2010-10-11 19:19:53

Sínodo: relación del Secretario General, Mons. Nicola Eterovic


Lunes, 11 oct (RV).- En esta primera congregación general, renovando en nombre de todos los padres sinodales su más cordial saludo al Papa, el Secretario General del Sínodo de los Obispos presentó la relación anterior a la discusión, que subdividió en seis partes: Apertura ideal de la Asamblea Especial en Chipre - durante la Visita Apostólica de Benedicto XVI del 4 al 7 de junio de este año - ; Algunos datos estadísticos; Convocación de la Asamblea Especial para Oriente Medio; Preparación de la Asamblea Especial para Oriente Medio; Observaciones de carácter metodológico y Conclusión.

Crónica del padre David Gutiérrez: RealAudioMP3  
Los trabajos de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos comenzaron con la presentación de la Relación del Secretario General, Mons. Nicola Eterovic. En sus palabras Mons. Eterovic hizo un breve recuento de la historia de la Salvación a partir del llamado de Abraham hasta la vida de Nuestro Señor Jesucristo, mencionando los aspectos más relevantes de su ministerio público y poniendo de relieve cómo existe un único hilo conductor de la historia como lo señala el apóstol Juan en su evangelio. El secretario general del Sínodo de los Obispos indicó por qué partía de estas alusiones bíblicas.

De estas breves alusiones al Antiguo y al Nuevo Testamento, resulta evidente la importancia de la geografía bíblica de Oriente Medio para todos los cristianos y, en particular, para quienes viven en Tierra Santa, tierra que Jesús santificó con su nacimiento en Belén, con su huida a Egipto, con su vida en Nazaret, con su predicación en Galilea, Samaria, Judea, acompañada de signos y milagros y, sobre todo, con su pasión, muerte y resurrección, en la ciudad santa de Jerusalén. El recuerdo de la historia de la salvación, que tuvo lugar en Oriente Medio, sigue estando vivo en los corazones de los habitantes de esta región y, en particular, de los cristianos. Estos son la continuación de los pueblos de la Biblia. Gracias a ellos, los acontecimientos que ocurrieron hace tantos siglos, permanecen vivos no sólo por la fuerza de la Palabra de Dios, siempre viva y eficaz (cfr. Hb 4, 12), sino también por el vínculo vital con la tierra bendecida por la especial presencia de Dios que se reveló en la plenitud de los tiempos (cfr. Hb 9, 26) en su Hijo Unigénito Jesucristo.

Continuando su relation, el Secretario General del Sínodo de los Obispos realizo un breve recuento del proceso de preparación de este Sínodo, recordando los tres viajes que ha realizado el Papa Benedicto XVI al Oriente Medio en especial el de este ano a Chipre donde entregó el Instrumentum laboris.
Con ocasión de la entrega del Instrumentum laboris, Vuestra Santidad recordó el lema de la Asamblea sinodal: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32), subrayando la actualidad de la comunión y del testimonio para la vida cristiana. También indicó la finalidad de la presente Asamblea en dos puntos: 1) “profundizar los vínculos de comunión entre los miembros de vuestras Iglesias locales, así como entre esas mismas Iglesias y con la Iglesia universal” y 2) “animaros en el testimonio que dais de vuestra fe en Cristo, en los países donde esta fe nació y creció” [2]. Además de dichos fines principales, existen también otras razones por las que la Asamblea Especial para Oriente Medio ha sido convocada. Esta representa la ocasión propicia “para los cristianos del resto del mundo de ofrecer apoyo espiritual y solidaridad a sus hermanos y hermanas de Oriente Medio” [3], sobre todo hacia aquellos que sufren grandes pruebas a causa de la difícil situación actual de la región.
 
Después de ofrecer datos estadísticos de la presencia cristiana en el Oriente Medio, que representa un 5 por ciento del total de habitantes, Mons. Eterovic se refirió a los aspectos metodológicos del Sínodo, a como se desarrollará, e hizo un énfasis especial en el papel de los padres sinodales.
 
El Sínodo de los Obispos es el lugar privilegiado de la comunión episcopal. Con ocasión del mismo, los Obispos consolidan entre ellos y con el romano Pontífice los vínculos de comunión efectiva y afectiva. No se trata solamente de un sentimiento, por muy noble que sea. Es una realidad eclesial que exige asidua presencia, paciente escucha, gran disponibilidad, atención al prójimo, consideración por las necesidades del otro, colaboración con los hermanos, sacrificio orientado al bien de todos. Tengo la seguridad de que con este espíritu de servicio eclesial, cada Padre sinodal estará dispuesto a aceptar y cumplir el encargo que le será confiado, por elección, por designación o por nombramiento, ofreciendo la propia aportación para el éxito de la Asamblea sinodal.
 
Mons. Nicola Eterovic, Secretario General del Sínodo de los Obispos finalizó sus palabras recordando que el anuncio de la Buena Nueva, el evangelio presuponía dos dimensiones especiales: la comunión y el testimonio. Auspicia a los padres sinodales que al regreso a sus lugares de proveniencia puedan glorificar a Dios por un renovado sentido de comunión y por un nuevo vigor en el testimonio cristiano.

Desde el aula nueva del Sínodo en el Vaticano, David Gutierrez
 
RELACIÓN COMPLETA DEL SECRETARIO GENERAL:PRIMERA CONGREGACIÓN GENERAL
LUNES,11 DE OCTUBRE 2010 - POR LA MAÑANA
 
Padre Santo,
Eminentísimos y Excelentísimos padres,
Queridos hermanos y hermanas,
 
“Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición” (Gn 12, 1-2). Abram, nacido en Ur de los Caldeos, escuchó estas palabras que Dios le dirigió en Carrán. Atravesó la región y se estableció junto a la Encina de Moré (cfr. Gn 12,6) Acampó a continuación en el Négueb (cfr Gn 12, 9), bajó a Egipto (cfr Gn 12, 10-20), de aquí subió de nuevo al Négueb, después a Betel (cfr Gn 13, 1-2) y a continuación a la tierra de Canaán (cfr Gn 13, 12), estableciéndose en las Encinas de Mambré, en Hebrón (cfr Gn 13, 18). Dios estableció una alianza con su siervo Abrán, que pasó a ser Abraham, porque se le había confiado una misión especial: “Esta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. Y ya no te llamarás más Abram: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones” (Gn 17, 4-5). Conociendo la fe y la justicia de Abraham (cfr Gn 15, 6), Dios le hizo una triple promesa: un hijo, un pueblo numeroso y una tierra. El juramento del Dios de Israel no fallará, como nos confirma San Pablo (Cfr Rm 9, 1-11, 36).
 
“¡Yo soy el que soy!” (Ex 3, 14), son las palabras sacrosantas que el Señor Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, cuando se le apareció en el monte Horeb en una llama de fuego de una zarza que ardía pero no se consumía, dirigió a Moisés revelándole su santo nombre y confiándole la misión de liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto: “Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos¼ Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas».” (Ex 3, 7.10) Alentado por el apoyo del Dios de los Padres, Moisés, superando numerosas dificultades, guió a su pueblo a través del Mar Rojo y por el desierto hacia la tierra prometida, que sólo pudo ver desde el “monte Nebo, que está en el país de Moab, frente a Jericó” (Dt 32, 49), donde murió y fue sepultado “frente a Bet-Peor” (Dt 34, 6). Por medio de Moisés, su amigo, (cfr Ex 33, 11), Dios estableció en el Monte Sinaí la alianza con el pueblo elegido. Si escucha la voz de Yahvé y observa su ley, el pueblo será para él “un reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada” .(Ex 19, 6). Dios confió al pueblo elegido las “diez palabras”, los Diez mandamientos, compromiso y condición de la alianza (cfr Ex 20 - 24).
 
“Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy” (Jn 8, 58). Discutiendo con los judios en el templo de Jerusalén, Jesús alude al nombre divino que le fue revelado a Moisés (cfr, Ex. 3, 14), declarando implícitamente ser él mismo Dios, nacido en Belén para salvar a los hombres (cfr Lc 1, 4-14).“ Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría” (Jn 8, 56). Jesucristo, “hijo de David, hijo de Abraham” (Mt 1, 1), se apropia también de la expresión “día del Señor”, reservada a Dios en el Antiguo Testamento, y él mismo se presenta como el verdadero objeto de la promesa hecha a Abraham, de la alegría que este sintió con el nacimiento de su hijo Isaac (cfr Gn 12, 1-3).
 
Después de 30 años de vida en Nazaret, Jesús, cuando predicaba por toda Galilea (cfr. Mt 4, 23) recorriendo “todas las ciudades y los pueblos” (Mt 9, 35), indicó también su relación con el gran profeta Moisés. Al inicio de su vida pública, en el Lago de Tiberíades llamó a los discípulos, que estaban convencidos de haber encontrado “aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret” (Jn 1, 45). Esta experiencia fue confirmada en el monte Tabor, donde “... dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén” (Lc 9, 30-31). En la discusión con los miembros de su pueblo, en el templo de Jerusalén, Jesús se refiere también al testimonio de Moisés: “Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí: porque él escribió de mí” (Jn 5, 46). El Evangelista Juan resume con las siguientes palabras la contribución de ambos a la historia de la salvación: “Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo” (Jn 1, 17).
 
De estas breves alusiones al Antiguo y al Nuevo Testamento, resulta evidente la importancia de la geografía bíblica de Oriente Medio para todos los cristianos y, en particular, para quienes viven en Tierra Santa, tierra que Jesús santificó con su nacimiento en Belén, con su huida a Egipto, con su vida en Nazaret, con su predicación en Galilea, Samaria, Judea, acompañada de signos y milagros y, sobre todo, con su pasión, muerte y resurrección, en la ciudad santa de Jerusalén. El recuerdo de la historia de la salvación, que tuvo lugar en Oriente Medio, sigue estando vivo en los corazones de los habitantes de esta región y, en particular, de los cristianos. Estos son la continuación de los pueblos de la Biblia. Gracias a ellos, los acontecimientos que ocurrieron hace tantos siglos, permanecen vivos no sólo por la fuerza de la Palabra de Dios, siempre viva y eficaz (cfr. Hb 4, 12), sino también por el vínculo vital con la tierra bendecida por la especial presencia de Dios que se reveló en la plenitud de los tiempos (cfr. Hb 9, 26) en su Hijo Unigénito Jesucristo. Así como existen los pueblos de la Biblia, así se podría hablar de los obispos de la Biblia, haciendo referencia a los lugares en los que estos desarrollan su actividad pastoral. Estos pastores son numerosos en esta Asamblea sinodal que reúne a todos los obispos ordinarios de las 101 circunscripciones eclesiásticas de Oriente Medio, a los que dirijo un saludo muy especial. A estos es necesario añadir los 23 obispos de la Diáspora, que con su cuidado pastoral acompañan a los fieles emigrados de Oriente Medio a distintas partes del mundo.   Todos los obispos son, de alguna manera, obispos de la Biblia. Además de los obispos de la geografía bíblica, existen también los obispos de la comunión bíblica. La presencia de los representantes de los cinco continentes demuestra, de forma evidente, el interés de los cristianos de todo el mundo por la Iglesia Católica peregrina en Oriente Medio. A estos se añaden 19 obispos de países limítrofes o particularmente comprometidos en socorrer espiritual y materialmente a sus hermanos y hermanas de Tierra Santa.
 
En total, en esta Asamblea Especial para Oriente Medio participan 185 Padres sinodales, de los que 159 participan ex officio, y 17 son de nombramiento pontificio. De ellos, 9 son Patriarcas, 19 Cardenales, 65 Arzobispos, 10 Arzobispos titulares, 53 Obispos, 21 Obispos Auxiliares, 87 religiosos, de los cuales 4 han sido elegidos por la Unión de Superiores Generales. En cuanto a los cargos desempeñados, hay 9 Jefes de los Sínodos de los Obispos de las Iglesias Orientales Católicas sui iuris, 5 Presidentes de las Reuniones Internacionales de las Conferencias Episcopales, 6 Presidentes de Conferencias Episcopales, 14 Jefes de Dicasterios de la Curia Romana, 1 Arzobispo Coadjutor, 4 eméritos, de los cuales 2 son Cardenales y el Patriarca latino emérito de Jerusalén.
 
Tierra Santa es amada por todos los cristianos. Tengo el honor de saludar, de forma especial, a los Delegados Fraternos de 13 Iglesias y comunidades eclesiales.
 
Oriente Medio también es la casa de nuestros hermanos y hermanas judíos y musulmanes, porque representa el lugar donde también nacieron estas dos religiones monoteístas. Por tanto, tengo el placer de anunciar que durante los trabajos tendremos la alegría de escuchar las aportaciones de un rabino y de dos ilustres representantes del Islam suní y chií.
 
Saludo, también, a los 36 Expertos y los 34 Oyentes, que con agrado han aceptado su nombramiento y han venido para enriquecer la reflexión sinodal con su testimonio y sus ricas experiencias pastorales maduradas principalmente en Oriente Medio. Están presentes también algunos representantes de organismos que ayudan de forma concreta a las Iglesias de la región.
Estoy muy agradecido a los asistentes, a los traductores y al personal técnico, así como a los generosos colaboradores de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos por su preciosa colaboración, consciente de que sin su cualificada y generosa contribución no hubiera sido posible organizar esta Asamblea sinodal.
 
