Ángelus: “de Oriente a Occidente la Toda Santa es invocada Madre celeste, que tiene
al Hijo de Dios entre sus brazos y bajo cuya protección encuentra refugio toda la
humanidad”
Domingo, 15 ago (RV).- Al mediodía, como todos los domingos y festividades, el Papa
rezó el ángelus e impartió su bendición apostólica a los fieles y peregrinos que se
reunieron en el patio interior del palacio apostólico de Castel Gandolfo de la región
italiana del Lacio.
Antes de rezar el ángelus el Pontífice recordó que hoy,
en la solemnidad de la Asunción al Cielo de la Madre de Dios, celebramos el pasaje
de la condición terrena a la bienaventuranza celeste de Aquella que ha generado en
la carne y acogido en la fe al Señor de la Vida.
Benedicto XVI explicó que
la veneración a la Virgen María acompaña desde los inicios el camino de la Iglesia
y ya a partir del Siglo IV aparecen fiestas marianas: en algunas se exalta el papel
de la Virgen en la historia de la salvación y en otras se celebran los momentos principales
de su existencia terrena.
El significado de la fiesta de hoy, prosiguió diciendo
el Obispo de Roma está contenido en las palabras conclusivas de la definición dogmática,
promulgada por el Venerable Pío XII el 1° de noviembre de 1950 y del que este año
se celebra el 60° aniversario: «La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María,
terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial»
(Cost. ap. Munificentissimus Deus, AAS 42 [1950], 770).
El Papa destacó además
que artistas de todas las épocas han pintado y esculpido la santidad de la Madre del
Señor adornando iglesias y santuarios. Poetas, escritores y músicos han tributado
honor a la Virgen con himnos y cantos litúrgicos. De Oriente a Occidente la Toda Santa
es invocada Madre celeste, que tiene al Hijo de Dios entre sus brazos y bajo cuya
protección encuentra refugio toda la humanidad, con la antigua oración: “bajo tu protección
buscamos refugio, Santa Madre de Dios: no desprecies nuestras súplicas de quienes
estamos en la prueba, sino libéranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”.
Después
de recordar que en el Evangelio de esta solemnidad san Lucas describe la realización
de la salvación a través de la Virgen María, el Pontífice invitó a los fieles y peregrinos
presentes y a quienes lo escuchaban a través de la radio y la televisión a encomendarnos
a Aquella que -como afirma el Siervo de Dios Pablo VI- «asunta al cielo, no ha abandonado
su misión de intercesión y salvación» (Es. ap. Marialis Cultus, 18, AAS 66 [1974],
130).
A Ella, guía de los Apóstoles, apoyo de los Mártires, luz de los Santos,
dijo el Papa, dirijamos nuestra oración, suplicándole que nos acompañe en esta vida
terrena, que nos ayude a mirar hacia el Cielo y que nos acoja un día junto a Su Hijo
Jesús.
Después de rezar el ángelus y el responso por los fieles difuntos, el
Papa saludó en diversas lenguas a los grupos de peregrinos presentes. En nuestro idioma,
Benedicto XVI dijo:
Saludo con afecto a los fieles de lengua española,
en particular al grupo de pastoral juvenil de Pamplona y Zizur Mayor. Que la celebración
de la Asunción de la Virgen María a los cielos, en la que podemos contemplar la plenitud
de vida a la que estamos todos llamados, fortalezca nuestra esperanza con la certeza
de que la Madre de Dios sigue velando con amor sobre cada uno de nosotros. Que Dios
os bendiga