaudí a emprender en esa ciudad, con el fervor y la colaboración
de muchos, esa maravilla que es el templo de la Sagrada Familia. Tendré la dicha de
dedicar ese templo, en el que se refleja toda la grandeza del espíritu humano que
se abre a Dios».
Haciendo hincapié en la profunda alegría que siente «al
estar de nuevo en España, que ha dado al mundo una pléyade de grandes santos, fundadores
y poetas, como Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Francisco Javier,
entre otros muchos», el Papa ha señalado la importancia en el siglo XX, de «nuevas
instituciones, grupos y comunidades de vida cristiana y de acción apostólica», «en
concordia y unidad, en libertad y paz, mirando al futuro con esperanza y responsabilidad»,
sin olvidar el rico patrimonio de valores humanos y espirituales, y la solidaridad
a la comunidad internacional.
Además de Santiago de Compostela y de Barcelona,
Benedicto XVI ha querido dirigirse a todos los pueblos de España y de Europa:
«Como el Siervo
de Dios Juan Pablo II, que desde Compostela exhortó al viejo Continente a dar nueva
pujanza a sus raíces cristianas, también yo quisiera invitar a España y a Europa a
edificar su presente y a proyectar su futuro desde la verdad auténtica del hombre,
desde la libertad que respeta esa verdad y nunca la hiere, y desde la justicia para
todos, comenzando por los más pobres y desvalidos. Una España y una Europa no sólo
preocupadas de las necesidades materiales de los hombres, sino también de las morales
y sociales, de las espirituales y religiosas, porque todas ellas son exigencias genuinas
del único hombre y sólo así se trabaja eficaz, íntegra y fecundamente por su bien».
Benedicto
XVI ha agradecido - también en gallego – la amable bienvenida que ha recibido, renovando
su cariño a los amadísimos hijos de Galicia, de Cataluña y de los demás pueblos de
España, encomendando su estancia a la intercesión de Santiago Apóstol:
Benqueridos amigos,
reitérovos o meu agradecemento pola vosa amable benvida e a vosa presencia neste aeroporto.
Renovo o meu agarimo e proximidade aos amadísimos fillos de Galicia, de Cataluña e
dos demais pobos de España. Ao encomendar à intercesión do Apóstolo Santiago a miña
estadía entre vós, prégolle a Deus que as suas bendicións vos alcancen a todos. Moitas
gracias.
Nuestro enviado especial, el Padre David Gutiérrez nos informa
sobre la llegada del Papa a la capital compostelana:
DISCURSO
COMPLETO Altezas Reales, Distinguidas Autoridades Nacionales,
Autonómicas y Locales, Señor Arzobispo de Santiago de Compostela, Señor
Cardenal Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Señores Cardenales
y Hermanos en el Episcopado, Queridos hermanos y hermanas, Amigos
todos Gracias, Alteza, por las deferentes palabras que me habéis
dirigido en nombre de todos, y que son el eco entrañable de los sentimientos de afecto
hacia el Sucesor de Pedro de los hijos e hijas de estas nobles tierras. Saludo
cordialmente a quienes están aquí presentes y a todos los que se unen a nosotros a
través de los medios de comunicación social, dando las gracias también a cuantos han
colaborado generosamente, desde diversas instancias eclesiales y civiles, para que
este breve pero intenso viaje a Santiago de Compostela y a Barcelona sea del todo
fructuoso. En lo más íntimo de su ser, el hombre está siempre
en camino, está en busca de la verdad. La Iglesia participa de ese anhelo profundo
del ser humano y ella misma se pone en camino, acompañando al hombre que ansía la
plenitud de su propio ser. Al mismo tiempo, la Iglesia lleva a cabo su propio camino
interior, aquél que la conduce a través de la fe, la esperanza y el amor, a hacerse
transparencia de Cristo para el mundo. Ésta es su misión y éste es su camino: ser
cada vez más, en medio de los hombres, presencia de Cristo, “a quien Dios ha hecho
para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención” (1 Co 1,30). Por eso,
también yo me he puesto en camino para confirmar en la fe a mis hermanos (cf. Lc 22,
32). Vengo como peregrino en este Año Santo Compostelano y
traigo en el corazón el mismo amor a Cristo que movía al Apóstol Pablo a emprender
sus viajes, ansiando llegar también a España (cf. Rm 15,22-29). Deseo unirme así a
esa larga hilera de hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos, han llegado a
Compostela desde todos los rincones de la Península y de Europa, e incluso del mundo
entero, para ponerse a los pies de Santiago y dejarse transformar por el testimonio
de su fe. Ellos, con la huella de sus pasos y llenos de esperanza, fueron creando
una vía de cultura, de oración, de misericordia y conversión, que se ha plasmado en
iglesias y hospitales, en albergues, puentes y monasterios. De esta manera, España
y Europa fueron desarrollando una fisonomía espiritual marcada de modo indeleble por
el Evangelio. Precisamente como mensajero y testigo del Evangelio,
iré también a Barcelona, para alentar la fe de sus gentes acogedoras y dinámicas.
