El Papa anima a los obispos del Reino Unido a afrontar el desafío de la proclamación
del Evangelio, sin olvidar el “vergonzoso abuso de niños y jóvenes”, que “socava gravemente
la credibilidad moral de los pastores de la Iglesia”
Domingo, 19 sep (RV).- Por la tarde el Santo Padre mantuvo un encuentro con sus hermanos
en el episcopado, los obispos de Inglaterra, Gales y Escocia a quienes los animó en
sus labores específicas, como la inminente publicación de la nueva traducción del
Misal Romano, que servirá de gran ayuda a los católicos de todo el mundo de habla
inglesa; y a ser generosos en la aplicación de la Constitución Apostólica Anglicanorum
Coetibus, debería contemplarse como un gesto profético que puede contribuir positivamente
al desarrollo de las relaciones entre anglicanos y católicos.
Benedicto XVI
aludió a la reciente visita ad limina Apostolorum de las respectivas Conferencias
Episcopales y a los desafíos que tienen por delante, en particular acerca de la urgente
necesidad de proclamar el Evangelio en un contexto altamente secularizado. En estos
días el Papa ha visto personalmente que entre los británicos es profunda la sed por
la buena noticia de Jesucristo.
“Dios os ha escogido
para ofrecerle el agua viva del Evangelio, animándolo a poner su esperanza, no en
las vanas seducciones de este mundo, sino en las firmes promesas del mundo venidero.
Al anunciar la venida del Reino, con su promesa de esperanza para los pobres y necesitados,
los enfermos y ancianos, los no nacidos y los desamparados, aseguraos de presentar
en su plenitud el mensaje del Evangelio que da vida, incluso aquellos elementos que
ponen en tela de juicio las opiniones corrientes de la cultura actual”.
El
Papa les recordó también que recientemente ha creado el Consejo Pontificio para la
Nueva Evangelización de los países de antigua tradición cristiana. Por esta razón
los animó a hacer uso de sus servicios al acometer sus tareas. Y también les dijo
que muchos de los nuevos movimientos eclesiales tienen un carisma especial para la
evangelización, por lo que sabe que seguirán estudiando los medios apropiados y eficaces
para que participen en la misión de la Iglesia.
Al destacar que desde su última
visita a Roma, los cambios políticos en el Reino Unido han centrado la atención en
las consecuencias de la crisis financiera -que ha causado tantas dificultades a innumerables
personas y familias-, el Pontífice afirmó que “el espectro del desempleo proyecta
su sombra sobre las vidas de muchas personas, y el coste a largo plazo de las prácticas
de inversión imprudente de los últimos tiempos está siendo muy evidente”.
“En estas circunstancias,
será necesario apelar nuevamente a la característica generosidad de los católicos
británicos, y sé que vais a tomar la iniciativa de urgir la solidaridad con los menesterosos.
La voz profética de los cristianos ha jugado un papel importante al poner de relieve
las necesidades de los pobres e indigentes, a quienes muy fácilmente se descuida en
la asignación de unos recursos limitados”.
Benedicto XVI mencionó asimismo
el documento titulado “Elegir el bien común”, con el que los Obispos de Inglaterra
y Gales han subrayado la importancia de practicar la virtud en la vida pública. Y
les dijo que “las actuales circunstancias ofrecen una buena oportunidad para reforzar
ese mensaje, y también para alentar a todos a aspirar a unos valores morales superiores
en todos los ámbitos de sus vidas, en oposición a un contexto de creciente escepticismo
incluso sobre la posibilidad misma de una vida virtuosa”.
