Miércoles, 8 sep (RV).- “Por eso deja el hombre
a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser como una sola
persona”. (Cfr., Gen 2, 24)
En este texto de las Sagradas Escrituras, que tal
vez has escuchado muchas veces, se resume la esencia del proyecto de Dios para la
familia, el cual podemos descubrir al analizar el sentido de los tres verbos que allí
aparecen: dejar, unir y ser.
El “Dejar” está relacionado con el Sacramento
del Matrimonio, el recibir la bendición de Dios para iniciar ese nuevo proyecto: formar
una familia. Jesucristo quiere y debe tener un lugar como centro de la familia.
Es
fundamental tener la claridad que al optar por formar un hogar, se da un paso que
implica cambio. Se deja una forma de vida para empezar la construcción de una nueva
familia. Hemos encontrado que una buena parte de los problemas que enfrentan los
matrimonios se debe a que no han dado el paso de dejar una forma de vida anterior,
para edificar una nueva, en unidad con la persona que Dios le dio a cada uno para
construir una familia. Una independencia mal entendida, queriendo mantener actividades
que son propias de la vida de solteros o una sobre involucración de los padres son
apenas dos ejemplos de lo que puede afectar a la naciente familia, si no se da el
paso de dejar.
En ningún momento nos habla de abandonar, porque debemos seguir
honrando a nuestros padres, respetándolos y cuidando de ellos, pero es claro que se
tiene una nueva opción y que el dejar implica hacer una nueva creación.
A continuación
nos dice el texto “y se une a su mujer”. El unirse es crecer en el amor, en el conocimiento
mutuo, en compartirlo todo, de tal manera que no existan secretos ya ni temas vedados
en la relación. Otra forma de expresarlo podría ser hacer equipo para apoyarse mutuamente
y para cumplir la promesa de permanencia aún en los momentos de mayor adversidad.
El
crecer en el unirse no tiene final, sabemos de matrimonios con treinta, cuarenta
y más años de casados que todavía no terminan de conocerse y de descubrirse mutuamente.
El crecer en el unirse hace que la relación sea más dinámica, más interesante y por
eso los invitamos a que no dejen de sorprenderse mutuamente, a que revivan el cortejo,
los pequeños detalles y el diálogo que exprese sentimientos profundos. Por último
nos habla de ser uno, “ser como una sola persona”. Cuando se es un solo ser con la
pareja, no queda ningún espacio para darle la prioridad a otra persona o a otra actividad.
Los dos guían, los dos construyen, los dos asumen los grandes retos y los dos, tomados
de la mano, enfrentan las amenazas que se ciernen sobre el matrimonio y la familia.
La meta es llegar a ser uno solo, el camino, crecer en el unirse que es crecer
en el amor, estando cubiertos con la bendición de Dios a través del sacramento del
matrimonio. Unámonos en oración diciendo:
Señor te doy gracias por mi familia.
Clamo la presencia y la acción de tu Espíritu Santo para que se haga realidad en nuestra
vida el plan que tú diseñaste para mi hogar. Te presento las dificultades por las
que estamos atravesando y también las alegrías y momentos bellos que abundan en nuestras
vidas. Te pedimos que en mi familia y en todas las familias del mundo, se abran los
corazones para que tú ocupes el lugar que te corresponde y así podamos llegar a ser
“Familias Victoriosas”.
Producción y locución: Esposos Humberto Díaz e Isabel
Botía