Una fe sembrada ya en los albores del cristianismo, y que fue germinando y creciendo
al calor de innumerables ejemplos de santidad, dando origen a tantas instituciones
de beneficencia, cultura y educación. Fe que inspiró al genial arquitecto Antoni Gaudí
a emprender en esa ciudad, con el fervor y la colaboración de muchos, esa maravilla
que es el templo de la Sagrada Familia. Tendré la dicha de dedicar ese templo, en
el que se refleja toda la grandeza del espíritu humano que se abre a Dios. Siento
una profunda alegría al estar de nuevo en España, que ha dado al mundo una pléyade
de grandes santos, fundadores y poetas, como Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan
de la Cruz, Francisco Javier, entre otros muchos; la que en el siglo XX ha suscitado
nuevas instituciones, grupos y comunidades de vida cristiana y de acción apostólica
y, en los últimos decenios, camina en concordia y unidad, en libertad y paz, mirando
al futuro con esperanza y responsabilidad. Movida por su rico patrimonio de valores
humanos y espirituales, busca asimismo superarse en medio de las dificultades y ofrecer
su solidaridad a la comunidad internacional. Estas aportaciones
e iniciativas de vuestra dilatada historia, y también de hoy, junto al significado
de estos dos lugares de vuestra hermosa geografía que visitaré en esta ocasión, me
dan pie para ensanchar mi pensamiento a todos los pueblos de España y de Europa. Como
el Siervo de Dios Juan Pablo II, que desde Compostela exhortó al viejo Continente
a dar nueva pujanza a sus raíces cristianas, también yo quisiera invitar a España
y a Europa a edificar su presente y a proyectar su futuro desde la verdad auténtica
del hombre, desde la libertad que respeta esa verdad y nunca la hiere, y desde la
justicia para todos, comenzando por los más pobres y desvalidos. Una España y una
Europa no sólo preocupadas de las necesidades materiales de los hombres, sino también
de las morales y sociales, de las espirituales y religiosas, porque todas ellas son
exigencias genuinas del único hombre y sólo así se trabaja eficaz, íntegra y fecundamente
por su bien. Benqueridos amigos, reitérovos o meu agradecemento
pola vosa amable benvida e a vosa presencia neste aeroporto. Renovo o meu agarimo
e proximidade aos amadísimos fillos de Galicia, de Cataluña e dos demais pobos de
España. Ao encomendar à intercesión do Apóstolo Santiago a miña estadía entre vós,
prégolle a Deus que as suas bendicións vos alcancen a todos. Moitas gracias. [Queridos
amigos, os reitero mi agradecimiento por vuestra amable bienvenida y vuestra presencia
en este aeropuerto. Renuevo mi cariño y cercanía a los amadísimos hijos de Galicia,
de Cataluña y de los demás pueblos de España. Al encomendar a la intercesión de Santiago
Apóstol mi estancia entre vosotros, suplico a Dios que sus bendiciones alcancen a
todos. Muchas gracias.]