Otro asunto que
ha llamado mucho la atención en los últimos meses –destacó el Papa– y que socava gravemente
la credibilidad moral de los Pastores de la Iglesia, es “el vergonzoso abuso de niños
y jóvenes por parte de sacerdotes y religiosos”. Tras recordar que él mismo se ha
referido en muchas ocasiones a las “profundas heridas que causa dicho comportamiento,
en primer lugar en las víctimas, pero también en las relaciones de confianza que deben
existir entre los sacerdotes y el pueblo, entre los sacerdotes y sus obispos, y entre
las autoridades de la Iglesia y la gente en general”, el Santo Padre les dijo:
“Sé que habéis
adoptado serias medidas para poner remedio a esta situación, para asegurar que los
niños estén eficazmente protegidos contra los daños y para hacer frente de forma adecuada
y transparente a las denuncias que se presenten. Habéis reconocido públicamente vuestro
profundo pesar por lo ocurrido, y las formas, a menudo insuficientes, con que esto
se abordó en el pasado. Vuestra creciente toma de conciencia del alcance del abuso
de menores en la sociedad, sus efectos devastadores, y la necesidad de proporcionar
un correcto apoyo a las víctimas debería servir de incentivo para compartir las lecciones
que habéis aprendido con la comunidad en general. En efecto, ¿qué mejor manera podría
haber de reparar estos pecados que acercarse, con un espíritu humilde de compasión,
a los niños que siguen sufriendo abusos en otros lugares? Nuestro deber de cuidar
a los jóvenes no exige menos”.
Al reflexionar sobre la fragilidad humana
que estos trágicos sucesos tan crudamente han puesto de manifiesto, el Papa afirmó
a los obispos de Inglaterra, Gales y Escocia que si quieren ser pastores cristianos
eficaces, deben llevar una vida con la mayor integridad, humildad y santidad. Y recordó
lo que en cierta ocasión escribió el nuevo Beato John Henry Newman: “¡Oh Dios, concede
a los sacerdotes sentir su debilidad como hombres pecadores, y al pueblo compadecerse
de ellos, y amarles y orar por el aumento en ellos de los dones de la gracia» (Sermón,
22 de marzo de 1829).
“Rezo para que,
entre las gracias de esta visita, se dé una renovada dedicación en los Pastores cristianos
a la vocación profética que han recibido, y para que haya un nuevo aprecio en el pueblo
del gran don del ministerio ordenado. La oración por las vocaciones brotará entonces
de manera espontánea, y podemos estar seguros de que el Señor responderá con el envío
de obreros a recoger la cosecha abundante que ha preparado en todo el Reino Unido
(cf. Mt 9,37-38)”.
Por último, tras manifestar su satisfacción por el encuentro
que celebrará próximamente con los seminaristas de Inglaterra, Escocia y Gales, el
Papa les aseguró sus oraciones mientras se preparan para tomar parte en esta cosecha.
Antes de concluir aludió a dos cuestiones específicas de su ministerio episcopal
en este momento: la inminente publicación de la nueva traducción del Misal Romano,
por la que el Pontífice agradeció a todos su contribución, dado que servirá de gran
ayuda a los católicos de todo el mundo de habla inglesa. Y el asunto que él mismo
abordó, en febrero pasado con los Obispos de Inglaterra y Gales, cuando los invitó
a ser generosos en la aplicación de la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus.
El Santo Padre les dijo que esto debería contemplarse “como un gesto profético
que puede contribuir positivamente al desarrollo de las relaciones entre anglicanos
y católicos”; puesto que ayuda a fijar la atención en el objetivo último de toda actividad
ecuménica que es “la restauración de la plena comunión eclesial”, en un contexto en
el que el intercambio recíproco de dones de los respectivos patrimonios espirituales
enriquece a todos. De ahí que Benedicto XVI los haya animado a seguir “rezando y trabajando
sin cesar con el fin de acelerar el gozoso día en que ese objetivo se pueda lograr”.
