Benedicto XVI señala al Pontificio Consejo para los laicos la necesidad de políticos
cristianos coherentes, abiertos al diálogo y a la colaboración
Viernes, 21 may (RV).- Antes del mediodía en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico
del Vaticano, Benedicto XVI ha recibido a los participantes a la Asamblea Plenaria
del Pontificio Consejo para los laicos, reunidos bajo el tema: “Testigos de Cristo
en la comunidad política”. “No entra en la misión de la Iglesia -ha dicho el Papa-
la formación técnica de los políticos. Su misión, sin embargo, es dar su juicio moral
sobre las cosas que tienen que ver con el orden político”.
La Iglesia se concentra
particularmente en educar a los discípulos de Cristo para que sean siempre testigos
de su Presencia en todas partes y en cualquier circunstancia. “Espera a los fieles
laicos mostrar concretamente en la vida personal y familiar, en la vida social, cultural
y política, que la fe permite leer en modo nuevo y profundo la realidad y transformarla;
que la esperanza cristiana ensanche el horizonte limitado del hombre y lo proyecte
hacia la verdadera altura de su ser, hacia Dios; que la caridad en la verdad sea la
fuerza más eficaz capaz de cambiar el mundo; que el Evangelio sea garantía de libertad
y mensaje de liberación; que los principios fundamentales de la Doctrina social de
la Iglesia (la dignidad de la persona humana, la subsidiariedad, la solidaridad) sean
de gran actualidad y valor para la promoción de nuevos caminos de desarrollo al servicio
de todo el hombre y de todos los hombres”.
Compete a los fieles
laicos, ha proseguido diciendo el Papa participar en la vida política de manera coherente
con las enseñanzas de la Iglesia. “Los cristianos no buscan la hegemonía política
o cultural, pero están movidos por la certeza de que Cristo es la piedra angular de
cualquier construcción humana”. “Es necesario que políticos
auténticamente cristianos, pero sobre todo que los fieles laicos, sean testigos de
Cristo y del Evangelio en la comunidad civil y política”.
Se trata
de un desafío exigente pues los tiempos que estamos viviendo nos ponen delante grandes
y complejos problemas en un mundo donde se difunde un “confuso relativismo cultural
y un individualismo utilitarista y hedonista que debilita la democracia y favorece
el dominio de los poderes fuertes”. “Es necesario recuperar
y robustecer una auténtica sabiduría política; ser exigentes en lo que se refiere
a la propia competencia; servirse críticamente de los avances de las ciencias humanas;
afrontar la realidad en todos sus aspectos, más allá de reduccionismos ideológicos
o pretensiones utópicas; mostrase abiertos al verdadero diálogo y colaboración, teniendo
presente que la política es también un complejo arte de equilibrio entre ideales e
intereses, pero sin olvidar nunca que la contribución de los cristianos es decisiva
sólo si la inteligencia de la fe se convierte en inteligencia de la verdad, clave
de juicio y de transformación. Es necesaria una verdadera revolución del amor”.