Apertura de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos: el
Papa reivindica el derecho a vivir de forma digna en la propia patria y hace un llamamiento
por la paz a la que deben contribuir comunidad internacional y religiones
Domingo, 10 oct (RV).- La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio:
‘La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma’ (Hch,
4,32). Presidiendo, esta mañana en la Basílica de San Pedro, la solemne apertura de
la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, Benedicto XVI -
al comenzar su homilía - destacó este histórico momento de gracia, oración y reflexión:
«La Celebración
Eucarística, rendimiento de gracias a Dios por excelencia, está marcada hoy, para
nosotros, reunidos ante el Sepulcro de San Pedro, por un motivo extraordinario: la
gracia de ver reunidos por primera vez en una Asamblea Sinodal, al rededor del Obispo
de Roma y Pastor Universal, a los Obispos de la región medioriental. Este singular
evento demuestra el interés de la Iglesia entera por la preciosa y amada porción del
Pueblo de Dios que vive en Tierra Santa y en todo Oriente Medio. Ante todo, elevamos
nuestro agradecimiento al Señor de la historia, porque ha permitido que a pesar de
las vivencias a menudo difíciles y atormentadas, Oriente Medio viera siempre, desde
los tiempos de Jesús hasta hoy, la continuidad de la presencia de los cristianos».
En
aquellas tierras la única Iglesia de Cristo se expresa en la variedad de Tradiciones
litúrgicas, espirituales, culturales y disciplinares de las seis veneradas Iglesias
Orientales católicas sui iuris, así como en la Tradición latina, reiteró el Papa,
haciendo hincapié en que el saludo fraterno que dirigía a los Patriarcas de cada una
de ellas «abraza a todos los fieles encomendados a sus cuidados pastorales en sus
países pero también en la diáspora».
Tras destacar que la Palabra de Dios de
este domingo se ciñe significativamente con el evento sinodal inaugurado, el Santo
Padre evocó el episodio del Evangelio de San Lucas, de la curación de los diez leprosos,
de los que sólo uno regresa para agradecer a Jesús, y la curación - narrada en el
segundo Libro de los Reyes - de Naamán, jefe del ejército arameo, también leproso,
que queda curado y reconoce en el profeta al mediador de Dios, profesando su fe en
el único Señor. «Dos enfermos de lepra, dos que no eran judíos, que se curan porque
creen en la palabra del enviado de Dios. Se curan en el cuerpo, pero se abren a la
fe y ésta cura también sus almas. Es decir, los salva»:
«He aquí el tema:
la salvación es universal, pero pasa a través de una mediación determinada, histórica:
la mediación del pueblo de Israel, que se vuelve luego la de Jesucristo y de la Iglesia». Una
vez más, Benedicto XVI enfatizó que «Dios es amor y quiere que todos los hombres tengan
parte en su vida. Y para realizar este diseño Él, que es Uno y Trino, crea en el mundo
un misterio de comunión humano y divino, histórico y trascendente: lo crea con ‘el
método’ por decir así, de la alianza, enlazándose con amor fiel e inextinguible a
los hombres, formándose un pueblo santo, que se vuelva una bendición para todas las
familias de la tierra».
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob quiere conducir
a su pueblo a la ‘tierra’ de la libertad y de la paz. Tierra que no es de este mundo
– todo el diseño divino excede la historia – pero el Señor lo quiere construir ‘con’
los hombres, ‘para’ los hombres y ‘en’ los hombres, a partir de las coordenadas de
espacio y de tiempo en las que ellos viven, que Él mismo ha dado y de las que Oriente
Medio forma parte de forma especial. «Cuna de la Iglesia, constituida para llegar
el Evangelio de Cristo hasta los confines del mundo».