La presente relación se compone de VI partes:
 
I) Apertura ideal de la Asamblea Especial en Chipre
 
II) Algunos datos estadísticos
 
III) Convocación de la Asamblea Especial para Oriente Medio
 
IV) Preparación de la Asamblea Especial para Oriente Medio
 
V) Observaciones de carácter metodológico
 
VI) Conclusión
 
I) Apertura ideal de la Asamblea Especial en Chipre
 
Beatísimo Padre:
En nombre de los Padres sinodales y de todos los participantes en la Asamblea sinodal, tengo el honor de renovarle mi más más cordial saludo, ya anticipado por el Eminentísimo Cardenal Delegado Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, por haber convocado esta Asamblea sinodal y por haberla abierto idealmente en Nicosia, Chipre, donde estuvo en Visita Apostólica del 4 al 7 de junio de 2010.
La Asamblea Especial para Oriente Medio no fue programada con gran anticipación. Usted, Santo Padre, acogió con ejemplar diligencia la propuesta de varios obispos de la región medio-oriental de convocarlos a Roma, para escuchar las alegrías y los dolores, las esperanzas y las preocupaciones de los cristianos y de los hombres de buena voluntad en Oriente Medio, tierra tan importante para toda la Iglesia, más aún para todo el mundo. Para Usted, Santidad, será la 4ª Asamblea sinodal en 5 años de Pontificado. El venerable Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II, afirmó una vez que, considerado el número de Sínodos que él había presidido, se le recordaría como el Papa del Sínodo, “Papa sinodal” [1]. Parece que también Vuestra Santidad se está encaminando en el mismo sentido, con la solicitud propia del Obispo de Roma, en comunión con los hermanos del episcopado y al servicio de los fieles confiados a sus cuidados pastorales.
 
Durante su Pontificado, Vuestra Santidad ha ido tres veces a Oriente Medio. La primera Visita Apostólica, del 28 de noviembre al 1 de diciembre de 2006, fue enTurquía. Permanece viva en la memoria su Peregrinación del 8 al 15 de mayo de 2009 por Jordania, Israel y Palestina. El momento culminante de la mencionada Visita a Chipre fue la entrega del Instrumentum Laboris a los representantes del episcopado católico de Oriente Medio, dignamente representados por 7 Patriarcas y por el Presidente de la Conferencia Episcopal de Irán. Lamentablemente no pudo asistir a esta cita Su Excelencia Monseñor Luigi Padovese, O.F.M. Cap., Vicario Apostólico de Anatolia y Presidente de la Conferencia Episcopal de Turquía, ya que fue bárbaramente asesinado la víspera de su Visita Apostólica. Con ocasión de la entrega del Instrumentum Laboris, Su Santidad tuvo para él palabras afectuosas, agradeciéndole también la notable contribución a la redacción de los documentos de preparación de la Asamblea sinodal, es decir, de los Lineamenta y del Instrumentum laboris. Dirigimos nuestra oración al Señor para que acoja a su fiel siervo en su Reino de luz, de paz y de eterno júbilo, para que desde el cielo pueda interceder por el éxito de esta Asamblea sinodal. Que su sacrificio pueda abrir nuevos caminos de mutuo conocimiento, de colaboración en el respeto de la verdadera libertad religiosa en todos los Países de Oriente Medio y del mundo. Al mismo tiempo, rogamos por el arrepentimiento de cuantos estuvieron involucrados en su trágica muerte.
 
Con ocasión de la entrega del Instrumentum laboris, Vuestra Santidad recordó el lema de la Asamblea sinodal: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32), subrayando la actualidad de la comunión y del testimonio para la vida cristiana. También indicó la finalidad de la presente Asamblea en dos puntos: 1) “profundizar los vínculos de comunión entre los miembros de vuestras Iglesias locales, así como entre esas mismas Iglesias y con la Iglesia universal” y 2) “animaros en el testimonio que dais de vuestra fe en Cristo, en los países donde esta fe nació y creció” [2]. Además de dichos fines principales, existen también otras razones por las que la Asamblea Especial para Oriente Medio ha sido convocada. Esta representa la ocasión propicia “para los cristianos del resto del mundo de ofrecer apoyo espiritual y solidaridad a sus hermanos y hermanas de Oriente Medio” [3], sobre todo hacia aquellos que sufren grandes pruebas a causa de la difícil situación actual de la región. Además, la Asamblea Especial permite “poner de relieve el importante valor de la presencia y del testimonio cristiano en los países de la Biblia, no sólo para la comunidad cristiana mundial, sino también para vuestros vecinos y vuestros conciudadanos”[4]. Los cristianos que desde hace casi 2.000 años viven en Oriente Medio desean vivir en paz y armonía con sus vecinos judíos y musulmanes. Los cristianos merecen reconocimiento por el papel inestimable que desempeñan, con frecuencia “como artífices de paz en el difícil proceso de reconciliación” [5]. Por ello se deberían respetar siempre todos sus derechos, incluido el derecho a la libertad de culto y la libertad religiosa.
 
II) Algunos datos estadísticos
 
Juntos damos gracias al Dios bueno y misericordioso por los abundantes dones que la Iglesia en Oriente Medio ha recibido durante los casi 2.000 años de su existencia. Los discípulos de nuestro Señor Jesús, frecuentemente en situaciones adversas, llegando hasta el martirio, han dado testimonio de viva fe, de ardiente esperanza y de caridad activa. Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la presencia continua de los cristianos en Tierra Santa ofrece un válido motivo de esperanza para el presente y futuro de esta importante región. Tierra Santa es su lugar nativo, su patria, a cuya construcción en estados democráticos y prósperos desean dar una contribución preciosa y única, dispuestos a colaborar con todos los hombres de buena voluntad, especialmente con los fieles del judaísmo y del Islam.
 
A este respecto, parece útil indicar algunos datos estadísticos relativos a Oriente Medio. En la documentación de preparación de la Asamblea sinodal, sobre todo en los Lineamenta y en el Instrumentum laboris, con la denominación Oriente Medio se entiende, además de Jerusalén y los territorios palestinos, los 16 Estados siguientes: Arabia Saudí, Bahrein, Chipre, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Israel, Irán, Iraq, Kuwait, Líbano, Omán, Qatar, Siria, Turquía y Yemen.
 
Se trata de una región vasta, que se extiende sobre 7.180.912 km2. En la tabla adjunta se ve que en Oriente Medio viven 356.174.000 personas, de las que 5.707.000 son católicos, que representan el 1,60% de la población. Estos datos se han tomado del Annuarium Statisticum Ecclesiae 2008, en su última edición del año 2010. No ha sido fácil, sin embargo, obtener datos fiables acerca del número de cristianos en Oriente Medio. En la tabla que aquí se presenta, su número aproximado sería de 20.101.866 personas, es decir, el 5,90% de la población. Los datos, aunque indicativos, ofrecen una idea de la presencia de las minorías cristianas en una región mayormente musulmana, con excepción de Israel, donde los judíos serían el 75,6%, los musulmanes el 16,7%, los cristianos el 2,1%, los drusos el 1,6%, y otros el 4% [6].
 
 
 





PRESENCIA DE CRISTIANOS en los Países de Oriente Medio
 
40181









Fuente: Annuarium Statisticum Ecclesiae
 
 
 
 








 
 
 
1980









 
 
 
 
c


























































































































































































PAÍS
SUPERFICIE (km2)
 
POBLACIÓN
 
%
 
 
 
 
 
 
Chipre
9251
 
630000
8.000
1,27
Egipto
1001449
 
41990000
158.000
0,38
Jordania
89324
 
3190000
76.000
2,38
Irán
1648195
 
37450000
19.000
0,05
Iraq
438317
 
13080000
378.000
2,89
Israel
20770
 
3870000
147.000
3,8
Líbano
10400
 
3160000
1.215.000
38,45
Siria
185180
 
8980000
227.000
2,53
Turquía
774815
 
44920000
17.000
0,04
TOTAL
4177701
 
157270000
2.245.000
1,43
 
 
 
 
 
 
Arabia Saudí
2149690
 
8370000
135.000
1,61
Bahrein
678
 
350000
6.000
1,71
Emiratos Árabes Unidos
83600
 
800000
25.000
3,13
Kuwait
17818
 
1360000
49.000
3,6
Omán
212457
 
890000
4.000
0,45
Qatar
11000
 
220000
5.000
2,27
Yemen
527968
 
7900000
2.500
0,03
TOTAL
3003211
 
19890000
226.500
1,14
 
 
 
 
 
 
TOTALGENERAL
7180912
 
177160000
2.471.500
1,4

 
 
 





PRESENCIA DE CRISTIANOS en los países de Oriente Medio
 
40269









Fuente: Annuarium Statisticum Ecclesiae
 
 
 
 








 
 
 
1997









 
 
 
 
CATÓLICOS


















































































PAÍS
SUPERFICIE (km2)
 
POBLACIÓN
 
 
 
 
 
 
 
 
Chipre
9251
 
770000
17.000
2,21
Egipto
1001449
 
62010000
218.000
0,35
Jordania
89324
 
5770000
71.000
1,23
Irán
1648195
 
60690000
12.000
0,02
Iraq
438317
 
21180000
275.000
1,3
Israel
20770
 
5830000
106.000
1,82
Líbano
10400
 
3140000
1.967.000
62,64
Siria
185180
 
14950000
309.000
2,07

 








































































































Turquía
774815
 
63750000
32.000
0,05
TOTAL
4177701
 
238090000
3.007.000
1,26
 
 
 
 
 
 
Arabia Saudí
2149690
 
19490000
641.000
3,29
Bahrein
678
 
620000
30.000
4,84
Emiratos Árabes Unidos
83600
 
2580000
155.000
6,01
Kuwait
17818
 
1810000
156.000
8,62
Omán
212457
 
2400000
52.000
2,17
Qatar
11000
 
570000
60.000
10,53
Yemen
527968
 
16480000
3.000
0,02
TOTAL
3003211
 
43950000
1.097.000
2,5
 
 
 
 
 
 
TOTALGENERAL
7180912
 
282040000
4.104.000
1,46

 
 
 





PRESENCIA DE CRISTIANOS en los países de Oriente Medio
 
40270









Fuente: Annuarium Statisticum Ecclesiae
 
 
 
 








 
 
 
2006









 
 
 
 
CATÓLICOS


























































































































































































PAÍS
SUPERFICIE (km2)
 
POBLACIÓN
 
%
 
 
 
 
 
 
Chipre
9251
 
791000
17.000
2,15
Egipto
1001449
 
75510000
197.000
0,26
Jordania
89324
 
5600000
79.000
1,41
Irán
1648195
 
70600000
17.000
0,02
Iraq
438317
 
28810000
304.000
1,06
Israel
20770
 
7050000
128.000
1,82
Líbano
10400
 
3817000
1.836.000
48,1
Siria
185180
 
18870000
401.000
2,13
Turquía
774815
 
72970000
32.000
0,04
TOTAL
4177701
 
284018000
3.011.000
1,06
 
 
 
 
 
 
Arabia Saudí
2149690
 
23680000
900.000
3,8
Bahrein
678
 
757000
41.000
5,42
Emiratos Árabes Unidos
83600
 
4006000
459.000
11,46
Kuwait
17818
 
2532000
300.000
11,85
Omán
212457
 
2580000
72.000
2,79
Qatar
11000
 
679000
64.000
9,43
Yemen
527968
 
22282000
6.000
0,03
TOTAL
3003211
 
56516000
1.842.000
3,26
 
 
 
 
 
 
TOTAL GENERAL
7180912
 
340534000
4.853.000
1,43

 
 
 





PRESENCIA DE CRISTIANOS en los países de Oriente Medio
 
40271









Fuente: Annuarium Statisticum Ecclesiae
 
 
 
 








 
 
 
2008









 
 
 
 
CATÓLICOS


























































































































































































PAÍS
SUPERFICIE (km2)
 
POBLACIÓN
 
%
 
 
 
 
 
 
Chipre
9251
 
794000
25.000
3,15
Egipto
1001449
 
79100000
196.000
0,25
Jordania
89324
 
5850000
109.000
1,86
Irán
1648195
 
72580000
19.000
0,03
Iraq
438317
 
32150000
301.000
0,94
Israel
20770
 
7300000
133.000
1,82
Líbano
10400
 
3921000
2.030.000
51,77
Siria
185180
 
19640000
428.000
2,18
Turquía
774815
 
74840000
37.000
0,05
TOTAL
4177701
 
296175000
3.278.000
1,11
 
 
 
 
 
 
Arabia Saudí
2149690
 
24810000
1.250.000
5,04
Bahrein
678
 
1201000
65.000
5,41
Emiratos Árabes Unidos
83600
 
4770000
580.000
12,16
Kuwait
17818
 
2682000
300.000
11,19
Omán
212457
 
2795000
120.000
4,29
Qatar
11000
 
1541000
110.000
7,14
Yemen
527968
 
22200000
4.000
0,02
TOTAL
3003211
 
59999000
2.429.000
4,05
 
 
 
 
 
 
TOTAL GENERAL
7180912
 
356174000
5.707.000
1,6

 
 
En la tabla se distinguen dos regiones de Oriente Medio. La primera en la que los cristianos están tradicionalmente presentes y que, lamentablemente, muestra en su conjunto una fuerte disminución, también en comparación con los datos del año 1980, y esto no tanto en el número de los católicos, como en el porcentaje de los respectivos países. El número de los católicos no ha seguido el crecimiento demográfico de los habitantes. El segundo grupo representa a los países en los que la presencia cristiana ha aumentado considerablemente en los últimos decenios, gracias a muchos fieles que han venido a vivir aquí durante cierto tiempo en busca de trabajo y de mejores condiciones de vida. Gracias a Dios, en dichos países la tendencia es la contraria, dado que los católicos aumentan tanto en número como en porcentaje. Es uno de los signos de los tiempos que la Iglesia en su conjunto y los Pastores de Oriente Medio deben valorar convenientemente, dando gracias a Dios que puede escribir la historia de la salvación del mundo incluso con modos y tiempos inesperados.
 
