El Papa hace un llamamiento a favor de la vida al recibir a los obispos brasileños
de la Región Nordeste V
Jueves, 28 oct (RV).- Al recibir a los obispos brasileños de la Región Nordeste V,
con motivo de su quinquenal visita "ad limina Apostolorum”, el Santo Padre ante todo
dio gracias a Dios por “el celo y dedicación a Cristo y a su Iglesia” de estos pastores.
Al destacar que leyendo sus informes ha podido darse cuenta de los problemas de carácter
religioso y pastoral, así como humano y social, que deben afrontar diariamente, el
Papa les dijo que si bien el marco general tiene sus sombras, no faltan signos de
esperanza.
El Santo Padre recordó que en los encuentros ya celebrados con los
obispos de otras Regiones de su Conferencia episcopal, tuvo la oportunidad de subrayar
las diferentes tareas que sus respectivos agentes realizan en el multiforme servicio
evangelizador y pastoral de la Iglesia en esta gran nación. Mientras en esta oportunidad,
el Pontífice les dijo que deseaba referirse a cómo la Iglesia “en su misión de fecundar
y fermentar la sociedad humana con el Evangelio”, muestra a los hombres su dignidad
de hijos de Dios y su vocación a la unión con todos los hombres, de donde se deducen
las exigencias de la justicia y de la paz social, conforme a la sabiduría divina.
Después de recordarles que el deber inmediato de trabajar por un orden social
justo es propio de los fieles lacios quienes como ciudadanos libres y responsables
se empeñan por contribuir a la recta configuración de la vida social, en el respeto
de su legítima autonomía y del orden moral natural –tal como el mismo Papa lo escribe
en su encíclica “Deus caritas est”– aludiendo a la comunidad política y a la Iglesia
tratada en la Constitución pastoral “Gaudium et spes”, les dijo:
“Vuestro
deber como Obispos, junto con vuestro clero, es mediato, en cuanto os compete contribuir
a la purificación de la razón y al despertar de las fuerzas morales necesarias para
la construcción de una sociedad justa y fraterna. Sin embargo, cuando los derechos
fundamentales de la persona o la salvación de las almas lo exijan, los pastores tienen
el serio deber de emitir un juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden
político” (Cfr. GS, 76).
El Santo Padre agregó que al formular esos juicios,
los pastores deben dar cuenta del valor absoluto de aquellos preceptos morales negativos
que declaran moralmente inaceptable la opción de una determinada acción intrínsecamente
mala o incompatible con la dignidad de la persona; opción que no puede ser rescatada
por la bondad de cualquier fin, intención o circunstancia. Porque sería totalmente
falsa e ilusoria cualquier defensa de los derechos humanos, políticos, económicos
y sociales que no comprendieran la enérgica defensa del derecho a la vida, desde su
concepción hasta su muerte natural (Cfr. “Christifideles laici”, 38).
Aludiendo
al empeño por los más débiles e indefensos, Benedicto XVI se preguntó ¿quién es más
inerme sino un niño por nacer, o un enfermo en estado vegetativo o terminal? E inspirándose
en la encíclica “Evangelium vite” del Siervo de Dios Juan Pablo II sobre el valor
y el carácter inviolable de la vida humana afirmó:
“Cuando los proyectos políticos
contemplan, abierta o veladamente, la despenalización del aborto o de la eutanasia,
el ideal democrático –que sólo es verdaderamente tal cuando reconoce y tutela la dignidad
de toda la persona humana– es traicionado en sus bases (Cfr. Evangelium vitæ, 74).
Por tanto, queridos Hermanos en el episcopado, al defender la vida ‘no debemos temer
la hostilidad y la impopularidad, rechazando todo compromiso y ambigüedad que nos
conformaría a la mentalidad de este mundo’ (ibidem, 82).
El Pontífice también
sumó su voz a la de estos pastores en favor de la educación religiosa y más concretamente
de la educación confesional y plural en la escuela pública del Estado; sin olvidar
la presencia de los símbolos religiosos en la vida pública, que recuerda y la trascendencia
del hombre y la garantía de su respeto en una región de Brasil en que la religión
católica es parte integral de su historia.
El Obispo de Roma se despidió de
sus amados hermanos en el episcopado encomendando estos anhelos de la Iglesia católica
en la Tierra de la Santa Cruz a la Madre de Dios que en Brasil se invoca con el título
de Nuestra Señora de Aparecida. A todos los hombres de buena voluntad en defensa de
los valores de la vida humana y de su transcendencia, junto con las alegrías y esperanzas,
las tristezas y las angustias de los hombres y mujeres de la provincia eclesiástica
de Maranhão el Santo Padre los puso idealmente bajo la protección materna de María,
impartiéndoles su bendición apostólica extensiva a todo su pueblo.