También nosotros como
creyentes miramos hacia Oriente Medio con esta mirada, destacó el Papa, señalando
que «ésta perspectiva interior» lo guió en sus viajes apostólicos a Turquía, Tierra
Santa – Jordania, Israel, Palestina – y a Chipre, donde pudo conocer las alegrías
y las preocupaciones de las comunidades cristianas, acogiendo con gusto luego la propuesta
de Patriarcas y Obispos para convocar esta Asamblea sinodal:
«Mirar hacia aquella
parte del mundo en la perspectiva de Dios significa reconocer en ella la ‘cuna’ de
un diseño universal de salvación en el amor, un misterio de comunión que se actúa
en la libertad y por ello pide a los hombres una respuesta. Abraham, los profetas,
la Virgen María son los protagonistas de esta respuesta, que, sin embargo, tiene su
cumplimiento en Jesucristo, hijo de aquella misma tierra, pero descendido del Cielo.
De Él, de su Corazón y de su Espíritu, nació la Iglesia, que es peregrina en este
mundo, pero que le pertenece. La Iglesia está constituida para ser, en medio de los
hombres, signo e instrumento del único y universal proyecto salvífico de Dios y cumple
esta misión siendo simplemente ella misma. Es decir, ‘comunión y testimonio’ como
dice el tema de la Asamblea sinodal que hoy se abre y que evoca la célebre definición
de san Lucas de la primera comunidad cristiana: ‘La multitud de los creyentes no
tenía sino un solo corazón y una sola alma’ (Hch, 4,32)».
La Iglesia vive
siempre con la misma fuerza que la puso en marcha y que la hizo crecer. Pentecostés
es el evento originario, pero también un dinamismo permanente. Y el Sínodo de los
Obispos es un momento privilegiado en que se puede renovar, en el camino de la Iglesia,
la gracia de Pentecostés, para que «la Buena Noticia sea anunciada con franqueza y
pueda ser acogida por todas las gentes»:
«Por lo
tanto, el objetivo de esta Cumbre sinodal es prevalentemente pastoral. Aún no pudiendo
ignorar la delicada y a veces dramática situación social y política de algunos países,
los Pastores de las Iglesias en Oriente Medio desean centrarse sobre aspectos propios
de su misión. Al respecto, el Instrumentum laboris, elaborado por un Consejo Presinodal,
a cuyos Miembros agradezco vivamente por el trabajo desarrollado, ha subrayado esta
finalidad eclesial de la Asamblea, destacando que se propone – bajo la guía del Espíritu
Santo – reavivar la comunión de la Iglesia Católica en Oriente Medio».
En
este contexto, Benedicto XVI reiteró el anhelo de la Iglesia católica de impulsar
el testimonio, la comunión y el diálogo ecuménico e interreligioso:
«Ante todo, en
el interior de cada Iglesia, entre todos sus miembros: Patriarcas, Obispos, sacerdotes,
religiosos, personas de vida consagrada y laicos. Luego, en las relaciones con las
otras Iglesias. La vida eclesial, corroborada de esta forma, verá el desarrollo de
frutos muy positivos en el camino ecuménico con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales
presentes en Oriente Medio. Además, esta ocasión es propicia también para proseguir
constructivamente el diálogo con los judíos, a los cuales nos enlaza de forma indisoluble
la larga historia de la Alianza, así como con los musulmanes».
Tras recordar
la importancia y anhelo de que los cristianos vivan su propia identidad en esta tierra
bendecida por la presencia y glorioso misterio pascual del Señor Jesucristo, el Papa
volvió a reiterar que «a pesar de las dificultades, los cristianos en Tierra Santa
están llamados a reavivar su conciencia de ser piedras vivas de la iglesia en Oriente
Medio, en los Lugares santos de nuestra salvación»:
«Pero el
de vivir de forma digna en su propia patria es, ante todo, un derecho humano fundamental:
por lo tanto, es necesario favorecer condiciones de paz y de justicia indispensables
para un desarrollo armonioso de todos los habitantes de la región. Todos, pues, están
llamados a dar su propia contribución: la comunidad internacional, sosteniendo un
camino fiable, leal y constructivo hacia la paz. Y las religiones mayormente presentes
en la región, promoviendo los valores espirituales y culturales que unen a los hombres
y excluyen toda expresión de violencia».