Crónica
DISCURSO
COMPLETO
Mis queridos Hermanos en el Episcopado
Éste
ha sido un día de gran alegría para la comunidad católica en estas islas. El Beato
John Henry Newman, como ya podemos llamarle, ha sido elevado a los altares como un
ejemplo de fidelidad heroica al Evangelio y un intercesor para la Iglesia en esta
tierra a la que tanto amó y sirvió. Aquí, en esta misma capilla, en 1852, dio su voz
a la nueva confianza y vitalidad de la comunidad católica en Inglaterra y Gales después
de la restauración de la jerarquía, y sus palabras podrían aplicarse por igual a Escocia
un cuarto de siglo más tarde. Su beatificación nos recuerda hoy la acción permanente
del Espíritu Santo, convocando con sus dones al pueblo de Gran Bretaña a la santidad,
para que, de este a oeste y de norte a sur, se ofrezca un sacrificio perfecto de alabanza
y acción de gracias para gloria del nombre de Dios.
Agradezco al Cardenal
O'Brien y al Arzobispo Nichols sus palabras, y al hacerlo así, recuerdo cómo hace
poco tuve la oportunidad de saludaros a todos en Roma, con motivo de las visitas ad
Limina de vuestras respectivas Conferencias Episcopales. Hablamos entonces de algunos
de los retos que afrontáis al apacentar a vuestros fieles, en particular la necesidad
urgente de anunciar nuevamente el Evangelio en un ambiente muy secularizado. Durante
mi visita, he percibido con claridad la sed profunda que el pueblo británico tiene
de la Buena Noticia de Jesucristo. Dios os ha escogido para ofrecerle el agua viva
del Evangelio, animándolo a poner su esperanza, no en las vanas seducciones de este
mundo, sino en las firmes promesas del mundo venidero. Al anunciar la venida del Reino,
con su promesa de esperanza para los pobres y necesitados, los enfermos y ancianos,
los no nacidos y los desamparados, aseguraos de presentar en su plenitud el mensaje
del Evangelio que da vida, incluso aquellos elementos que ponen en tela de juicio
las opiniones corrientes de la cultura actual. Como sabéis, he creado recientemente
el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización de los países de antigua tradición
cristiana, y os animo a hacer uso de sus servicios al acometer vuestras tareas. Además,
muchos de los nuevos movimientos eclesiales tienen un carisma especial para la evangelización,
y sé que continuaréis estudiando los medios apropiados y eficaces para que participen
en la misión de la Iglesia. Desde vuestra visita a Roma, los cambios políticos
en el Reino Unido han centrado la atención en las consecuencias de la crisis financiera,
que ha causado tantas dificultades a innumerables personas y familias. El espectro
del desempleo proyecta su sombra sobre las vidas de muchas personas, y el coste a
largo plazo de las prácticas de inversión imprudente de los últimos tiempos está siendo
muy evidente. En estas circunstancias, será necesario apelar nuevamente a la característica
generosidad de los católicos británicos, y sé que vais a tomar la iniciativa de urgir
la solidaridad con los menesterosos. La voz profética de los cristianos ha jugado
un papel importante al poner de relieve las necesidades de los pobres e indigentes,
a quienes muy fácilmente se descuida en la asignación de unos recursos limitados.
En su instrucción Elegir el bien común, los Obispos de Inglaterra y Gales han subrayado
la importancia de practicar la virtud en la vida pública. Las actuales circunstancias
ofrecen una buena oportunidad para reforzar ese mensaje, y también para alentar a
todos a aspirar a unos valores morales superiores en todos los ámbitos de sus vidas,
en oposición a un contexto de creciente escepticismo incluso sobre la posibilidad
misma de una vida virtuosa.
Otro asunto que ha llamado mucho la atención en
los últimos meses, y que socava gravemente la credibilidad moral de los Pastores de
la Iglesia, es el vergonzoso abuso de niños y jóvenes por parte de sacerdotes y religiosos.
