El Papa exhorta a los jóvenes a construir una sociedad basada en el amor y a no caer
en el egoísmo, la envidia y el orgullo, "que fácilmente pueden endurecer nuestros
corazones"
Sábado, 18 sep (RV).- El Papa se reunió con los jóvenes al final de la misa en la
catedral de Westminster y los exhortó a acercarse a Jesucristo con el corazón, sin
egoísmos, y con la oración disciplinada incluso en medio del ajetreo y de las presiones
de la vida cotidiana.
Recordando el lema de este viaje apostólico "El corazón
habla al corazón", el Papa dijo que hablaría desde su corazón y les pidió que abrieran
el suyo para escucharlo.
"Pido a cada uno,
en primer lugar, que mire en el interior de su propio corazón. Que piense en todo
el amor que su corazón es capaz de recibir, y en todo el amor que es capaz de ofrecer.
Al fin y al cabo, hemos sido creados para amar. Esto es lo que la Biblia quiere decir
cuando afirma que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios: Hemos sido creados
para conocer al Dios del amor, a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y para
encontrar nuestra plena realización en ese amor divino que no conoce principio ni
fin".
Benedicto XVI subrayó que hemos sido creados para recibir amor, que
todos los días debemos agradecer a Dios el amor que ya hemos conocido. Necesitamos
dar gracias al Señor – dijo el Papa-por el amor que hemos recibido de nuestras familias,
nuestros amigos, nuestros maestros, y todas las personas que en nuestras vidas nos
han ayudado a darnos cuenta de lo valiosos que somos a sus ojos y a los ojos de Dios.
El Santo Padre también recordó hemos sido creados también para dar amor, para
hacer de él la fuente de cuanto realizamos y lo más perdurable de nuestras vidas.
Y advirtió que si bien esto parece muy natural, a veces se constata que es difícil
amar porque nuestro corazón puede endurecerse fácilmente por el egoísmo, la envidia
y el orgullo. Y recordando que la beata Teresa de Calcuta, la gran misionera de la
Caridad, nos recordó que dar amor, amor puro y generoso, es el fruto de una decisión
diaria, el Papa se despidió de los jóvenes invitándolos a acercarse a Jesucristo,
con el corazón y a través de la oración disciplinada incluso en medio del ajetreo
y de las presiones de la vida cotidiana.
"El corazón que
habla al corazón. Con estas palabras de mi corazón, queridos jóvenes, os aseguro mi
oración por vosotros, para que vuestra vida dé frutos abundantes para la construcción
de la civilización del amor. Os ruego también que recéis por mí, por mi ministerio
como Sucesor de Pedro, y por las necesidades de la Iglesia en todo el mundo. Sobre
vosotros, vuestras familias y amigos, invoco las bendiciones divinas de sabiduría,
alegría y paz.".
Crónica
SALUDO
COMPLETO
Señor Uche,
Queridos jóvenes amigos
Gracias por vuestra calurosa bienvenida. "El corazón habla al corazón"
–cor ad cor loquitur-. Como sabéis, he elegido estas palabras tan queridas para el
cardenal Newman como el lema de mi visita. En estos momentos en que estamos juntos,
deseo hablar con vosotros desde mi propio corazón, y os ruego que abráis los vuestros
a lo que tengo que decir.
Pido a cada uno, en primer lugar, que mire
en el interior de su propio corazón. Que piense en todo el amor que su corazón es
capaz de recibir, y en todo el amor que es capaz de ofrecer. Al fin y al cabo, hemos
sido creados para amar. Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando afirma que hemos
sido creados a imagen y semejanza de Dios: Hemos sido creados para conocer al Dios
del amor, a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y para encontrar nuestra plena
realización en ese amor divino que no conoce principio ni fin.
Hemos
sido creados para recibir amor, y así ha sido. Todos los días debemos agradecer a
Dios el amor que ya hemos conocido, el amor que nos ha hecho quienes somos, el amor
que nos ha mostrado lo que es verdaderamente importante en la vida. Necesitamos dar
gracias al Señor por el amor que hemos recibido de nuestras familias, nuestros amigos,
nuestros maestros, y todas las personas que en nuestras vidas nos han ayudado a darnos
cuenta de lo valiosos que somos a sus ojos y a los ojos de Dios.
Hemos
sido creados también para dar amor, para hacer de él la fuente de cuanto realizamos
y lo más perdurable de nuestras vidas. A veces esto parece lo más natural,
especialmente cuando sentimos la alegría del amor, cuando nuestros corazones rebosan
de generosidad, idealismo, deseo de ayudar a los demás y construir un mundo mejor.
Pero otras veces constatamos que es difícil amar; nuestro corazón puede endurecerse
fácilmente endurecido por el egoísmo, la envidia y el orgullo. La Beata Teresa de
Calcuta, la gran misionera de la Caridad, nos recordó que dar amor, amor puro y generoso,
es el fruto de una decisión diaria. Cada día hemos de optar por amar, y esto requiere
ayuda, la ayuda que viene de Cristo, de la oración y de la sabiduría que se encuentra
en su palabra, y de la gracia que Él nos otorga en los sacramentos de su Iglesia.
Éste
es el mensaje que hoy quiero compartir con vosotros. Os pido que miréis vuestros corazones
cada día para encontrar la fuente del verdadero amor. Jesús está siempre allí, esperando
serenamente que permanezcamos junto a Él y escuchemos su voz. En lo profundo de vuestro
corazón, os llama a dedicarle tiempo en la oración. Pero este tipo de oración, la
verdadera oración, requiere disciplina; requiere buscar momentos de silencio cada
día. A menudo significa esperar a que el Señor hable. Incluso en medio del
"ajetreo" y las presiones de nuestra vida cotidiana, necesitamos espacios de silencio,
porque en el silencio encontramos a Dios, y en el silencio descubrimos nuestro verdadero
ser. Y al descubrir nuestro verdadero yo, descubrimos la vocación particular a la
cual Dios nos llama para la edificación de su Iglesia y la redención de nuestro mundo.
El corazón que habla al corazón. Con estas palabras de
mi corazón, queridos jóvenes, os aseguro mi oración por vosotros, para que vuestra
vida dé frutos abundantes para la construcción de la civilización del amor. Os ruego
también que recéis por mí, por mi ministerio como Sucesor de Pedro, y por las necesidades
de la Iglesia en todo el mundo. Sobre vosotros, vuestras familias y amigos, invoco
las bendiciones divinas de sabiduría, alegría y paz.