El Papa invita a los católicos chipriotas a “impulsar la unidad en la caridad con
los demás cristianos y al diálogo con los no cristianos”
Sábado, 5 jun (RV).- En su encuentro de oración con la comunidad católica, en el Colegio
Maronita, en Nicosia, Benedicto XVI ha manifestado su gran alegría, alentando a los
queridos católicos de Chipre y culminando sus palabras con su cercanía en la oración,
con el anhelo de que cesen los sufrimientos y de una vida mejor para todos los habitantes
de la isla. Palabras que han sido acogidas con un gran aplauso:
«Queridos
católicos de Chipre, cultivad la concordia en comunión con la Iglesia universal y
con el Sucesor de Pedro, y estrechad vuestros vínculos fraternos con los demás en
la fe, la esperanza y el amor. En especial deseo confiar este mensaje a los presentes
provenientes de Kormákiti, Asómatos, Karpásha y Aía Marina. Conozco vuestros anhelos
y sufrimientos y por lo tanto os ruego que llevéis mi bendición, mi cercanía y mi
afecto a todos aquellos que son originarios de vuestros pueblos. Nosotros los cristianos
somos un pueblo de esperanza. De mi parte, espero y rezo con fervor con el fin de
que, con el compromiso y la buena voluntad de cuantos están implicados, se pueda asegurar
pronto una vida mejor a todos los habitantes de la isla»
Tras agradecer a los
niños que le ofrecieron una representación, al arzobispo Soueif, a Su Beatitud el
patriarca Fouad Twal, y al Custodio de Tierra Santa, el Papa se ha referido a su histórico
viaje a Chipre.
«En esta ocasión histórica de la primera visita del Obispo
de Roma a Chipre, vengo para confirmaros en la fe en Jesucristo y para animaros a
permanecer fieles a la tradición apostólica, con un solo corazón y una sola alma (cf.
Hch 4, 32). Como Sucesor de Pedro, me encuentro entre vosotros para aseguraros mi
apoyo, mi oración afectuosa y mi aliento».
Reiterando que como los hombres
y mujeres del Evangelio de hoy, también nosotros queremos ver a Jesús, conocerlo,
amarlo y servirlo con “un solo corazón y una sola alma” (cf. Hch 4,32), el Papa ha
evocado la voz venida del cielo que da testimonio de la gloria del nombre de Dios,
como hace la Iglesia.
«También la Iglesia proclama su nombre, no sólo en beneficio
propio, sino en favor de toda la humanidad (cf. Jn 12, 30). También vosotros, que
seguís a Cristo hoy, estáis llamados a vivir vuestra fe en el mundo promoviendo, de
palabra y de obra, los valores del Evangelio, que os han entregado generaciones de
cristianos chipriotas. Estos valores, profundamente enraizados en vuestra cultura
así como en el patrimonio de la Iglesia universal, deben seguir inspirando vuestros
esfuerzos por la paz, la justicia y el respeto de la vida humana y la dignidad de
vuestros conciudadanos. De esta manera, vuestra fidelidad al Evangelio redundará en
favor de toda la sociedad chipriota».
Refiriéndose a la particular situación
de los católicos chipriotas, el Santo Padre ha invitado una vez más a impulsar la
unidad en la caridad con los demás cristianos y al diálogo con los no cristianos.
Pues «todavía hay mucho que hacer, en todas las partes del mundo, en el diálogo interreligioso».
Después
de exhortar encarecidamente «a intentar crear esa confianza mutua entre cristianos
y no cristianos, como fundamento para construir una paz y concordia duradera entre
pueblos con diferencias religiosas, políticas y culturales» y a que no se pierda nunca
de vista la profunda comunión entre los católicos entre sí y con la Iglesia católica
extendida por toda la tierra», Benedicto XVI se ha dirigido, en este colegio católico,
a todos los que trabajan en las escuelas católicas de la isla, especialmente a los
maestros.
Sin olvidar las necesidades más inmediatas de la Iglesia, animando
a pedir y a promover las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, el Papa ha
recordado que en este Año Sacerdotal que está a punto de terminar, la Iglesia se ha
concienciado nuevamente de la necesidad de sacerdotes buenos, santos y bien preparados
y de religiosos y religiosas completamente comprometidos con Cristo y con la propagación
del reino de Dios en la tierra.
¡Sed fuertes en la fe, alegres en el servicio
de Dios y generosos con vuestro tiempo y vuestros talentos! Es la Exhortación que
ha dirigido a los queridos jóvenes de Chipre, Benedicto XVI, encomendando a todos
los chipriotas a la protección de la Bienaventurada Virgen María y a la intercesión
de los santos Pablo y Bernabé, junto con la bendición de Dios.
Crónica
DISCURSO
COMPLETO Queridos hermanos y hermanas en Cristo Es
para mí una gran alegría estar con vosotros, representantes de la comunidad católica
de Chipre. Agradezco al Arzobispo Soueif sus amables palabras
de bienvenida en nombre de todos vosotros y, de modo particular, agradezco a los niños
su preciosa representación. Saludo a Su Beatitud el Patriarca Fouad Twal, y también,
en la persona de Padre Pizzaballa, aquí presente, expreso mi reconocimiento a la labor
grande y paciente de la Custodia Franciscana de Tierra Santa. En
esta ocasión histórica de la primera visita del Obispo de Roma a Chipre, vengo para
confirmaros en la fe en Jesucristo y para animaros a permanecer fieles a la tradición
apostólica, con un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4, 32). Como Sucesor de Pedro,
me encuentro entre vosotros para aseguraros mi apoyo, mi oración afectuosa y mi aliento. Acabamos
de escuchar en el Evangelio de Juan cómo algunos griegos, que habían oído hablar de
las grandes obras que Jesús había realizado, se acercaron al Apóstol Felipe y le dijeron:
“Quisiéramos ver a Jesús” (cf. Jn 12, 21). Estas palabras llegan hasta lo más profundo
de nuestro corazón. Como los hombres y mujeres del Evangelio, también nosotros queremos
ver a Jesús, conocerlo, amarlo y servirlo con “un solo corazón y una sola alma” (cf.
