El Papa invita a los obispos de Brasil a reflexionar sobre el debilitamiento del espíritu
misionero, cuyo núcleo central debe ser siempre la Eucaristía
Lunes, 4 oct (RV).- No se trata de meras técnicas nuevas que presenten una Iglesia
atractiva, capaz de vencer concurrencias relativistas, ni de imponer la verdad del
Evangelio. Para que la Misión Continental sea eficaz hay que ser discípulos y misioneros,
enamorados de Cristo, proclamando la presencia del amor humano y divino de Jesús Eucaristía.
Son palabras de Benedicto XVI, al recibir esta mañana a los obispos brasileños de
las regiones Norte 1 y Noroeste, que concluyeron su visita ad limina apostolorum.
En su cordial bienvenida, el Papa aseguró que reza «diariamente pidiendo,
al Cielo para que sostenga y haga fructificar los esfuerzos que están realizando -
a menudo careciendo de medios apropiados - para llevar la Buena Nueva de Jesús a todos
los rincones de la selva amazónica, sabiendo que ‘Dios quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad’ (1 Timoteo 2, 4)».
Afianzados
en el mandato recibido de Cristo de transmitir la Buena Noticia de la salvación, tarea
ineludible de la Iglesia y de todos los bautizados, el Santo Padre reiteró la respuesta
del Papa Pablo VI, en su Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (n.80), a la objeción,
que se presenta algunas veces, de que se quiera imponer una verdad, violando una libertad
religiosa:
«Está claro que sería
ciertamente un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos.
Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo,
con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda
hacer —sin coacciones, solicitaciones menos rectas o estímulos indebidos—, lejos de
ser un atentado contra la libertad religiosa, es un homenaje a esta libertad, a la
cual se ofrece la elección de un camino que incluso los no creyentes juzgan noble
y exaltante... Este modo respetuoso de proponer la verdad de Cristo y de su reino,
más que un derecho es un deber del evangelizador. Y es a la vez un derecho de sus
hermanos recibir a través de él, el anuncio de la Buena Nueva de la salvación».
«¡Ay
de mí si no predicara el Evangelio!». Evocando estas palabras del Apóstol de las gentes,
Benedicto XVI enfatizó que el deseo de anunciar el Evangelio nace de un corazón enamorado
de Jesús, que anhela ardientemente que cada vez más personas puedan recibir la invitación
a participar en el banquete de las Bodas del Hijo de Dios:
«En este sentido, uno
de los compromisos fundamentales de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano
y Caribeño, tuve la alegría de inaugurar en Aparecida, en 2007, fue el de despertar
en los cristianos la conciencia de ser discípulos y misioneros, rescatando la dimensión
misionera de la Iglesia al convocar una "Misión Continental"». Pensando en
los «desafíos que esta propuesta de renovación misionera supone para los obispos brasileños»,
el Papa recordó al beato José de Anchieta. Su generosa e incansable actividad apostólica,
no sin graves peligros, que hizo que la Palabra de Dios se propagara tanto entre los
indios como entre los portugueses. Este apóstol de Brasil es modelo para ayudar a
estas Iglesias particulares a encontrar formas para llevar a cabo la formación de
discípulos misioneros en el espíritu de la Conferencia de Aparecida (cf. Documento
de Aparecida, 275).
En este contexto, Benedicto XVI advirtió que «los desafíos
del contexto actual podrían conducir a una visión reduccionista del concepto de misión,
que no puede limitarse a una simple búsqueda de nuevas técnicas y maneras de hacer
la Iglesia se vuelva más atractiva y capaz de ganar la competencia con otros grupos
religiosos o ideologías relativistas.
«La Iglesia no trabaja para sí misma:
está al servicio de Jesucristo, existe para hacer que la Buena Noticia sea accesible
a todas las personas», recordó el Papa, destacando luego, una vez más, que «la Iglesia
es católica precisamente porque invita a todo ser humano a experimentar la vida nueva
en Cristo. La misión, por lo tanto, no es sino la consecuencia natural de la esencia
misma de la Iglesia, un servicio del ministerio de la unidad, que Cristo quiso obrar
en su cuerpo crucificado»:
«Ello debe llevar
a reflexionar sobre el hecho de que el debilitamiento del espíritu misionero, quizá
no se deba tanto a las limitaciones y carencias en las formas externas de la acción
misionera tradicional, sino a que se olvide que la misión debe alimentarse de un núcleo
más profundo. Este núcleo es la Eucaristía. Ella, como presencia del amor humano
y divino de Jesucristo, representa continuamente el paso de Jesús a los hombres que
serán sus miembros, que serán ellos mismos Eucaristía. En fin, para que la Misión
Continental sea realmente eficaz, debe partir de la Eucaristía y conducir a la Eucaristía». Junto
con su afecto, Benedicto XVI transmitió su anhelo de que, por medio de la intercesión
del Beato José de Anchieta, que encontró el secreto de su eficacia apostólica en el
Sagrario, el nombre de Cristo esté siempre presente en el corazón y en los labios
de todos los brasileños.