En el discurso con ocasión de la entrega en Nicosia del Instrumentum Laboris, el Santo Padre Benedicto XVI destacó la notable contribución de los cristianos al desarrollo integral de los países en los que viven: “Vosotros contribuís de muchas maneras al bien común, por ejemplo con la educación, la atención a los enfermos y la asistencia social y trabajáis en la construcción de la sociedad”[7].
 
Algunos datos disponibles ilustran claramente la afirmación del Obispo de Roma que, durante su Viaje Apostólico a Jordania, el 9 de mayo de 2009, bendijo la primera piedra de la Universidad de Madaba del Patriarcado Latino de Jerusalén. En Oriente Medio la Iglesia Católica administra 686 escuelas maternas con 92.661 alumnos, 869 escuelas primarias con 343.705 alumnos, 548 escuelas de segunda enseñanza con 183.995 alumnos. Existen también 13 Institutos de Estudios Superiores, entre ellos 4 Universidades. Por lo que se refiere al número de alumnos, 2.443 frecuentan Institutos Superiores, 1.654 estudios eclesiásticos y 34.506 otros estudios universitarios [8]. Es útil recordar que dichas escuelas no sólo las frecuentan católicos o cristianos, sino que están abiertas a quienes pertenecen a otras religiones, en particular a los musulmanes. Es un modo práctico y eficaz, mediante el cual la Iglesia contribuye a la educación de los jóvenes, esperanza para la Iglesia y para la sociedad.
 
La Iglesia Católica está, además, en primera línea en el apostolado de la caridad por lo que se refiere a los enfermos, ancianos, discapacitados, pobres. En Oriente Medio, la Iglesia tiene 544 centros sanitarios católicos: 76 hospitales y sanatorios, 113 centros sanitarios para los ancianos, 331 consultorios y dispensarios, 24 centros sanitarios para discapacitados, centros de rehabilitación administrados por distintos Institutos de Vida consagrada. Estas instituciones también están abiertas a otros cristianos, a los musulmanes y a toda persona necesitada.
Numerosas iniciativas que se dedican a ayudar a los hermanos con graves necesidades están administradas por las respectivas Caritas nacionales de la Región MONA (Oriente Medio, Cuerno de África y África del Norte).
 
Una valiosa ayuda a los hermanos y hermanas de Oriente Medio está asegurada por la Orden Soberana Militar de Malta, por la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén y, sobre todo, por la benemérita Congregación para las Iglesias Orientales, que coordina la ayuda de varios organismos, entre los que es preciso mencionar la Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO).
 
III) Convocación de la Asamblea Especial para Oriente Medio
 
El Santo Padre Benedicto XVI anunció la decisión de convocar la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos el 19 de septiembre de 2009, durante el encuentro con los Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias Orientales Católicas sui iuris.
 
La idea de convocar esta Asamblea sinodal fue el resultado de un doble dinamismo pastoral. Por una parte, varios Obispos, sobre todo de las regiones más atormentadas de Oriente Medio, como por ejemplo Iraq, pidieron al Santo Padre reunir a los Obispos de la región para escuchar de manera directa informaciones sobre la situación, con frecuencia dramática, en que viven los fieles confiados a su cuidado pastoral y para ver, con la gracia del Espíritu Santo y en la comunión episcopal, posibles caminos para mejorar dicha situación, comenzando por la comunión dentro de las Iglesias y entre ellas. Algunos cardenales y prelados de la Curia Romana, que han mantenido frecuentes contactos, institucionales y personales, con los Pastores y los cristianos de Tierra Santa, se han hecho intérpretes de este deseo de los Pastores en graves adversidades.
 
Por otra parte, durante sus viajes apostólicos a Turquía y luego a Jordania, Israel y Palestina, el Santo Padre Benedicto XVI vio con sus propios ojos y tocó con sus manos las alegrías y los dolores de varias Iglesias locales. Acogió, por tanto, su deseo de no sentirse solas, de reforzar los vínculos de comunión con la Iglesia universal a través del Obispo de Roma que la preside en la caridad. Por lo demás, el anuncio de la convocación de la Asamblea sinodal se hizo en un ambiente de profunda comunión del Papa con los Jefes de las Iglesias Orientales Católicas sui iuris, recibidos en Castel Gandolfo. Este significativo gesto, encuentro y ágape fraterno, estuvo también motivado por el deseo de Vuestra Santidad de “escuchar la voz de las Iglesias a las que vosotros servís con admirable abnegación y de reforzar los vínculos de comunión que las unen a la Sede Apostólica” [9]. Usted, Santo Padre, expresó también su voluntad de “promover aquella sinodalidad tan apreciada por la eclesiología oriental y saludada con aprecio por el Concilio Vaticano II”[10]. Recordando, además, el llamamiento de paz que los Patriarcas le habían entregado durante la XII Asamblea sinodal sobre la Palabra de Dios, Usted dirigió su pensamiento sobre todo a las regiones atormentadas de Oriente Medio. En este contexto dio el anuncio de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, confiando los resultados a la materna intercesión de María Santísima, tan honrada por las venerables Iglesias Orientales Católicas, como también por nuestros hermanos y hermanas de otras Iglesias cristianas.
 
IV) Preparación de la Asamblea Especial para Oriente Medio
 
En la Audiencia que me fue concedida el 13 de junio de 2009, el Santo Padre manifestó también su opinión sobre la propuesta de convocar una Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos. Para examinar adecuadamente la cuestión, dispuso llevar a cabo una reunión de estudio en la Secretaría General el 8 de julio de 2009. En dicho encuentro participaron los Responsables de los cuatro Dicasterios de la Curia Romana que mantienen contactos más frecuentes con la Iglesia Católica de Oriente Medio: los Prefectos de la Congregaciones para las Iglesias Orientales y para la Evangelización de los Pueblos, los Presidentes del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Participó también en dicho encuentro un representante de la Sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado. Después de un intercambio de información sobre la situación eclesial y social en la región, se analizaron las propuestas de convocación de la Asamblea Especial para Oriente Medio, los posibles temas de la Asamblea sinodal, el número de participantes y la fecha de su celebración. Se subrayó la necesidad de constituir un Consejo Pre Sinodal para Oriente Medio con el fin de preparar los respectivos documentos.
 
En la Audiencia que se me concedió el 7 de septiembre presenté al Santo Padre Benedicto XVI los resultados de la citada reunión de estudio. Después de una madura reflexión, Su Santidad hizo pública su decisión de convocar la Asamblea Especial para Oriente Medio, del 10 al 24 de octubre de 2010 con el tema: La Iglesia Católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma”(Hch 4, 32). Como ya se ha dicho, el anuncio de este importante acontecimiento fue realizado por el Santo Padre Benedicto XVI en persona el 19 de septiembre de 2009. Su Santidad dispuso, además, que fueran miembros del Consejo Pre Sinodal para Oriente Medio de la Secretaría General los 7 Patriarcas, 6 de las Iglesias Orientales Católicas sui iuris y el Patriarca latino de Jerusalén y también los dos Presidentes de las Conferencias Episcopales de Turquía y de Irán.  Considerado el tiempo relativamente breve para la preparación de la Asamblea sinodal, la Secretaría General programó la primera reunión del Consejo Pre Sinodal para Oriente Medio para los días 21 y 22 de septiembre de 2009, después del encuentro de los Patriarcas y de los Arzobispos Mayores con el Santo Padre.
La finalidad de esta reunión era preparar los Lineamenta, documento de reflexión sobre el tema de la Asamblea sinodal. Después de un amplio intercambio de pareceres sobre la compleja situación de Oriente Medio, los Miembros del Consejo concordaron el esquema de los Lineamenta con precisas indicaciones sobre su contenido.
 
En la reunión del 24 y 25 de noviembre de 2009, los Miembros del Consejo Presinodal examinaron el borrador del Documento. Tomando en cuenta la experiencia pastoral en los diversos Países de Oriente Medio, presentaron varias modificaciones que luego se incluyeron en el texto. Este se envió por correo electrónico a los Miembros del Consejo Especial para Oriente Medio para una última aprobación, solicitando enviar eventuales observaciones antes de finalizar el mes de noviembre. Examinadas las observaciones recibidas, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos elaboró la versión definitiva del documento, que se tradujo en cuatro lenguas: árabe, francés, italiano e inglés.
 
Los Lineamenta, que llevan la fecha del 8 de diciembre de 2009, fueron presentados en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el 19 de enero de 2010 por el Excelentísimo Monseñor Nikola Eterovi_, Secretario General del Sínodo de los Obispos, y por el Sub Secretario Monseñor Fortunato Frezza. El documento se difundió ampliamente, también a través del sitio internet vaticano en las páginas de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.
 
Las Iglesias Orientales Católicas sui iuris, las Conferencias Episcopales, los Dicasterios de la Curia Romana, la Unión de Superiores Generales y otros organismos interesados dispusieron de tiempo hasta la Pascua del 2010 – que por providencial coincidencia fue celebrada por todos los cristianos, incluidas todas las tradiciones, en la misma fecha del 4 de abril – para enviar a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos las respuestas al Cuestionario de los Lineamenta. Las respuestas debían servir para redactar el Instrumentum laboris, documento de trabajo de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos.
 
El Instrumentum laboris
 
A pesar del poco tiempo a disposición para el estudio de los Lineamenta, el porcentaje de las respuestas fue bastante satisfactorio. Estas se dividieron en varias categorías, según las instituciones con las que la Secretaría General del Sínodo de los Obispos mantiene relaciones oficiales.
 
Instituciones: n° - Respuestas: %
 
Iglesias Orientales Católicas sui iuris: 6 - 6 (100 %)
 
Patriarcado latino de Jerusalén 1 - 1 (100 %)
 
Conferencias Episcopales: 3 - 3 (100 %)
 
Dicasterios de la Curia Romana: 26 [11] - 14 (56 %)
 
Unión de Superiores Generales: 1 - 1 (100 %)
 
A la Secretaría General del Sínodo de los Obispos llegaron también contribuciones de varios Institutos de Enseñanza Superior, de algunas Universidades, así como de comunidades religiosas y de fieles, incluso de personas laicas que se preocupan por el presente y futuro de la Iglesia Católica en Oriente Medio.
 
El Consejo Pre Sinodal para Oriente Medio se reunió los días 23 y 24 de abril de 2010 para examinar las respuestas que habían llegado a la Secretaría del Sínodo de los Obispos, y que fueron integradas en un borrador de Documento, redactado por la Secretaría General con la ayuda de algunos expertos. Este conservó substancialmente la estructura de los Lineamenta, facilitando la tarea del Consejo de examinar el Documento. Respetando las contribuciones recibidas de los citados organismos de los Episcopados de cada País, los Miembros del Consejo Presinodal enriquecieron los borradores con aportaciones individuales, resultado de su fecunda experiencia pastoral, dando válidas indicaciones para completar el texto, obra que fue realizada por la Secretaría General. A continuación, por correo electrónico, el Documento fue enviado a todos los Miembros del Consejo Pre Sinodal con la petición de enviar eventuales observaciones antes del 15 de mayo de 2010. Después de haber integrado el texto con las observaciones que llegaron, el Documento se completó y se tradujo en las 4 lenguas: árabe, francés, italiano e inglés. El 7 de junio de 2010, el Santo Padre Benedicto XVI tuvo la bondad de entregarlo personalmente en Nicosia, Chipre, a los Miembros del Consejo Pre Sinodal, en representación de todo el Episcopado de Oriente Medio.
 
Después de la entrega del Instrumentum laboris por parte del Santo Padre, al que una vez más damos las gracias más profundas, el Documento fue ampliamente difundido por la Secretaría General del Sínodo, haciendo uso, entre otros medios, de la propia página en el sitio vaticano.
 
Nombramiento de los Miembros de la Presidencia de la Asamblea sinodal
 
El 24 de abril de 2010, el Sumo Pontífice Benedicto XVI nombró a los miembros de la Presidencia de la Asamblea Especial para Oriente Medio:
- dos Presidentes Delegados ad honorem: Su Beatitud Señor. Card. Nasrallah Pierre SFEIR, Patriarca de Antioquía de los Maronitas, Líbano, y Su Beatitud Señor. Card. Emmanuel III DELLY, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, Iraq.
- dos Presidentes Delegados: Su Eminencia Señor Card. Leonardo SANDRI, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales y Su Beatitud Ignace Youssif III YOUNAN, Patriarca de Antioquía de los Sirios, Líbano.
- Relator General: Su Beatitud Antonios NAGUIB, Patriarca de Alejandría de los Coptos, Egipto.
- Secretario Especial: Su Excelencia Mons. Joseph SOUEIF, Arzobispo de Chipre de los Maronitas, Chipre [12].
 
V) Observaciones de carácter metodológico
 
El Sínodo de los Obispos es el lugar privilegiado de la comunión episcopal. Con ocasión del mismo, los Obispos consolidan entre ellos y con el romano Pontífice los vínculos de comunión efectiva y afectiva. No se trata solamente de un sentimiento, por muy noble que sea. Es una realidad eclesial que exige asidua presencia, paciente escucha, gran disponibilidad, atención al prójimo, consideración por las necesidades del otro, colaboración con los hermanos, sacrificio orientado al bien de todos. Tengo la seguridad de que con este espíritu de servicio eclesial, cada Padre sinodal estará dispuesto a aceptar y cumplir el encargo que le será confiado, por elección, por designación o por nombramiento, ofreciendo la propia aportación para el éxito de la Asamblea sinodal. Con frecuencia se trata de servicios escondidos, pero muy importantes para el éxito de la Asamblea sinodal. Para que el mayor número posible de Padres sinodales pueda desempeñar un papel activo a favor de toda la Asamblea, se recomienda vivamente que cada uno ejerza solamente un cargo.
 