«Paz a ti, paz a tu casa y paz
a todo lo tuyo». Antes de concluir con este saludo, el Papa volvió a subrayar también
que todos los cristianos y toda la Iglesia apoya el compromiso en favor de la paz
y la reconciliación:
«Los cristianos
seguirán brindando su contribución, no sólo con las obras de promoción social – como
los institutos de educación y de sanidad – sino, sobre todo, con el espíritu de las
Bienaventuranzas evangélicas, que anima la práctica del perdón y de la reconciliación.
En este compromiso, tendrán siempre el apoyo de toda la Iglesia, como testimonia solemnemente
la presencia aquí de los Delegados de los Episcopados de otros continentes».
Con
el Papa concelebraron 177 padres sinodales y 69 presbíteros colaboradores en el Sínodo.
Y participaron en la Oración Eucarística los cardenales Nasrallah Pierre SFEIR, patriarca
de Antioquía de los Maronitas, obispo de Joubbé, Sarba y Jounieh de los Maronitas
(LÍBANO); Emmanuel III DELLY, patriarca de Babilonia de los Caldeos (IRAQ); Leonardo
SANDRI, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales; el patriarca de
Antioquía de los Sirios (LÍBANO), Ignace Youssif III YOUNAN; el patriarca de Alejandría
de los Coptos (REPÚBLICA ÁRABE DE EGIPTO), Antonios NAGUIB; el arzobispo de Chipre
de los Maronitas (CHIPRE) Mons. Joseph SOUEIF
Después de la Santa Misa, Benedicto
XVI introdujo el rezo del Ángelus, recordando el tema la Asamblea sinodal, pidiendo
oraciones por el buen logro de la misma, cuyo tema es ‘La Iglesia católica en Oriente
Medio: comunión y testimonio: ‘La multitud de los creyentes no tenía sino un solo
corazón y una sola alma’ (Hch, 4,32).
«Esta tarea es
ardua, desde el momento en que los cristianos de Oriente Medio tienen que soportar
a menudo condiciones de vida difíciles, tanto a nivel personal como familiar y de
comunidad. Pero ello no debe desalentar: es precisamente en este contexto que resuena
aún más necesario y urgente el perenne mensaje de Cristo: convertíos y creed en el
Evangelio ( Mc 1,15). En mi reciente visita a Chipre entregué el Instrumento de Trabajo
de esta Asamblea sinodal. Ahora que ha comenzado, invito a todos a rezar invocando
de Dios una abundante efusión de dones del Espíritu Santo»
En este mes
de octubre denominado mes del Rosario, Benedicto XVI evocó al Venerable Juan Pablo
II, alentando asimismo a dejarse guiar por María, tan amada y venerada por nuestros
hermanos o de Oriente Medio. A esta Madre amorosa, Estrella de la Esperanza, que acompaña
siempre a los que sufren, el Santo Padre le encomendó los trabajos sinodales implorando
su intercesión para que los cristianos de Oriente Medio fortalezcan su comunión y
den a todos testimonio del Evangelio del amor y de la paz. Escuchemos también las
palabras del Santo Padre en español:
Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular
al grupo de la Comunidad y Colegio de Madres Agustinas, de Huelva, en su quinto centenario,
así como a los representantes del Colegio Gabriel Taborín, de Córdoba en Argentina.
Invito a todos a identificarse cada vez más con Jesucristo, a vivir de su amor, a
serle fieles en todo momento, a agradecerle tantos dones como recibimos de su divina
bondad y a descubrir su presencia salvadora en medio de las pruebas de la vida. Que
en este mes de octubre, la invocación constante del dulce Nombre de la Virgen María,
mediante el rezo del santo Rosario, sea para todos fuente de consuelo y esperanza.
Feliz Domingo.