En el Ángelus el Papa confía a la intercesión de María la cotidiana oración por la
paz, especialmente ahí donde más interfiere la absurda lógica de la violencia
Domingo, 22 ago (RV).- Este mediodía, como todos los domingos y festividades, el Papa
rezó el Ángelus e impartió su bendición apostólica a los 4 mil fieles y peregrinos
que se reunieron en el patio interior del palacio apostólico de esta localidad de
la región italiana del Lacio. En efecto quiso recordar que ocho días después de la
solemnidad de la Asunción de María al Cielo la liturgia de este domingo nos invita
a venerar a la Bienaventurada Virgen María con el título de “Reina”.
La
Madre de Cristo es contemplada hoy coronada por su Hijo, es decir asociada a su Realeza
universal, así como la representan numerosos mosaicos y pinturas. También esta memoria
se celebra hoy en día domingo, adquiriendo de la Palabra de Dios y de la celebración
de la Pascua de la semana, mayor luz. En particular, el icono de la Virgen María Reina
encuentra una confirmación significativa en el Evangelio del día, en el versículo
donde Jesús afirma: «Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos»
Destacando la
naturaleza de Reina de María el Benedicto XVI observa que se trata de una típica expresión
de Cristo que reportan con fórmulas parecidas los Evangelistas, porque como dijo
el Santo Padre evidentemente refleja el aprecio a su predicación profética. La Santísima
Virgen es el ejemplo perfecto de esta verdad evangélica, es decir que Dios “Derribó
a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes” (cfr Lc 1,52).
¡La
pequeña y sencilla doncella de Nazaret se ha convertido en Reina del mundo!, esta
es una de las maravillas que revelan el corazón de Dios. Naturalmente la realeza de
María es totalmente relativa a la de Cristo: Él es el Señor, que, después de la humillación
de la muerte en Cruz, el Padre “exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo
nombre… en los cielos, en la tierra y en los abismos”
Benedicto XVI
prosiguió diciendo que por un diseño de gracia, la Madre Inmaculada ha sido plenamente
asociada al misterio del Hijo: a su Encarnación; a su vida terrena, antes escondida
en Nazaret y después manifestada en el ministerio mesiánico; a su Pasión y Muerte;
y finalmente a la gloria de la Resurrección y Ascensión al Cielo.
La Madre
compartió con el Hijo no solo los aspectos humanos de este misterio, sino, por la
obra del Espíritu Santo en ella, también la intención profunda, a voluntad divina,
de modo que toda su existencia, pobre y humilde, ha sido elevada, transformada, glorificada,
pasando a través de la “puerta estrecha” que es Jesús mismo. Sí, María es la primera
que ha pasado a través del “camino” abierto por Cristo para entrar en el Reino de
Dios, un camino accesible a los humildes y a cuantos se confían de la Palabra de Dios
y se esfuerzan por ponerla en práctica
Más adelante en
sus palabras previas al rezo mariano del Ángelus Benedicto XVI quiso celebrar la figura
de María en la devoción popular recordando que en la historia de las ciudades y de
los pueblos evangelizados por el mensaje cristiano son innumerables los testimonios
de veneración pública, en ciertos casos inclusive institucional a la realeza de la
Virgen María sin embargo observó que hoy, queremos renovar -como hijos de la Iglesia-
nuestra devoción a Aquella que Jesús nos dejó como Madre y Reina. Fue así que Benedicto
XVI confió a la intercesión de la Santísima Virgen la cotidiana oración por la paz,
especialmente ahí donde más interfiere la absurda lógica de la violencia, para que
todos los hombres queden persuadidos de que en este mundo debemos ayudarnos los unos
a los otros como hermanos, para construir la civilización del amor.
Después
de rezar el Ángelus y el responso por los fieles difuntos, el Papa saludó en diversas
lenguas a los grupos de peregrinos presentes. En nuestro idioma:
Saludo
a los peregrinos de lengua española y los invito a pedir por la Iglesia, extendida
de oriente a occidente, para que sea fiel al mandato que el Señor le encomendó de
llevar la luz del Evangelio a todas las naciones. Por intercesión de la Virgen María,
a quien invocamos como Reina y Señora nuestra, supliquemos a Cristo Jesús, su divino
Hijo, que sean cada vez más los que dediquen su vida a esta hermosa misión, siendo
testigos de su amor, de palabra y con el propio ejemplo. Muchas gracias