En la Audiencia que se me concedió el 26 de marzo de 2010, el Santo Padre Benedicto XVI, aprobó los criterios sobre la participación en la Asamblea sinodal, acordados en seno al Consejo Presinodal para Oriente Medio de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, que se reunió los días 24 y 25 de noviembre de 2009. Después de la aprobación del Sumo Pontífice, dichos criterios se comunicaron a los Patriarcas de las Iglesias Orientales Católicas sui iuris y a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de la región.
 
Según la decisión del Santo Padre Benedicto XVI, en la Asamblea sinodal participan ex officio todos los Obispos activos de Oriente Medio: Ordinarios y Auxiliares, y quienes se equiparan a ellos. En dicho número están incluidos los cardenales sin límite de edad y los Jefes de las mayores Iglesias Orientales Católicas sui iuris. Además, tienen derecho a participar en la Asamblea sinodal los Obispos de la Diáspora de las respectivas Iglesias Orientales Católicas.
El Santo Padre aprobó también que los Países del África nororiental estén representados por un Obispo. Además, su Santidad dispuso que participen en la Asamblea sinodal los Presidentes de las Conferencias Episcopales de los cinco continentes. Su presencia es signo de la cercanía del episcopado universal a los hermanos obispos de Oriente Medio. A ellos se añaden también los Obispos representantes de Países que acogen fieles provenientes de Oriente Medio y que ofrecen una notable ayuda a la Iglesia Católica en la región, ya mediante misioneros y misioneras, ya de naturaleza financiera. Conforme a las normas del Ordo Synodi Episcoporum, el Santo Padre completó el número de los Padres sinodales con nombramientos propios.
 
El Santo Padre Benedicto XVI aceptó con agrado la propuesta del Consejo Pre Sinodal de invitar un significativo número de Oyentes, hombres y mujeres, comprometidos en la evangelización y en la promoción humana en Oriente Medio. Su presencia y su palabra permitirán tener una visión amplia sobre la vida eclesial y social en la región, considerada también por parte de los laicos. En la Asamblea sinodal está presente un significativo número de Expertos, dispuestos a asistir con su preparación y experiencia al Secretario Especial y al Relator General durante los trabajos sinodales.
La metodología sinodal no ha sufrido grandes cambios en relación a la que se ha ya verificado en los recientes sínodos presididos por el Santo Padre Benedicto XVI. Sin embargo, puede ser útil recordar algunos elementos importantes.
 
1) Se invita vivamente a todos los Padres sinodales a leer atentamente el Vademecum que cada participante ha recibido. Siguiendo las normas de la Carta Apostólica Apostolica sollicitudo y del Ordo Synodi Episcoporum, como también la praxis sinodal, en dicho documento se describe detalladamente el modo de proceder en la presente Asamblea sinodal.
.
2) El Vademecum está impreso en cuatro lenguas: árabe, francés, italiano e inglés, mientras para mayor comodidad el Kalendarium de los trabajos se presenta en lengua latina, que es aún la lengua oficial del Sínodo de los Obispos. De este resulta que se prevén 14 Congregaciones generales y 6 Sesiones de Círculos menores.
 
3) También en la presente Asamblea, con el fin de facilitar una mayor participación, cada Padre sinodal podrá intervenir en el Aula sinodal durante 5 minutos. Se espera que tome la palabra el mayor número posible. De todas formas, cada Padre sinodal podrá entregar por escrito su intervención, que se examinará con atención y se tendrá en cuenta en el momento de redacción de las propuestas de los documentos.
 
4) Para favorecer una mayor profundización de los temas en el orden del día, al final de las Congregaciones Generales de la tarde, desde las 18 a las 19, habrá una hora de discusión libre. Los Padres sinodales que pidan la palabra, podrán hablar no más de 3 minutos. A propósito de esto, permítanme indicar dos aspectos. Es importante tener presente que la discusión libre se deberá circunscribir al tema del Sínodo: “La Iglesia Católica en Oriente Medio: comunión y testimonio”. Es un argumento muy importante y rico de contenido, que necesita ser profundizado en varios aspectos eclesiales y que se debe intentar traducir en iniciativas de actividad pastoral. Se ruega por tanto a los Presidentes Delegados que presten atención para que la discusión no salga del tema establecido. Es oportuno, además, que en la discusión libre, los Padres hablen sin leer el texto escrito, como en el caso de las intervenciones oficiales durante las Congregaciones generales. Eventualmente pueden tener apuntes, pero se han de preferir las intervenciones libres, incluidas las preguntas, las reflexiones espontáneas, aunque no sean perfectas en su formulación.
 
5) Para evitar la innecesaria repetición de los temas, he pedido a los Patriarcas de las Iglesias Orientales Católicas que se pongan de acuerdo sobre los argumentos de las intervenciones de cada miembro, de tal forma que la posición del respectivo Sínodo de los Obispos de cada Iglesia sui iuris pueda ser presentada fielmente, en su globalidad, con una rica variedad de temas. La Secretaría General actuará de forma que se pueda escuchar la voz de todas las Iglesias Orientales Católicas, incluso de las que tienen menos Obispos. Para ordenar las intervenciones es muy importante que los Padres sinodales pidan cuanto antes la palabra. Por lo demás, dado que la Asamblea sinodal dura dos semanas, solamente la primera semana se reserva a las intervenciones de los Padres sinodales en esta aula.
 
6) Se pide amablemente a los Padres sinodales que tengan cuidado con las síntesis de los textos pronunciados, que normalmente son publicadas. Si alguno, por alguna razón, no quiere que se difunda su intervención, se ruega indicarlo a la Secretaría General. Lo mismo vale también para los textos in scriptis, que siempre se pueden entregar a la Secretaría General.
 
7) La Secretaría General ha asegurado la traducción simultánea en las 4 lenguas oficiales de la Asamblea sinodal: árabe, francés, italiano e inglés. En dichas lenguas es posible realizar intervenciones durante los trabajos.
 
8) También las Proposiciones se pueden redactar en estas cuatro lenguas. Se recomienda encarecidamente que cada proposición sea concisa, centrada sobre un único argumento. Teniendo presente la doctrina de la Iglesia, que no es preciso repetir, los Padres sinodales deberían más bien proponer consejos finalizados a profundizar la comunión eclesial y a reavivar el testimonio cristiano en Oriente Medio para el bien de la Iglesia Católica.
 
9) Para favorecer lo más posible la comunión entre los Padres sinodales, los Círculos menores serán en tres lenguas: árabe, francés e inglés. Próximamente recibirán Uds. la lista de los miembros de cada círculo, compuesto en general según vuestras indicaciones sobre el conocimiento de las lenguas. Se puede cambiar de círculo menor solamente por un grave razón y de acuerdo con el Secretario General.
 
10) Para facilitar el trabajo, en la actual Asamblea sinodal se utilizarán también los medios electrónicos. En el Vademécum encontrarán indicaciones precisas sobre el modo de usarlos. Si fuera necesario, los Padres podrán ayudarse recíprocamente, sobre todo al inicio de los trabajos, indicando al que está al lado cómo utilizar dichos medios. En cualquier caso, en el aula estarán presentes técnicos, a los que eventualmente podrán pedir asistencia. Es importante que cada Padre respete el lugar que le ha sido asignado según la precedencia, ya que cada una de las sillas está relacionada con un número en el sistema electrónico de voto. Además, con el sistema electrónico todos los días se efectuará el control de las presencias. Habrá, además, varias elecciones y votaciones con el instrumento que tenéis a vuestra disposición.
 
11) La presencia de algunos Delegados fraternos, representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales, es ya una praxis afianzada. Su participación es particularmente significativa en esta Asamblea sinodal, teniendo en cuenta su presencia en Tierra Santa y en Oriente Medio. Podrán dirigirse a la Asamblea y participar en los trabajos de los círculos menores. Los cristianos están llamados en todas partes, pero de modo especial en la Tierra de Jesús, a proceder en el camino hacia la plena unidad de todos los que creen en el Señor Jesús, que han recibido el Espíritu Santo para glorificar con las palabras y sobre todo con su vida a nuestro Padre que está en los cielos.
 
12) Se esperan también a tres invitados especiales durante los trabajos sinodales. Se trata del rabino David Rosen, Director del Departamento para los Asuntos Interreligiosos del American Jewish Committee y Heilbrunn Institute for International Interreligious Understanding, Israel, y de los Señores: Muhammad al-Sammak, Consejero Político del gran Muftí de Líbano, para el Islam suní, y del Ayatolá Dr. Seyed Mostafa Mohaqhegh Ahmadabadi, Ph. D., Profesor en la Facultad de Derecho en la Shahid Beheshti University de Teherán y Miembro de la Academia Iraniana de las Ciencias, para el Islam chií. Agradecemos a los tres invitados que hayan aceptado la invitación del Santo Padre a participar en esta Asamblea. Se trata de un gesto significativo que confirma la voluntad de la Iglesia Católica de continuar el diálogo con el judaísmo, con el que comparte la mayor parte de los libros del Antiguo Testamento. La presencia de dos ilustres musulmanes representa, además, la voluntad de seguir adelante en el diálogo vital entre los cristianos y el mundo del Islam para el bien de los fieles de las respectivas religiones, como también de los habitantes de Oriente Medio y de todo el mundo.
 
VI) Conclusión
 
“Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15). Jesús resucitado pronunció estas palabras en Jerusalén antes de subir al cielo y sentarse a la diestra de Dios (cfr. Mc. 16, 19) El Maestro había asegurado a los discípulos: “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Por tanto, el Señor acompañaba la difusión del Evangelio que desde Tierra Santa se extendía a todo el mundo: “Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con los signos que la acompañaban” (Mc 16, 20). El anuncio de la Buena Nueva presuponía dos dimensiones esenciales: la comunión y el testimonio. Estas son connaturales al cristianismo desde los inicios. Jesucristo había elegido a los doce apóstoles (cfr Mt 10, 1-4: Mc 13, 13-19; Lc 6, 13-16), formando con ellos el núcleo de la Iglesia. A continuación, Jesús designó otros setenta y dos discípulos, enviándolos “de dos en dos, a todas las ciudades y sitios adonde él había de ir”.(Lc 10, 1). Entre sus discípulos, cuyo número crecía cada vez más, se encontraban “algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades¼que les servían con sus bienes” (Lc 8, 2.3). A pesar de la variedad de las vocaciones y tareas impartidas, todos tenían el compromiso de vivir el ideal de la vida cristiana: “la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32). Por otra parte, el Señor antes de subir al cielo dijo a los discípulos: “recibiréis una fuerza cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y de este modo seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y en Samaria, y hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8).
 
La Palabra del Señor Jesús se puso en práctica. Basta recordar las misiones de los Apóstoles en el mundo entonces conocido, su testimonio hasta el martirio, como también la fundación de las primeras comunidades cristianas según el ideal evangélico de “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32). Encontrándonos en Roma, es justo evocar de nuevo con gratitud el ejemplo de los Santos Pedro y Pablo que, abandonando sus tierras de origen, llevaron el Evangelio al centro del imperio romano y concluyeron su predicación con el martirio, expresión suprema del testimonio cristiano. Desde aquel tiempo, en Roma existe una floreciente comunidad cristiana, cuya cabeza es el propio Obispo que, por divina Providencia, preside en la caridad toda la Iglesia. El 264 sucesor del apóstol Pedro, como también de la herencia apostólica de Pablo, Papa Benedicto XVI, acoge cordialmente a los hermanos de Tierra Santa, que han venido a Roma a la Asamblea Especial para presentarle en persona la situación de la Iglesia Católica en Oriente Medio, para profundizar el sentido de comunión católica, teniendo presente también su dimensión ecuménica, y para reavivar el testimonio cristiano. No cabe duda de que bajo la sabia presidencia de Su Santidad Benedicto XVI tales propósitos se realizarán. Al mismo tiempo, los Padres sinodales de Oriente Medio están muy agradecidos al Santo Padre por el constante apoyo, del que es expresión privilegiada esta Asamblea sinodal, por el incansable compromiso en la busca de soluciones justas y duraderas a los graves problemas de la región, sobre todo el advenimiento de la paz en la justicia. Están igualmente agradecidos al Sumo Pontífice porque con el carisma petrino ayudará a los Obispos de Oriente Medio a lograr la finalidad de esta Asamblea sinodal. Es de esperar que, volviendo de Roma, al final de la Asamblea sinodal, los Pastores de las beneméritas Iglesias Orientales Católicas, como también la Iglesia de tradición latina, podrán glorificar a Dios por un renovado sentido de comunión y por un nuevo vigor en el testimonio cristiano, en los ambientes en los que viven y en los contactos que mantienen no solamente con los cristianos, sino también con los miembros de otras denominaciones religiosas, sobre todo con los judíos y musulmanes.
 
Para que dicho deseo pueda realizarse, invocamos la intercesión de todos los santos de la región, en particular de los numerosos mártires de Tierra Santa y, sobre todo, de la Beata Virgen María, madre de Jesús y madre de la Iglesia. Ella no cesará de velar por la amada Iglesia Católica en la tierra donde Ella vivió colaborando en la realización del sublime misterio de la encarnación y de la redención del hombre y de la humanidad. Invitándonos: “haced lo que él os diga” (Jn 2, 5), Ella nos exhorta a tener confianza no en nuestras fuerzas y proyectos, sino más bien en la promesa: “no temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino” (Lc 12, 32).  Gracias por la paciente escucha. Que la gracia del Espíritu Santo nos acompañe en nuestro trabajo sinodal.
 
