Pastoral de la movilidad humana y corresponsabilidad de Estados y Organismos Internacionales
Martes, 25 may (RV).- El Santo Padre recibirá el viernes a los participantes en la
XIX Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e
Itinerantes que desde mañana y hasta el viernes, analizan en Roma la pastoral de la
movilidad hoy en el contexto de la corresponsabilidad de los Estados y de los organismos
internacionales.
“Pastoral de la movilidad hoy, en el contexto de
la corresponsabilidad de los Estados y de los Organismos internacionales”. Este el
título de la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para los Migrante e Itinerantes,
un tema que quiere evidenciar la necesidad de un acercamiento multilateral al fenómeno
de la movilidad humana, para favorecer la aportación específica de realidad nacionales
y de organismos multilaterales con el fin de combatir las diversas formas de discriminación
e intolerancia y de promover al mismo tiempo una amplia sinergia en el actuar programas
en defensa de la dignidad humana.
El Santo Padre recibirá el viernes
a los participantes en la XIX Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Pastoral
de los Emigrantes e Itinerantes. El secretario del dicasterio, Mons. Agostino Marchetto,
analiza en esta entrevista las nuevas perspectivas y la función de los organismos
oficiales en la pastoral de la movilidad social.
En primer lugar
tengo que decir que hay una nueva toma de conciencia ante la magnitud del fenómeno
migratorio, que el Papa Benedicto XVI llama macro-fenómeno. Y, en ocasión del último
congreso mundial sobre la pastoral para migrantes y refugiados, el Papa afirmó, entre
otras cosas, que “dicho fenómeno no había asumido nunca tanta prominencia como la
que tiene en nuestros días, y esto por la consistencia y la complejidad de las problemáticas”
y que “atañe ahora todos los países del mundo”. El Papa observaba que millones de
mujeres, hombres, niños y niñas, jóvenes y ancianos se enfrentan a los dramas de la
emigración para sobrevivir, más que para mejorar sus condiciones de vida y las de
sus familiares. El Papa recuerda que el valor de la acogida, de la hospitalidad y
del amor por el prójimo hay que traducirlo en gestos cotidianos de compartir, de coparticipación
y de solicitud hacia los demás, especialmente hacia los más necesitados. El Santo
Padre recuerda, asimismo, la necesidad de solidaridad constatando la desigual repartición
de los recursos de la tierra, una solidaridad que tiene que unir a toda la familia
humana.
La Iglesia católica colabora a varios niveles con Estados
y organismos internacionales en la gestión de los fenómenos de la movilidad humana.
¿Qué formas de colaboración se han ido creando?
Todos deberían
tener la posibilidad de vivir con dignidad en su propia patria y no verse obligados
a buscar en otro lugar una condición de vida que sea decente. En efecto, cada desplazamiento,
por voluntario que sea, conlleva siempre un cierto tipo de malestar y de sufrimiento.
Ya que la situación no es la misma en todas partes, es necesario, de todos modos,
colaborar para garantizar el derecho a dejar la propia patria y buscar mejores oportunidades
en otro País de acogida, creando las condiciones para que esto sea posible. Recuerdo,
como es natural, que los Gobiernos tienen el derecho de reglamentar los flujos migratorios,
digamos económicos, respetando siempre el bien común de la Nación y al mismo tiempo
los derechos humanos de los migrantes, sin olvidar el bien común universal.
¿No
se debería sensibilizar más a la opinión pública a cerca de la cuestión migratoria,
sobre la relación entre migración y desarrollo y la necesidad de un nuevo orden económico
internacional para una más justa repartición de los bines de la tierra?
Nadie desconoce,
asimismo, la importancia de la colaboración entre Gobiernos y organismos religiosos
en el proceso de integración. Es más fácil que en el país de llegada, el migrante
encuentre su comunidad de origen en los asociaciones religiosas. En la pastoral específica
para migrantes, se trata de crear puentes y mediaciones entre migrantes y población
local, y de promover tolerancia y sensibilidad en las comunidades locales. Las congregaciones
religiosas tienen a menudo un carácter internacional, con estructuras en los Países
de origen, de tránsito y de destinación de los migrantes y de sus familias y, por
consiguiente, realizan un papel importante en el apoyo y mejora de las redes existentes
entre diáspora, migrantes y comunidad de origen. Otro campo de colaboración es la
justa sensibilización de la opinión pública sobre la cuestión migratoria, sobre la
relación entre migración y desarrollo y, por consiguiente, la necesidad de un nuevo
orden económico internacional para una más justa repartición de los bienes de la tierra.
Benedicto XVI a su regreso de Malta recordó que todas las naciones
que tienen raíces cristianas en su Constitución tienen que afrontar los problemas
relacionados con el fenómeno migratorio con perseverancia. ¿Estamos cerca de cumplir
este deseo?
No quisiera ser
pesimista. Sin embargo, el cristiano tiene que ser realista y al mismo tiempo capaz
de esperar y, quizás, hasta de soñar a ojos abiertos. Veo que se cumplen unos esfuerzos
notables para hacer frente a las cuestiones relativas al fenómeno migratorio. ¿Son
eficaces? ¿Centran el problema? Ciertamente, mucho queda por hacer, porque en ciertos
Países se tiende a acoger menos y no más que antes. Pero a Dios gracias, en todas
las naciones hay personas comprometidas, agentes de diverso tipo, organizaciones,
grupos, comunidades que conocen la situación, porque están implicados de lleno en
ella, y no dudan en dar lo mejor de sí para acoger, recordando lo que dijo Nuestro
Señor: “Cuando lo hicisteis con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos,
conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).