He hablado en muchas ocasiones de las profundas heridas que causa dicho comportamiento,
en primer lugar en las víctimas, pero también en las relaciones de confianza que deben
existir entre los sacerdotes y el pueblo, entre los sacerdotes y sus obispos, y entre
las autoridades de la Iglesia y la gente en general. Sé que habéis adoptado serias
medidas para poner remedio a esta situación, para asegurar que los niños estén eficazmente
protegidos contra los daños y para hacer frente de forma adecuada y transparente a
las denuncias que se presenten. Habéis reconocido públicamente vuestro profundo pesar
por lo ocurrido, y las formas, a menudo insuficientes, con que esto se abordó en el
pasado. Vuestra creciente toma de conciencia del alcance del abuso de menores en la
sociedad, sus efectos devastadores, y la necesidad de proporcionar un correcto apoyo
a las víctimas debería servir de incentivo para compartir las lecciones que habéis
aprendido con la comunidad en general. En efecto, ¿qué mejor manera podría haber de
reparar estos pecados que acercarse, con un espíritu humilde de compasión, a los niños
que siguen sufriendo abusos en otros lugares? Nuestro deber de cuidar a los jóvenes
no exige menos.
Al reflexionar sobre la fragilidad humana que estos trágicos
sucesos tan crudamente han puesto de manifiesto, hemos de recordar que, si queremos
ser Pastores cristianos eficaces, debemos llevar una vida con la mayor integridad,
humildad y santidad. Como escribió el Beato John Henry Newman en cierta ocasión: «¡Oh
Dios, concede a los sacerdotes sentir su debilidad como hombres pecadores, y al pueblo
compadecerse de ellos, y amarles y orar por el aumento en ellos de los dones de la
gracia» (Sermón, 22 de marzo de 1829). Rezo para que, entre las gracias de esta visita,
se dé una renovada dedicación en los Pastores cristianos a la vocación profética que
han recibido, y para que haya un nuevo aprecio en el pueblo del gran don del ministerio
ordenado. La oración por las vocaciones brotará entonces de manera espontánea, y podemos
estar seguros de que el Señor responderá con el envío de obreros a recoger la cosecha
abundante que ha preparado en todo el Reino Unido (cf. Mt 9,37-38). A este respecto,
me alegro del encuentro que tendré próximamente con los seminaristas de Inglaterra,
Escocia y Gales. Les aseguro mis oraciones mientras se preparan para tomar parte en
esta cosecha.
Por último, me gustaría hablar con vosotros acerca de dos cuestiones
específicas que afectan a vuestro ministerio episcopal en este momento. Una de ellas
es la inminente publicación de la nueva traducción del Misal Romano. Quiero aprovechar
esta oportunidad para agradeceros a todos la contribución que habéis realizado, con
mucho esmero, revisando y aprobando colegialmente los textos. Esto servirá de gran
ayuda a los católicos de todo el mundo de habla inglesa. Os animo ahora a aprovechar
la oportunidad que ofrece la nueva traducción para una catequesis más profunda sobre
la Eucaristía y una renovada devoción en la forma de su celebración. «Cuanto más viva
es la fe eucarística en el Pueblo de Dios, tanto más profunda es su participación
en la vida eclesial a través de la adhesión consciente a la misión que Cristo ha confiado
a sus discípulos» (Sacramentum caritatis, 6). El otro asunto lo abordé en febrero
con los Obispos de Inglaterra y Gales, cuando los invité a ser generosos en la aplicación
de la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus. Esto debería contemplarse como
un gesto profético que puede contribuir positivamente al desarrollo de las relaciones
entre anglicanos y católicos. Nos ayuda a fijar nuestra atención en el objetivo último
de toda actividad ecuménica: la restauración de la plena comunión eclesial en un contexto
en el que el intercambio recíproco de dones de nuestros respectivos patrimonios espirituales
nos enriquezca a todos. Sigamos rezando y trabajando sin cesar con el fin de acelerar
el gozoso día en que ese objetivo se pueda lograr.
Con estos sentimientos,
os doy las gracias de corazón por vuestra hospitalidad durante los últimos cuatro
días. A la vez que os confío a vosotros y al pueblo que servís a la intercesión de
San Andrés, San David y San Jorge, os imparto complacido mi Bendición Apostólica,
que extiendo al clero, a los religiosos y fieles de Inglaterra, Escocia y Gales.