Nicola Eterovi_
Arzobispo titular de Cibale
Secretario General
 
NOTAS
 
[1] Organizzare sessioni continentali del Sinodo in preparazione al Terzo Millennio, L’Osservatore Romano, 16-17 de enero de 1995, pág. 4.
[2] Benedicto XVI, Discurso en Nicosia con ocasión de la entrega del Instrumentum laboris del Sínodo para Oriente Medio, L’Osservatore Romano 7-8 de junio de 2010, pág. 9.
[3] Ibidem
[4] Ibidem
[5] Ibidem
[6] Cfr. Calendario Atlante De Agostini 2010, Istituto Geográfico De Agostini, Pioltello (MI) 2009, pág. 678.
[7] Benedicto XVI, Discurso en Nicosia con ocasión de la entrega del Instrumentum laboris del Sínodo para Oriente Medio, L’Osservatore Romano 7-8 de junio de 2010, pág. 9.
[8] Los datos estadísticos se han tomado del Annuarium Statisticum Ecclesiae 2008, Città del Vaticano 2010, páginas 281 y 285-287.
[9] Benedicto XVI, Ad Patriarcas et Archiepiscopos Maiores Orientales, AAS 101 (209) pág. 858.
[10] Ibidem, pág. 858.
[11] Aunque los Lineamenta se enviaron también a los 26 Dicasterios, las respuestas llegaron de aquellos que más siguen la situación eclesial en Oriente Medio Y cuyos Responsables participan en la Asamblea sinodal.
[12] Cfr. L’Osservatore Romano, 25 de abril de 2010, pág. 1.
 
[00001-04.14] [NNNNN] [Texto original: italiano]
 
RELACIÓN ANTERIOR A LA DISCUSIÓN
 
Santísimo Padre,
Eminencias, Beatitudes, Excelencias,
Hermanos Delegados de las Iglesias Hermanas
y Comunidades Eclesiales,
Queridas hermanas y hermanos, invitados y expertos,
 
Ante todo agradezco a Su Santidad el Papa por haberme nombrado para el cargo de Relator General de la Asamblea. Es la primera vez que me toca desempeñar un cargo tan notable. Intentaré llevarlo a cabo de la mejor manera posible, contando con la ayuda del Señor y con vuestra indulgencia.
 
Prólogo
 
San Lucas refiere en los Hechos que Jesús, en el momento de dejar a los suyos, les dió esta consigna: « Recibiréis una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y de este modo seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8).
Los Apóstoles llevaron a cabo esta misión desde el momento en que recibieron el Espíritu Santo, y comenzaron a anunciar sin temor la Buena Noticia de la vida, la muerte y la resurrección del Señor (cf. Hch 2, 32). El fruto del primer discurso de Pedro fue la conversión y el bautismo de alrededor de tres mil personas; muchas otras lo siguieron. Su vida se transformó de manera radical. «La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.» (Hch 4, 32).
Son éstos los acontecimientos fundacionales que han inspirado el tema y los objetivos de nuestra Asamblea Especial para el Oriente Medio del Sínodo de los Obispos: Comunión y testimonio, testimonio comunitario y personal, que surge de una vida arraigada en Cristo y vivificada por el Espíritu Santo. Este ejemplo de la Iglesia apostólica ha sido siempre el modelo para la Iglesia a lo largo de los siglos. Nuestra Asamblea sinodal se propone ayudarnos a retomar ese ideal, para una revisión de vida que nos dé un nuevo ímpetu y una nueva vitalidad, que nos purifique, nos renueve y nos fortalezca.
Hemos recibido de manos del Santo Padre personalmente el Instrumentum laboris de esta Asamblea Especial, en ocasión de su Visita Apostólica a Chipre, como una expresión de su preocupación especial por nuestras Iglesias. La Concelebración Eucarística solemne, presidida ayer por la mañana por Su Santidad es la mejor prueba de la bendición divina sobre esta Asamblea. Seguros de este apoyo, y contando con la ayuda y el acompañamiento de la Virgen Santa, emprendemos nuestra labor con confianza.
 
Introducción
 
Todos hemos acogido el anuncio de esta Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos con mucha alegría, entusiasmo, gratitud y fervor. Hemos visto en él la acogida paterna y comprensiva por parte del Santo Padre de una expectativa tan anhelada y la solicitud especial del Obispo de Roma para con nuestras Iglesias, en su calidad de Pastor Supremo de la Iglesia Católica. Ya habíamos experimentado esa atención especial en varias ocasiones y, a menudo, en los discursos y homilías de Su Santidad. En especial la habíamos constatado en sus Viajes Apostólicos a Turquía (2006), luego a Jordania, Israel y Palestina (2009) y, recientemente, a Chipre (2010). Pero la presencia actual del Santo Padre entre nosotros nos trae el amor, la solidaridad, la oración y el apoyo del Sucesor de Pedro, de la Santa Sede y de toda la Iglesia.
Inmediatamente después de que el Santo Padre anunciara el acontecimiento, el 19 de septiembre de 2009, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, junto con el Consejo presinodal de Oriente Medio, preparó en primer lugar el texto de los Lineamenta, luego el del Instrumentum laboris. Éste se basa ante todo en la Sagrada Escritura y se refiere fundamentalmente a los documentos del Concilio Vaticano II, al Código de los Cánones de las Iglesias Orientales y al Código de Derecho Canónico. También se ha dedicado una atención especial a las diez Cartas Pastorales del Consejo de los Patriarcas Católicos de Oriente. Estoy convencido de que la labor ha sido exitosa, a pesar de la urgencia impuesta por el poco tiempo disponible.
En referencia al Instrumentum laboris considero útil indicar los puntos siguientes para que sean profundizados durante nuestros trabajos.
 
A. LA FINALIDAD DEL SÍNODO (3-6)
 
El doble objetivo del Sínodo ha sido bien percibido y apreciado por nuestras Iglesias:
 
1) Confirmar y reforzar a los cristianos en su identidad, gracias a la Palabra de Dios y a los Sacramentos.
2) Reanimar la comunión eclesial entre las Iglesias sui iuris, para que pueda ofrecer un testimonio de vida auténtico y eficaz. En el contexto en que vivimos, la dimensión ecuménica, el diálogo interreligioso y el aspecto misionero son parte integrante de este testimonio.
 
El documento insiste en la necesidad y la importancia de que los Padres Sinodales proporcionen a los cristianos de nuestros países las razones de su presencia, para confirmarlos en su misión de ser y seguir siendo testigos auténticos de Cristo resucitado en cada uno de sus países. En medio de condiciones de vida algunas veces muy difíciles, pero también prometedoras, ellos son el icono visible de Cristo, la encarnación viviente de Su Iglesia y el instrumento actual de la acción del Espíritu Santo.
 
B. REFLEXIÓN GUIADA POR LA SAGRADA ESCRITURA (7-12)
 
Nos sentimos orgullosos de pertenecer a las tierras en que los hombres inspirados por el Espíritu Santo han escrito los Libros Santos en algunos de nuestros idiomas. Pero este hecho nos impone asimismo obligaciones imperiosas. La Sagrada Escritura debe ser el alma de nuestra vida religiosa y de nuestro testimonio, tanto a nivel comunitario como individual. La santa Liturgia constituye el centro y el punto culminante de nuestra vida eclesial. En ella celebramos y escuchamos regularmente la Palabra de Dios. Bajo la luz de la Santa Biblia, leída, rezada y meditada en la Iglesia, en pequeños grupos y también individualmente, debemos buscar y encontrar respuestas al sentido de nuestra presencia, de nuestra comunión y de nuestro testimonio, adaptados al contexto y a los desafíos de circunstancias constantemente nuevas.
El documento llama la atención sobre la insuficiencia de la respuesta a la gran sed que tienen nuestros fieles de la Palabra de Dios, de su comprensión y su arraigo en sus corazones y sus vidas. Se deberán concebir, lanzar, animar y sostener iniciativas adecuadas y suficientes, utilizando también los medios modernos. Quienes, en virtud de su vocación, están en contacto más directo con la Palabra de Dios, tienen la obligación de asumir un compromiso de testimonio e intercesión por el pueblo de Dios. La memorización de los textos es siempre eficaz y fecunda.
En la exégesis y la presentación del sentido de las Escrituras, se debe poner en evidencia «La historia de la Salvación». Ésta revela el plan divino único que se realiza en el tiempo, en un vínculo estrecho entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y encuentra su centro y su cumbre en Cristo. Al ser el Libro de la comunidad cristiana, el texto bíblico no puede ser interpretado correctamente sino en su seno. La Tradición y la enseñanza de la Iglesia, sobre todo en nuestros países de Oriente son, pues, una referencia insoslayable en la comprensión y la interpretación de la Biblia.
La Palabra de Dios es la fuente de la teología, la moral, la espiritualidad y la vitalidad apostólica y misionera. Ilumina la vida, la transforma, la guía y la fortalece. Algunas personas, por ignorancia o mala intención, usan la Biblia como libro de recetas o de prácticas supersticiosas. Es nuestro deber educar a nuestros fieles para que no les den crédito. La Palabra de Dios también ilumina las elecciones comunitarias y personales para responder a los desafíos de la vida, inspirar el diálogo ecuménico e interreligioso y orientar el compromiso político. Así pues, debería ser el centro de referencia de los cristianos en la educación y el testimonio. Y también ayudará a los hombres de buena voluntad a encontrar pistas en su búsqueda de Dios.
 
I. LA IGLESIA CATÓLICA EN EL ORIENTE MEDIO
 
A. LA SITUACIÓN DE LOS CRISTIANOS EN ORIENTE MEDIO
 
1. Breve mirada histórica: unidad en la multiplicidad (13-18)
 
El conocimiento de la historia del cristianismo en Oriente Medio es importante para nosotros mismos, pero también para el resto del mundo cristiano. En esas tierras Dios ha elegido y guiado a los Patriarcas, a Moisés y al pueblo de la Antigua Alianza. Ha hablado por medio de los Profetas, los jueces, los reyes y las mujeres de fe. En la plenitud de los tiempos Jesucristo, el Salvador, allí se ha encarnado, ha vivido, ha escogido y formado a sus discípulos y ha llevado a cabo su obra de salvación. La Iglesia de Jerusalén, nacida el día de Pentecostés, ha sido la fuente de todas las Iglesias particulares, que han continuado y continúan en el tiempo la obra de Cristo, por la acción del Espíritu Santo, bajo la guía del Papa, sucesor de Pedro. Tras algunos pequeños conflictos al principio de su marcha, la Iglesia ha conocido las divisiones sucesivas en ocasión de los Concilios de Éfeso (431) y de Calcedonia (451). Nacieron así la «Iglesia apostólica asiria de Oriente» y las «Iglesias ortodoxas orientales»: copta, siríaca y armenia. En el siglo XI se produjo el gran cisma entre Constantinopla y Roma. Estas divisiones surgieron alrededor de cuestiones teológicas, pero los motivo político-culturales han tenido un papel fundamental. Los estudios históricos y teológicos tienen la responsabilidad de ilustrar mejor esos períodos y acontecimientos trágicos, para contribuir al diálogo ecuménico.
Frutos amargos del pasado, todas estas divisiones subsisten aún en nuestros países. Gracias a Dios, el Espíritu obra en las Iglesias para que se realice la plegaria de Cristo: «Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste» (Jn 17, 21).
 
2. Apostolicidad y vocación misionera (19-23)
 
Nuestras Iglesias, bendecidas por la presencia de Cristo y los Apóstoles, fueron la cuna del cristianismo y las primeras generaciones cristianas. Por esta razón, su vocación específica es la de mantener viva la memoria de los orígenes, reforzar la fe de sus fieles y vivificar en ellos el espíritu del Evangelio, para que guíe sus vidas y sus relaciones con los demás, cristianos y no cristianos.
Nuestras Iglesias, de origen apostólico, tienen a su vez la misión particular de cooperar en el anuncio del Evangelio. El estudio de la historia misionera de nuestras Iglesias ayudaría a estimular ese impulso evangelizador que había caracterizado nuestros orígenes. «El ser misionero» es un deber gratuito que se nos impone, como Iglesias arraigadas en los orígenes y a causa de nuestro patrimonio tan rico y variado. Tenemos el deber de hacer que lo que hemos recibido beneficie a quienes no lo han recibido. Nuestras Iglesias deben comprometerse para vivificar en ellas el ímpetu evangelizador misionero.
Esta apertura a la acción del Espíritu nos ayudará a compartir con nuestros numerosos conciudadanos la riqueza del amor y la luz de la esperanza que están en nosotros (cf. Rm 5, 5). De hecho «Somos, en medio de la sociedad en que vivimos, un signo de la presencia de Dios en nuestro mundo. Ello nos llama a ser ‘con’, ‘en’ y ‘para’ la sociedad en que vivimos. Es una exigencia esencial de nuestra fe, de nuestra vocación y nuestra misión». [1] «La Iglesia no se mide estadísticamente a través de los números, sino a través de la conciencia viva que sus hijos tienen de su vocación y misión».[2]
Para asegurar el futuro de nuestras Comunidades, los Pastores deben prestar especial atención a la pastoral de las vocaciones, con medios adecuados y eficaces, sobre todo entre los jóvenes y las familias. Gracias a Dios, nuestras Iglesias tienen vocaciones, pero faltan seriamente en algunas diócesis o eparquías. Quizá debamos comenzar a vivir «el ser misionero» entre nuestras eparquías/diócesis y entre nuestras Iglesias en la región. El ejemplo de sacerdotes, religiosos y religiosas, píos, felices, alegres y unidos, es el mejor instrumento para atraer a los jóvenes a la consagración total a Dios. Este Sínodo podría ser una ocasión para revisar el estilo, los métodos y los programas en los seminarios y las casas de formación.
La coordinación y la ayuda recíproca entre las congregaciones, las órdenes religiosas y los Obispos ayuda a suscitar vocaciones. También será necesario encontrar los medios adecuados para sostener y reforzar las congregaciones y los institutos de vida consagrada. La vida contemplativa, allí donde existe, deberá ser alentada. Con la oración, podemos preparar el terreno para la acción del Espíritu Santo para suscitarla allí donde no existe. Las Órdenes existentes en nuestros países podrían tomar la iniciativa de establecer comunidades en otras áreas o países de la región.
 