Hch 4,32). Además, al igual que en el Evangelio de hoy la voz
venida del cielo da testimonio de la gloria del nombre de Dios, también la Iglesia
proclama su nombre, no sólo en beneficio propio, sino en favor de toda la humanidad
(cf. Jn 12, 30). También vosotros, que seguís a Cristo hoy, estáis llamados a vivir
vuestra fe en el mundo promoviendo, de palabra y de obra, los valores del Evangelio,
que os han entregado generaciones de cristianos chipriotas. Estos valores, profundamente
enraizados en vuestra cultura así como en el patrimonio de la Iglesia universal, deben
seguir inspirando vuestros esfuerzos por la paz, la justicia y el respeto de la vida
humana y la dignidad de vuestros conciudadanos. De esta manera, vuestra fidelidad
al Evangelio redundará en favor de toda la sociedad chipriota. Queridos
hermanos y hermanas, dada vuestra particular situación, me gustaría destacar una parte
esencial de la vida y misión de nuestra Iglesia, me refiero a la búsqueda de una mayor
unidad en la caridad con los demás cristianos y al diálogo con los no cristianos.
Desde el Concilio Vaticano II especialmente, la Iglesia se ha comprometido a avanzar
en el camino de un entendimiento cada vez mayor con nuestros hermanos cristianos para
fortalecer los lazos de amor y respeto entre todos los bautizados. Teniendo en cuenta
vuestras circunstancias, estáis en condiciones de contribuir de un modo concreto en
vuestra vida diaria a la mayor unidad de los cristianos. Os animo a que lo hagáis,
con la confianza de que el Espíritu del Señor, que ha pedido que sus discípulos sean
uno (cf. Jn 17, 21), estará a vuestro lado en esta importante tarea. Todavía
hay mucho que hacer, en todas las partes del mundo, en el diálogo interreligioso.
En este ámbito, los católicos de Chipre se encuentran frecuentemente con oportunidades
para una adecuada y prudente actuación. Sólo una labor paciente puede edificar la
confianza mutua, superar el peso de la historia y convertir las diferencias políticas
y culturales entre los pueblos en motivo para procurar un mayor entendimiento. Os
exhorto encarecidamente a intentar crear esa confianza mutua entre cristianos y no
cristianos, como fundamento para construir una paz y concordia duradera entre pueblos
con diferencias religiosas, políticas y culturales. Queridos
amigos, me gustaría que no perdieseis nunca de vista la profunda comunión que os une
entre vosotros y a la Iglesia católica extendida por toda la tierra. Y por lo que
se refiere a las necesidades más inmediatas de la Iglesia, os animo a pedir y a promover
las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. En este Año Sacerdotal que está
a punto de terminar, la Iglesia se ha concienciado nuevamente de la necesidad de sacerdotes
buenos, santos y bien preparados. Necesita religiosos y religiosas completamente comprometidos
con Cristo y con la propagación del reino de Dios en la tierra. Nuestro Señor ha prometido
que los que den su vida como Él lo hizo, la guardarán para la vida eterna (cf. Jn
12, 25). Pido a los padres que consideren esta promesa y animen a sus hijos a responder
generosamente a la llamada del Señor. Exhorto a los pastores a que se preocupen de
los jóvenes, de sus deseos y aspiraciones, y a que los formen en una fe plena. Permitidme
que en este colegio católico dirija unas palabras a todos los que trabajan en las
escuelas católicas de la isla, especialmente a los maestros. Vuestro trabajo forma
parte de una larga y valiosa tradición de la Iglesia católica en Chipre. Continuad
pacientemente al servicio de toda la comunidad, esforzándoos por conseguir una educación
excelente. Que el Señor os bendiga abundantemente ya que tenéis confiada la sagrada
tarea de la formación, que es el don más precioso que Dios todopoderoso nos ha dado
a nosotros y a nuestros hijos. Y ahora me dirijo especialmente
a vosotros, queridos jóvenes de Chipre. ¡Sed fuertes en la fe, alegres en el servicio
de Dios y generosos con vuestro tiempo y vuestros talentos! Ayudad a construir un
futuro mejor para la Iglesia y para vuestro país, poniendo el bien de los demás por
encima de vuestro propio bien. Queridos católicos de Chipre,
cultivad la concordia en comunión con la Iglesia universal y con el Sucesor de Pedro,
y estrechad vuestros vínculos fraternos con los demás en la fe, la esperanza y el
amor. De manera especial, deseo transmitir este mensaje a quienes
han venido de Kormakiti, Asomatos, Karpasha y Agia Marina. Conozco vuestros anhelos
y sufrimientos, y os pido que llevéis mi bendición, mi cercanía y mi afecto a los
provenientes de vuestras ciudades, donde los cristianos son un pueblo de esperanza.
Por mi parte, deseo fervientemente y rezo para que, contando con la buena voluntad
de todos, se pueda asegurar cuanto antes una vida mejor a los habitantes de la isla. Con
estas breves palabras confío a cada uno de vosotros a la protección de la Bienaventurada
Virgen María y a la intercesión de los santos Pablo y Bernabé. Que Dios os bendiga.