3. El papel de los cristianos en la sociedad, a pesar de su número reducido (24-31)
 
Nuestras sociedades, a pesar de sus diferencias, tienen características comunes: el apego a la tradición, el modo de vida tradicional, el confesionalismo y la diferenciación basada en la religión. Estos factores pueden acercar y unificar, pero también alejar y dividir. En sus países, los cristianos son «ciudadanos nativos», miembros de pleno derecho de su comunidad civil. Están en su casa, a menudo desde hace muchísimo tiempo. Su presencia y participación en la vida del país es una riqueza preciosa, que hay que proteger y preservar. Una laicidad positiva permitiría a la Iglesia dar un aporte eficaz y fecundo, y contribuiría a reforzar la ciudadanía de todos los miembros del país, sobre la base de la igualdad y la democracia.
En su acción pastoral, cultural y social, la Iglesia necesita usar más y mejor la tecnología y los medios modernos de comunicación. Es necesario formar dirigentes especializados para esta finalidad. Los cristianos orientales deben comprometerse para el bien común, en todos sus aspectos, como siempre lo han hecho. Pueden ayudar a crear condiciones sociales que favorezcan el desarrollo de la personalidad y de la sociedad, en colaboración con los esfuerzos de la autoridades políticas. Aun siendo reducidas minorías, su dinamismo es resplandeciente y es apreciado. Necesitan ser sostenidos y alentados para mantener esta actitud, aun en circunstancias difíciles. El fortalecimiento de su vida de fe y, al mismo tiempo, del vínculo social y de la solidaridad recíproca, los ayudaría mucho, sin replegarse sobre sí mismos en una actitud de gueto.
A través de la presentación de la Doctrina social de la Iglesia, nuestras comunidades ofrecen un aporte valedero para la construcción de la sociedad. La promoción de la familia y la defensa de la vida deberían ocupar un lugar fundamental en la enseñanza y en la misión de nuestras Iglesias. La educación es un ámbito privilegiado para nuestra acción y una inversión de gran importancia. En lo posible, nuestras escuelas podrían dar mayor ayuda a los más desfavorecidos. Gracias a sus actividades sociales, sanitarias y caritativas, accesibles a todos los miembros de la sociedad, colaboran de manera visible al bien común. Ello es posible gracias a la generosidad de las Iglesias locales y a la caridad de la Iglesia universal. Para asegurar su credibilidad evangélica, la Iglesia debe valerse de los medios para asegurar la transparencia en la gestión del dinero, distinguiendo claramente entre lo que le pertenece y lo que le pertenece al personal de la Iglesia. En vista de esto son necesarias estructuras adecuadas.
 
B. LOS DESAFÍOS A LOS QUE DEBEN ENFRENTARSE LOS CRISTIANOS
 
1. Los conflictos políticos de la región (32-35)
 
Las situaciones político-sociales de nuestros países tienen repercusiones directas sobre los cristianos, que experimentan con mayor fuerza las consecuencias negativas. En los Territorios palestinos la vida es muy difícil, a veces insostenible. La posición de los cristianos árabes es muy delicada. Condenamos la violencia de cualquier proveniencia y reclamamos una solución justa y duradera del conflicto israelo-palestino, expresamos nuestra solidaridad para con el pueblo palestino, cuya situación actual favorece el fundamentalismo. Escuchar la voz de los cristianos del lugar podría ser valioso para comprender mejor la situación. El estatuto de Jerusalén debería tomar en cuenta su importancia para las tres religiones: cristiana, musulmana y judía.
Es lamentable que la política mundial no tome en suficiente consideración la situación trágica de los cristianos en Iraq, quienes son las víctimas principales de la guerra y sus consecuencias. En Líbano, una mayor unidad entre los cristianos ayudaría a asegurar más estabilidad en el país. En Egipto, sería muy ventajoso si las Iglesias coordinaran sus esfuerzos para confirmar a sus fieles en la fe y para realizar obras comunes por el bien del país. Según la posibilidades que se den en cada país, los cristianos deberán favorecer la democracia, la justicia y la paz, además de la laicidad positiva en la distinción entre religión y Estado, y el respeto de cada religión. Una actitud de compromiso positivo en la sociedad es la respuesta constructiva, ya sea para la sociedad que para la Iglesia.
 
2. Libertad de religión y de conciencia (36-40)
 
Los derechos humanos son la base que garantiza el bien de la persona humana integral, criterio de todo sistema político. Esto deriva del orden mismo de la creación. Quien no respeta a la criatura de Dios según el orden que Él ha establecido, tampoco respeta al Creador. La promoción de los derechos humanos exige paz, justicia y estabilidad.
La libertad religiosa es un elemento esencial de los derechos del hombre. La libertad de culto es sólo un aspecto de la libertad religiosa. En la mayor parte de nuestros países está garantizada por las constituciones, Pero aun en esos casos, en algunos países, algunas leyes o prácticas limitan su aplicación. Otro aspecto es la libertad de conciencia, basada en la libre elección de la persona. Su ausencia pone trabas a la libre elección de quienes desearían adherir al Evangelio, por temor a represalias contra sí mismos y sus familias. No puede existir ni desarrollarse sino en la medida en que crece el respeto por los derechos del hombre en su totalidad e integridad.
La educación en este sentido es un aporte valioso al progreso cultural del país, para una mayor justicia e igualdad ante la ley. La Iglesia Católica condena con firmeza todo proselitismo. Sería positivo discutir serenamente estas cuestiones en las estructuras e instancias para el diálogo, sobre todo dentro de cada país. Los numerosos institutos educativos de que disponen nuestras Iglesias son un instrumento privilegiado para promover esta educación. Los centros hospitalarios y de servicios sociales también constituyen un testimonio elocuente del amor al prójimo, sin distinción ni discriminación alguna. La valorización de las jornadas, los eventos y las celebraciones locales e internacionales dedicados a estos temas ayudan a difundir y reforzar esta cultura. Los medios de comunicación se deben utilizar para propagar este espíritu.
 
3. Los cristianos y la evolución del Islam contemporáneo (41-42)
  A partir del año 1970, en la región observamos la expansión del Islam político, que abarca distintas corrientes religiosas. Ello afecta a la situación de los cristianos, sobre todo en el mundo árabe. Éste desea imponer un modo de vida islámico a todos los ciudadanos, a veces con la violencia. Constituye, por lo tanto, una amenaza para todos y juntos debemos afrontar estas corrientes extremistas.
 
4. La emigración (43-48)
 
En Oriente Medio, la emigración comienza hacia fines del siglo XIX, por motivos políticos y económicos. Los conflictos religiosos han sido determinantes en algunos períodos trágicos. Actualmente la emigración se ha acentuado en nuestros países. Las principales causas son: el conflicto israelo-palestino, la guerra de Iraq, las situaciones políticas y económicas, el crecimiento del fundamentalismo islámico y las restricciones de las libertades y la igualdad. Los jóvenes, las personas instruidas y las personas pudientes se van en mayor número, privando a la Iglesia y al país de recursos muy valiosos.
Corresponde a los responsables políticos consolidar la paz, la democracia y el desarrollo, para promover un clima de estabilidad y confianza. Los cristianos, así como todas las personas de buena voluntad, están llamados a comprometerse positivamente en la realización de este objetivo. Una mayor sensibilización de las Instancias internacionales sobre el deber de contribuir al desarrollo de nuestros países sería de gran ayuda en este sentido. Las Iglesias particulares de Occidente podrían tener una influencia beneficiosa y eficaz en esta acción. Los Pastores deberían hacer que los fieles adquieran conciencia acerca de su papel histórico. Son portadores del mensaje de Cristo en sus países, incluso en medio de las dificultades y las persecuciones. Su ausencia comprometería gravemente el futuro. Es importante evitar todo discurso derrotista, así como alentar la emigración como opción preferencial.
Por otra parte, la emigración constituye un apoyo notable a nuestros países e Iglesias. La Iglesia del país de origen debe encontrar los medios para preservar vínculos estrechos con sus fieles emigrados y asegurar su asistencia espiritual. Es indispensable asegurar la Liturgia, en su propio rito, a los fieles de las Iglesias orientales que se encuentran en territorio latino. La liquidación de las propiedades en la patria es muy lamentable. La conservación o la compra de bienes territoriales sería un aliciente para el retorno. Las comunidades de la Diáspora tienen el papel de alentar y consolidar la presencia cristiana en Oriente, con la finalidad de reforzar su testimonio y apoyar sus causas, por el bien del país. Una pastoral adecuada debe ocuparse de la emigración interna del país.
 
5. La inmigración cristiana internacional en Oriente Medio (49-50)
 
Los países de Oriente Medio conocen un nuevo fenómeno importante: la acogida de muchísimos trabajadores inmigrados africanos y asiáticos, en su mayoría mujeres. A menudo deben enfrentarse a situaciones de injusticia y abuso, y de infracción de las leyes y las convenciones internacionales. Nuestras Iglesias deben hacer un esfuerzo mayor para ayudarlos, acogerlos y acompañarlos en lo religioso y lo social. Necesitan una pastoral adecuada, desde una acción coordinada entre los Obispos, las Congregaciones religiosas y las Organizaciones sociales y de beneficencia.
 
C. RESPUESTAS DE LOS CRISTIANOS EN LA VIDA COTIDIANA (51-53)
 
El testimonio cristiano a todos los niveles es la respuesta principal en las circunstancias en que viven. Desde los orígenes, la vida monástica ocupa un lugar importante. La vida contemplativa de oración también tiene una misión de intercesión por la Iglesia y la sociedad.
El perfeccionamiento del testimonio cristiano, siguiendo cada vez más a Jesucristo, es una exigencia que se pide a todos los niveles: clero, Órdenes religiosas, Congregaciones, Institutos y Sociedades de vida apostólica; y también laicos, según la propia vocación. La formación del clero y de los fieles, las homilías y la catequesis deben profundizar y reforzar el sentido de la fe y la conciencia acerca del papel y la misión en la sociedad, como traducción y testimonio de esta fe. Una renovación eclesial queda por realizar: conversión y purificación, profundización espiritual, determinación de las prioridades de la vida y la misión.
Se debe dedicar un esfuerzo especial para descubrir y formar a los ‘cuadros’ necesarios a todos los niveles. Ellos deben ser modelo de testimonio para sostener y alentar a sus hermanos y hermanas, sobre todo en tiempos difíciles. También es oportuno formar dirigentes para la presentación del Cristianismo tanto a los cristianos que tienen poco contacto con la Iglesia o se han alejado de ella, como también a los no cristianos. La calidad de los dirigentes es más importante que su número. Es indispensable la formación permanente. Se ha de prestar particular atención a los jóvenes, fuerza del presente y esperanza para el futuro. Los cristianos deben ser alentados para insertarse en las instituciones públicas para la construcción de la ciudad.
 
II. LA COMUNIÓN ECLESIAL
 
La diversidad en la Iglesia Católica, lejos de atentar a su unidad, la valoriza. El misterio de la Santa Trinidad es el fundamento de la comunión cristiana. La Iglesia es misterio y sacramento de comunión. El amor está en el centro de esta realidad: «Éste es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Jn 15, 12). Debiendo enfrentarnos continuamente a los desafíos del pluralismo, estamos llamados a una conversión constante para pasar de la mentalidad del confesionalismo al sentido auténtico de Iglesia.
 
A. COMUNIÓN EN LA IGLESIA CATÓLICA Y ENTRE LAS DISTINTAS IGLESIAS (55-56)
 
Los signos principales que manifiestan la comunión en la Iglesia Católica son: el Bautismo, la Eucaristía y la comunión con el Obispo de Roma, Corifeo de los Apóstoles (hâmat ar-Rusul). El Código de las Iglesias Orientales reglamenta los aspectos canónicos de esta comunión, acompañada y asistida por la Congregación para las Iglesias Orientales y los distintos Dicasterios romanos.
Entre las Iglesias católicas de Oriente Medio la comunión se manifiesta a través del Consejo de los Patriarcas Católicos de Oriente (C.P.C.O.). Sus cartas pastorales son documentos de gran valor y actualidad. En cada país la comunión se refuerza a través de la Asamblea de los Patriarcas y Obispos o de la Conferencia episcopal. En un espíritu de fraternidad y cooperación estudia los problemas comunes, da directivas para consolidar el testimonio cristiano y coordina las acciones pastorales. Es deseable que una Asamblea regional reúna al Episcopado de Oriente Medio, según un ritmo periódico determinado por el Consejo de los Patriarcas Católicos de Oriente. Aunque las Iglesias sui iuris estén abiertas a todos los fieles católicos, sin embargo se debe evitar con cuidado alejarlos de su Iglesia de origen.
Es oportuno también subrayar las relaciones entre nuestras Iglesias de Oriente y la Iglesia de tradición latina («Iglesia de Occidente»). Tenemos necesidad los unos de los otros. Necesitamos su oración, su solidaridad y su larga y rica experiencia espiritual, teológica y cultural. También ellos necesitan nuestras oraciones, nuestro ejemplo de fidelidad a nuestro rico y variado patrimonio de los orígenes y a nuestra unidad en la variedad y la multiplicidad. «El tesoro antiguo y vivo de las tradiciones de las Iglesias orientales enriquece a la Iglesia universal, y nunca debería ser visto sólo como una realidad digna sólo de ser preservada» [3]. La comunión entre Iglesias no implica de manera alguna uniformidad, sino amor recíproco e intercambio de dones.
 
B. COMUNIÓN ENTRE OBISPOS, CLERO Y FIELES (57-62)
 
En una misma Iglesia, la comunión se realiza siguiendo el modelo de comunión con la Iglesia universal y el Obispo de Roma. En la Iglesia Patriarcal se expresa a través del Sínodo de los Obispo alrededor del Patriarca, Padre y Jefe de su Iglesia. En la Eparquía se realiza alrededor del Obispo, que debe velar por la armonía del conjunto. Estructuras de trabajo conjunto y de coordinación pastoral contribuirán a reforzar la comunión. Ésta sólo se puede realizar sobre la base de los medios espirituales, en especial la oración, la Eucaristía y la Palabra de Dios. Los Pastores, las personas consagradas, los animadores y responsables diocesanos y parroquiales tienen la gravosa responsabilidad de ser ejemplo y modelo para los demás. Este Sínodo nos ofrece la ocasión para hacer una seria revisión de vida, finalizada a la conversión efectiva. El modelo de la comunidad cristiana primitiva ilumina el tema del Sínodo: «La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma».
La participación de los laicos en la vida y la misión de la Iglesia es un postulado indispensable de la comunión. Las estructuras aparentes pueden esconder una pasividad o un papel meramente ejecutivo. Los laicos deberían participar efectivamente en la reflexión, la decisión y la ejecución. En unión con los Pastores, hay que alentar sus iniciativas pastorales válidas y positivas y, asimismo, su compromiso para con la sociedad. El lugar y el papel de la mujer, religiosa y laica, debe ser valorizado y ampliado en la Iglesia. Se deben valorizar los Consejos pastorales, parroquiales, diocesanos y nacionales. Las Asociaciones y los Movimientos internacionales deben adaptarse más a la mentalidad, las tradiciones, la cultura y la lengua de la Iglesia y del país que los acogen, obrando en estrecha coordinación con el Obispo del lugar. Es muy recomendable su integración en la tradición oriental. Esto se aplica también a las Congregaciones religiosas de origen occidental.
 
III. EL TESTIMONIO CRISTIANO
 
A. TESTIMONIAR EN LA IGLESIA: LA CATEQUESIS
 
1. Una catequesis para hoy en día, por fieles bien preparados (62-64)
 
Ser cristianos significa ser testigos de Cristo, vivificados y guiados por el Espíritu Santo. La Iglesia existe para dar testimonio de su Señor. Es su mensaje principal. Este testimonio se transmite a través del ejemplo, las obras y la catequesis, sobre todo la iniciación a la fe y los sacramentos. Debe dirigirse a todos los grupos de edad: niños, jóvenes y adultos. Después de una correcta preparación, los jóvenes pueden ser buenos catequistas de otros jóvenes. Bien preparados, los padres participarán en la actividad catequética en la familia y la parroquia. Las escuelas católicas, las asociaciones y los movimientos apostólicos son lugares privilegiados para le enseñanza de la fe.
La presencia y la asistencia de un director espiritual junto a los jóvenes y otros grupos de edad es una ayuda valiosa para la formación religiosa, que favorece la aplicación de la fe a la vida concreta. En las parroquias, las instituciones educativas y culturales, la formación religiosa tendrá el lugar oportuno y tendrá en cuenta los problemas auténticos y los desafíos actuales. Será necesario asegurar una adecuada formación de los educadores en la fe. Sin el testimonio de su vida, la acción de los catequistas será estéril. En primer lugar son testigos del Evangelio. La catequesis también debe promover los valores morales y sociales, el respeto por el otro, la cultura de la paz y la no violencia, además del compromiso por la justicia y el ambiente. La Doctrina Social de la Iglesia, poco presente, es un elemento integrante de la formación de la fe.
 
2. Métodos de catequesis (65-69)
  La acción catequética no puede limitarse, hoy en día, a la sola transmisión oral. Son indispensables los medios activos. A niños y jóvenes les gusta el trabajo en grupos: litúrgicos, deportivos, corales, scouts y otros. Se deberán formar grupos allí donde no existen. Pero hay que velar para que no se transformen en una simple actividad social, sin espacio para la formación de la fe.
Los nuevos medios de comunicación son muy eficaces para anunciar el Evangelio y testimoniarlo. Nuestras Iglesias necesitan personas especializadas en estos ámbitos. Tal vez podamos ayudar a los más dotados a formarse y luego comprometerlos en esa labor. En Líbano, «La Voix de la Charité» (Sawt al-Mahabba) y, sobre todo, TéléLumière / Noursat, prestan grandes servicios a los cristianos de nuestra región, llegando hasta otros continentes. Otros países han emprendido iniciativas semejantes. Todos tienen necesidad de apoyo y estímulo.
La catequesis debe tener en cuenta el contexto conflictivo de los países de la región. Debe consolidar a los fieles en la fe y formarlos para vivir el mandamiento del amor y para ser artífices de la paz, la justicia y el perdón. El compromiso en la vida pública es un deber que imponen el testimonio y la misión de construir el Reino de Dios. Todo ello requiere una formación para superar el confesionalismo, el sectarismo y las hostilidades internas, para ver el rostro de Dios en cada persona y colaborar conjuntamente para construir un futuro de paz, estabilidad y bienestar.
 
B. UNA LITURGIA RENOVADA Y FIEL A LA TRADICIÓN (70-75)
 
La liturgia «es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» [4]. En nuestras Iglesia orientales, la Divina Liturgia está en el centro de la vida religiosa. Desempaña un papel importante custodiando la identidad cristiana, reforzando la pertenencia a la Iglesia, vivificando la vida de fe y suscitando la atención de quienes se encuentran lejos e incluso de quienes no creen. Es decir, constituye un anuncio y un testimonio importantes de una Iglesia que reza y no sólo obra.
La renovación de la liturgia es muy anhelada. Aunque siga arraigada en la tradición, tomará en cuenta la sensibilidad moderna y las necesidades espirituales y pastorales actuales. Para la labor de reformar la liturgia es necesaria una comisión de expertos. También es necesario adaptar los textos litúrgicos para las celebraciones destinadas a niños y jóvenes, siempre inspiradas en el propio patrimonio. Se necesita para esta tarea un grupo interdisciplinario de expertos. La renovación litúrgica es también necesaria para las oraciones devocionales. En toda esta labor de adaptación y reforma habrá que tener en cuenta la dimensión ecuménica. El espinoso problema de la communicatio in sacris exige un estudio especial.
 
C. EL ECUMENISMO (76-84)
«Que todos sean uno ¼ para que el mundo crea que tú me enviaste» (Jn 17, 21). Sus discípulos deben continuar esta oración de Cristo en todos los tiempos. La división de los cristianos se opone a la voluntad de Cristo, constituye un escándalo y es un obstáculo para el anuncio y el testimonio. La misión y el ecumenismo están estrechamente vinculados. Las Iglesias católicas y ortodoxas tienen mucho en común, tanto que los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI hablan de ‘comunión casi completa’. Hay que destacar este hecho más que las diferencias. El Bautismo es el fundamento de las relaciones con las demás Iglesias y Comunidades eclesiales, haciendo posibles y necesarias muchas acciones e iniciativas comunes. La enseñanza religiosa debe abarcar explícitamente el ecumenismo. Toda acción o publicación ofensiva o turbadora deberían ser cuidadosamente evitadas.
Un esfuerzo sincero se requiere para superar los prejuicios, entenderse mejor y aspirar a la plenitud de la comunión en la fe, los sacramentos y el servicio jerárquico. Este diálogo se efectúa a varios niveles. A nivel oficial, la Santa Sede emprende iniciativas con todas las Iglesias de Oriente. En ellas están representadas las Iglesias orientales católicas. Una forma nueva de ejercicio del primado, sin renunciar a lo esencial de la misión del Obispo de Roma, debe aún ser encontrada [5]. Es deseable establecer comisiones locales de diálogo ecuménico. El estudio de la historia de las Iglesias orientales católicas, así como de la Iglesia de tradición latina, permitiría aclarar el contexto, la mentalidad y las perspectivas vinculadas a su surgimiento.
La acción ecuménica requiere comportamientos adecuados: la oración, la conversión, la santificación y el intercambio recíproco de dones, en un espíritu de respeto, amistad, caridad recíproca, solidaridad y colaboración. Estas actitudes deben ser cultivadas y alentadas a través de la enseñanza y los distintos medios de comunicación. El diálogo es un instrumento esencial del ecumenismo. Exige una actitud positiva de comprensión, escucha y apertura al otro. Todo ello contribuirá a la superación de las desconfianzas y a trabajar juntos para desarrollar los valores religiosos y colaborar en los proyectos de utilidad social. Los problemas comunes deben ser abordados de forma conjunta.
También debemos reforzar las iniciativas y estructuras que expresan y sostienen la unidad, como el Consejo de las Iglesias de Oriente Medio y la Semana de oración por la unidad de los cristianos. La “purificación de la memoria” es un paso importante en la búsqueda de la unidad plena. La colaboración y cooperación en los estudios bíblicos, teológicos, patrísticos y culturales favorecen el espíritu de diálogo. Una acción común podría tener lugar para la formación de expertos en medios de comunicación en las lenguas locales. En el anuncio y la misión se tendrá cuidado en evitar todo proselitismo y todo medio que se oponga al Evangelio. Se debe hacer un esfuerzo para unificar las fiestas de Navidad y Pascua.
 
D. RELACIONES CON EL JUDAÍSMO
 
1. Vaticano II: El fundamento teológico del vínculo con el judaísmo (85-87)
La declaración ‘Nostra aetate’ del Concilio Vaticano II trata de manera específica la relación entre la Iglesia y las religiones no cristianas. En ella el judaísmo ocupa un lugar privilegiado. Este documento se inscribe en el contexto de dos constituciones dogmáticas: ‘Lumen gentium’, sobre la Iglesia, y ‘Dei Verbum’, sobre la revelación. La primera afirma que el Pueblo del Antiguo Testamento recibió las alianzas y las promesas y que Cristo ha nacido, según la carne, de este pueblo, que se perpetúa en el de la Nueva Alianza y enuncia las prefiguraciones veterotestamentarias de la Iglesia. La segunda constitución considera el Antiguo Testamento como una preparación al Evangelio y como parte integrante de la historia de la Salvación.
 
2. Magisterio actual de la Iglesia (88-89)
 
Iniciativas de diálogo basadas en estos principios teológicos han tenido lugar a nivel de la Santa Sede y de las Iglesias locales. El conflicto israelo-palestino tiene repercusiones en las relaciones entre Cristianos y Judíos. En varias ocasiones, la Santa Sede ha expresado claramente su posición, en especial en ocasión de la visita de S.S. el Papa Benedicto XVI a Tierra Santa en el año 2009.
Ha afirmado el derecho de los Palestinos a una patria soberana, segura y en paz con sus vecinos, con fronteras internacionalmente reconocidas [6]. En Jerusalén declaró: «La ciudad ha sido llamada la madre de todos los hombres. Una madre puede tener muchos hijos, que debe reunir y no separar» [7]. A los Israelíes ha deseado que los dos pueblos puedan vivir en paz, cada uno en su patria, con fronteras seguras, internacionalmente reconocidas. [8] Al jefe del Estado de Israel ha dicho: «La cuestión de la seguridad duradera se fundamenta en la confianza, se alimenta en las fuentes de la justicia y la probidad, y se sella con la conversión de los corazones» [9].
 
3. Deseo y dificultad del diálogo con el judaísmo (90-94)
 
Nuestras Iglesias rechazan el antisemitismo y el antijudaísmo. Las dificultades en las relaciones entre los pueblos árabes y el pueblo judío se deben sobre todo a la situación de conflicto. Distinguimos la realidad religiosa de la realidad política. Los cristianos tienen la misión de ser artífices de la reconciliación y la paz, basadas en la justicia para las dos partes. Ha habido iniciativas pastorales locales de diálogo con el judaísmo, por ejemplo, la oración en común, sobre todo basada en los Salmos y la lectura y la meditación de textos bíblicos.
Ello ha creado buena disposición para invocar juntos la paz, la reconciliación, el perdón recíproco y buenas relaciones. Un problema surge cuando algunos versículos bíblicos son sometidos a interpretaciones tendenciosas, que justifican o favorecen la violencia. La lectura del Antiguo Testamento y la profundización de las tradiciones del judaísmo ayudan a conocer mejor la religión judía. Ofrecen un terreno común para estudios serios y contribuyen a un mejor conocimiento del Nuevo Testamento y de las Tradiciones orientales. En el contexto actual se presentan otras posibilidades de colaboración.
 
E. LAS RELACIONES CON LOS MUSULMANES (95-99)
 
La Declaración ‘Nostra aetate’ del Concilio Vaticano II establece el fundamento de las relaciones de la Iglesia Católica con los musulmanes. Leemos en ella: «La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios vivo y subsistente, misericordioso y omnipotente, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres»[10]. Después del Concilio numerosos encuentros han tenido lugar entre los representantes de las dos religiones. Al comenzar su pontificado, el Papa Benedicto XVI declaró: «El diálogo interreligioso e intercultural entre cristianos y musulmanes no puede reducirse a una elección pasajera. Es, de hecho, una necesidad vital, de la que depende nuestro futuro en gran medida» [11].
Sucesivamente, el Santo Padre visitaría la Mezquita Azul de Estambul, Turquía (30.05.2006) y la de Al-Hussein Bin Talal en Ammán, Jordania (11.05.2009). El Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso sostiene ocasiones de diálogo de importancia fundamental. Se recomienda la creación de comisiones locales de diálogo interreligioso. Es necesario dar prioridad al diálogo de vida, que ofrece el ejemplo de un testimonio silencioso elocuente y que a veces es el único medio para proclamar el Reino de Dios. Sólo los cristianos que ofrecen un testimonio de fe auténtico están capacitados para un diálogo interreligioso creíble. Tenemos la exigencia de educar a nuestros fieles al diálogo.
Las razones para tejer relaciones entre cristianos y musulmanes son múltiples. Todos son conciudadanos, comparten el mismo idioma y la misma cultura y, asimismo, las alegrías y los sufrimientos. Además, los cristianos tienen la misión de vivir como testigos de Cristo en sus sociedades. Desde su surgimiento, el Islam ha encontrado raíces comunes con el Cristianismo y el Judaísmo, como ha mencionado el Santo Padre [12]. Es necesario valorizar mejor la literatura árabe cristiana.
El Islam no es uniforme: presenta una diversidad confesional, cultural e ideológica. Dificultades en las relaciones entre cristianos y musulmanes surgen del hecho que, en general, los musulmanes no distinguen entre religión y política. Es ésta la fuente del malestar de los cristianos, porque se sienten en una situación de no ciudadanos, aunque se encuentren en su patria, en sus países desde mucho antes que el Islam. Necesitamos un reconocimiento que pase de la tolerancia a la justicia y la igualdad, basado en la ciudadanía, la libertad religiosa y los derechos humanos. Es la base y la garantía de una buena coexistencia. Los cristianos se deberán arraigar cada vez más en sus sociedades, sin ceder a la tentación de replegarse en sí mismos en cuanto minorías. Están llamados a trabajar juntos para la promoción de la justicia, la paz, la libertad, los derechos del hombre, el ambiente y los valores de la vida y la familia. Las problemáticas sociopolíticas se han de encarar no como derechos que hay que reclamar para los cristianos, sino como derechos universales que cristianos y musulmanes defienden juntos por el bien de todos. Debemos salir de la lógica de la defensa de los derechos de los cristianos, para comprometernos por el bien de todos. Los jóvenes se comprometerán a emprender iniciativas comunes desde estas perspectivas.
Es necesario purificar los libros escolares de todo prejuicio con referencia al otro y de toda ofensa o deformación. Se intentará más bien entender el punto de vista del otro, en el respeto de las creencias y las prácticas distintas. Los espacios comunes serán valorizados, especialmente a nivel espiritual y moral. La Santa Virgen María es un punto de encuentro de gran importancia. La reciente declaración de la Anunciación como fiesta nacional en Líbano es un ejemplo alentador. La religión es constructora de unidad y armonía y expresión de comunión entre las personas y con Dios.
 
F. EL TESTIMONIO EN LA CIUDAD (100-117)
 
Todos los ciudadanos de nuestros países deben enfrentarse juntos a dos desafíos principales: la paz y la violencia. Las situaciones de guerra y conflicto que vivimos generan violencia y son explotadas por el terrorismo mundial. Occidente es identificado con el Cristianismo y las decisiones de sus Estados son atribuidas a la Iglesia. En cambio, actualmente sus gobiernos son laicos y cada vez más se oponen a los principios de la fe cristiana. Es importante explicar esta realidad y el sentido de una laicidad positiva, que distingue lo político de lo religioso.
En este contexto, el cristiano tiene el deber y la misión de presentar y vivir los valores evangélicos. También debe aportar la palabra de la verdad (qawl al-haqq) ante las injusticias y la violencia. La pedagogía de la paz es el único instrumento realista, puesto que la violencia sólo ha traído fracasos y desastres. Ser artífices de paz exige tener mucho valor. La oración por la paz es indispensable, porque es en primer lugar un don de Dios.
 
1. La ambigüedad de la modernidad (103-105)
 
En nuestras sociedades, la influencia de la modernización, la globalización y el laicismo tiene repercusiones sobre nuestros cristianos. Todas nuestras sociedades están invadidas por la modernidad, sobre todo a través de las cadenas mundiales de televisión e internet. Ello aporta valores nuevos, pero hace que otros se pierdan. Es una realidad ambigua. Por una parte, atrae con sus promesas de bienestar, de liberación de las tradiciones, de igualdad, de defensa de los derechos del hombre y de protección de los débiles. Por otra parte, muchos musulmanes la ven como atea e inmoral, una invasión de culturas desconcertantes y amenazadoras; a tal punto que algunos de ellos la combaten con todas sus fuerzas.
También para los cristianos la modernidad constituye un riesgo y conlleva la amenaza del materialismo, el ateísmo práctico, el relativismo y el indiferentismo, que amenazan a nuestras familias, nuestras sociedades y nuestras Iglesias. En nuestros institutos educativos, pero también a través de los medios de comunicación, hemos de formar a personas capaces de discernir, para que puedan escoger sólo lo mejor. Debemos recordar el lugar de Dios en la vida personal, familiar, eclesial y civil, y debemos rezar más.
 
2. Musulmanes y cristianos deben recorrer juntos el camino común (106-110)
 
De aquí surge el deber que todos tenemos, musulmanes y cristianos, como ciudadanos, de trabajar juntos por el bien común. Además, los cristianos también están motivados por su misión de contribuir a edificar una sociedad más conforme a los valores del Evangelio, sobre todo la justicia, la paz y el amor. En ello seguiremos el ejemplo y las huellas de generaciones de cristianos que han desempeñado un papel esencial en la construcción de sus sociedades. Muchos fueron pioneros del renacimiento de la cultura y la nación árabes. También ahora, a pesar de ser una minoría, su papel es reconocido y apreciado, sobre todo en los ámbitos de la educación, la cultura y la promoción social. Será necesario alentar a nuestros laicos para que se comprometan cada vez más con la sociedad.
La igualdad de los ciudadanos está afirmada en todas las Constituciones. Pero, en los Estados con mayoría musulmana, el Islam es, excepto en pocos casos, la religión de Estado y la sharia es la fuente principal de la legislación. En algunos países o regiones se aplica a todos los ciudadanos. Reconociendo el estatus personal, algunos países conceden a los no musulmanes estatus particulares y reconocen a sus tribunales en estos ámbitos. En otros confían a los tribunales ordinarios la aplicación de los estatutos particulares de los no musulmanes. La libertad de culto está reconocida, pero no la libertad de conciencia. Con la expansión del integralismo, los ataques contra los cristianos se multiplican.
 
G. CONTRIBUCIÓN ESPECÍFICA E INSUSTITUIBLE DEL CRISTIANO (111-117)
 
El aporte específico del cristiano a su sociedad es insustituible. Con su testimonio y su acción, enriquece los valores que Cristo ha aportado a la humanidad. Muchos de estos valores son comunes a los de los musulmanes, lo cual ofrece la posibilidad y el interés para promoverlos en común. La catequesis debe formar creyentes que sean ciudadanos activos. El compromiso social y político desprovisto de los valores del Evangelio es un testimonio en contra de ellos.
En el contexto del conflicto israelo-palestino, el cristiano puede y debe dar su contribución específica a la justicia y la paz, denunciando toda violencia, alentando el diálogo y haciendo un llamado a la reconciliación, basada en el perdón recíproco por la fuerza del Espíritu Santo. Es el único camino para crear una realidad nueva. El aporte cristiano puede animar a los responsables políticos a decidirse en este sentido. El cristiano también tiene la misión de sostener a quienes sufren debido a situaciones de conflicto y ayudarlos a abrir sus corazones a la acción del Espíritu.
La aplicación de estos principios varía según la situación de cada país. Es primordial educar a los cristianos para que contribuyan al bien común, como un deber sagrado. Trabajarán con los demás por la paz, el desarrollo y la armonía de las relaciones. Se esforzarán por promover la libertad, la responsabilidad y la ciudadanía, para que el individuo sea respetado por sí mismo y no en función de su pertenencia confesional o social. También exigirán, con medios pacíficos, el reconocimiento y el respeto de sus derechos.
El amor gratuito al hombre es nuestro testimonio más importante en la sociedad. Lo expresamos y vivimos en nuestros institutos de educación, médicos, sociales y caritativos, a través de la acogida y el servicio ofrecidos a todos sin distinción. El servicio a los demás, y no la pertenencia confesional, es el elemento que caracteriza nuestra identidad como cristianos. Nuestra tarea primordial es vivir la fe, dejar que hablen nuestras acciones, vivir la verdad y proclamarla en la caridad, con coraje, y practicar la solidaridad en nuestras instituciones. Debemos vivir una fe adulta, no superficial, sostenida y vivificada por la oración. Nuestra credibilidad exige la concordia en el seno de la Iglesia, la promoción de la unidad entre los cristianos, una vida religiosa convencida y que ello se traduzca concretamente en la vida. Este testimonio elocuente requiere educación y acompañamiento permanente a niños, jóvenes y adultos.
 
CONCLUSIÓN
 
¿QUÉ FUTURO PARA LOS CRISTIANOS DE ORIENTE MEDIO?
«¡NO TEMAS, PEQUEÑO REBAÑO!»
 
A. ¿QUÉ FUTURO PARA LOS CRISTIANOS DE ORIENTE MEDIO? (118-119)
 
Los contextos actuales son fuente de dificultades y preocupación. Animados por el Espíritu Santo y guiados por el Evangelio, nos enfrentamos a ellas con la esperanza y la confianza filial en la Divina Providencia. Hoy somos un ‘pequeño resto’, pero nuestro comportamiento y nuestro testimonio pueden hacer de nosotros una presencia que cuenta en estos contextos. Los conflictos y problemas locales, así como la política internacional, han generado en la región el desequilibrio, la violencia y la huida hacia otras tierras. Es un motivo de gran relevancia para asumir nuestra vocación y nuestra misión de testimonio al servicio de la sociedad.

Frente a la tentación del desánimo, debemos recordar que somos siempre discípulos de Cristo resucitado, que ha vencido el pecado y la muerte. Él nos repite: «¡No temas, pequeño rebaño!» (Lc 12, 32). Por Él, con Él y para Él, ¡tenemos un futuro! Depende de nosotros tomarlo en nuestras manos, en colaboración con los hombres de buena voluntad, para la vitalidad de nuestras Iglesias y el crecimiento de nuestros países, en la justicia, la paz y la igualdad. «Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad» (2 Tm 1, 7). Nos guía nuestra fe en la vocación que el Señor nos ha confiado, sabiendo que Él mismo se ha comprometido con nosotros, para que seamos artífices de la paz y creadores de una cultura de paz y amor.
 
B. LA ESPERANZA (120-123)
 
Cristo, nacido en Tierra Santa, ha traído la única esperanza verdadera a la humanidad. Desde entonces ésta ha animado y sostenido a las personas y los pueblos que sufren. Y sigue siendo fuente de fe, caridad y alegría, aun en medio de las dificultades y los desafíos, para formar a testigos de Cristo resucitado, presente entre nosotros. Con Él y por Él, podemos cargar con nuestra cruz y nuestros sufrimientos. La esperanza también nos da la fuerza de ser «cooperadores de Dios» (1 Co 3, 9), para contribuir en la construcción del Reino de Dios en la tierra. De este modo prepararemos un futuro mejor para las generaciones venideras.
Todo ello nos exige más fe, más comunión y más amor. Nuestras Iglesias necesitan creyentes testigos, ya sea a nivel de los Pastores que de los fieles. El anuncio de la Buena Noticia no puede ser fecundo si los obispos, los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los laicos no están inflamados por el amor de Cristo e iluminados por el celo de darlo a conocer y amar. Confiamos en que este Sínodo no será un mero evento pasajero, sino que permitirá realmente que el Espíritu ponga en movimiento a nuestras Iglesias.
A los cristianos de Tierra Santa, el Santo Padre Benedicto XVI ha dirigido estas palabras en Jerusalén el 12 de mayo de 2009: «Estáis llamados a servir, no sólo como una luz-testigo de fe, sino también como levadura de armonía, sabiduría y equilibrio, en la vida de una sociedad que tradicionalmente ha sido plural, multiétnica y multirreligiosa, y que seguirá siéndolo ¼ aquí hay lugar para todos» [13].
Imploremos a la Santa Virgen María, tan venerada y amada en nuestras Iglesias, que forme nuestros corazones según el ejemplo del corazón de su Hijo, Jesús. Y acojamos su invitación: «Hagan todo lo que él les diga» (Jn 2, 5).
 
NOTAS
 
[1] Cartas de los patriarcas Católicos de Oriente, 1992
[2] Cartas de los patriarcas Católicos de Oriente, 1991
[3] Benedicto XVI, Discurso a los consagrados y los movimientos eclesiales, Amán, 09-05-2009
[4] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia, 10
[5] Cf. Juan Pablo II. Carta Encíclica “Ut unum sint”, 20.05.1995
[6] Cf. Benedicto XVI, Ceremonia de Bienvenida en Belén, 13.05.2009
[7] Custodia de Tierra Santa, Comentario sobre la Misa en la Valle de Josaphat en Jerusalén, 11.05.2009
[8] Cf. Benedicto XVI, Discurso en el aeropuerto de Tel Aviv, 11.05.2009
[9] Cf. Benedicto XVI, Discurso al Presidente de Israel, 11.05.09
[10] Concilio Ecuménico Vaticano II, Declaración Nostra aetate, 3.
[11] CF. Benedicto XVI, Encuentro con los representantes de comunidades musulmanas, Colonia, 20.08.2005
[12] Cf. Benedicto XVI. Conversación con los periodistas durante el vuelo, 08.05.2009
[13] Cf. Benedicto XVI. Discurso a los cristianos de Tierra Santa, Jerusalén, 12.05.2009 







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