Benedicto XVI ofrece una rosa de oro a la Virgen de Fátima y en su oración recuerda
a Juan Pablo II y su agradecimiento a aquella 'mano invisible' que lo libró de la
muerte
Miércoles, 12 may (RV).- Benedicto XVI ha llegado esta tarde a Fátima, meta principal
de este peregrinaje marcado por la celebración del décimo aniversario de la beatificación
de los pastorcitos Francisco y Jacinta. La primera de sus visitas ha sido precisamente
a la Capilla de las Apariciones del Santuario de Nuestra Señora de Fátima, ante cuya
imagen el Papa se ha recogido de rodillas en oración. Este ha sido el texto completo
de la oración de Benedicto XVI, en la que ha recordado a Juan Pablo II y su agradecimiento
por aquella “mano invisible” que lo libró de la muerte.
ORACIÓN A LA
VIRGEN
Señora Nuestra
y Madre de todos
los hombres y mujeres,
aquí estoy como un hijo
que viene
a visitar a su Madre
y lo hace en compañía
de una multitud
de hermanos y hermanas.
Como Sucesor de Pedro,
al que
se le confió la misión
de presidir el servicio
de la caridad
en la Iglesia de Cristo
y de confirmar a todos en la fe
y
en la esperanza,
quiero presentar a tu Corazón Inmaculado
las
alegrías y las esperanzas,
así como los problemas y los sufrimientos
de
cada uno de estos hijos e hijas tuyos,
que se encuentran en Cova de
Iria
o que nos acompañan desde la distancia.
Madre
amabilísima,
tú conoces a cada uno por su nombre,
con
su rostro y con su historia,
y quieres a todos
con amor
materno,
que fluye del mismo corazón de Dios Amor.
Te
confío a todos y los consagro a ti,
María Santísima,
Madre
de Dios y Madre nuestra.
El Venerable Papa Juan Pablo
II,
que te visitó tres veces, aquí en Fátima,
y te agradeció
aquella “mano invisible”
que lo libró de la muerte,
en
el atentado del trece de mayo,
en la Plaza de San Pedro, hace casi treinta
años,
quiso ofrecer al Santuario de Fátima
la bala que
lo hirió gravemente
y que fue colocada en tu corona de Reina de la Paz.
Nos
consuela profundamente
saber que estás coronada
no sólo
con la plata
y el oro de nuestras alegrías y esperanzas,
sino
también con la “bala”
de nuestras preocupaciones y sufrimientos.
Te
agradezco, Madre querida,
las oraciones y sacrificios
que
los Pastorcillos
de Fátima realizaron por el Papa,
animados
por los sentimientos
que tú les habías infundido en las apariciones.
Agradezco
igualmente a todos aquellos que,
cada día,
rezan por el
Sucesor de Pedro
y sus intenciones,
para que el Papa sea
fuerte en la fe,
audaz en la esperanza y ferviente en el amor.
Madre
querida por todos nosotros,
te entrego aquí en tu Santuario de Fátima,
la
Rosa de Oro
que he traído desde Roma,
como regalo de gratitud
del Papa,
por las maravillas que el Omnipotente
ha realizado
por tu mediación
en los corazones de tantos peregrinos
que
vienen a esta tu casa materna.
Estoy seguro de que los
Pastorcillos de Fátima,
los Beatos Francisco y Jacinta
y
la Sierva de Dios Lucía de Jesús,
nos acompañan en este momento de súplica
y júbilo.
El Santo Padre ha traído desde Roma un regalo
de gratitud a la Virgen de Fátima, una Rosa de Oro. El regalo en cuestión se trata
de una figura de dos rosas y dos pequeños brotes con varias ramas y hojas. La rosa
más grande, completamente dorada muestra en su centro un corazón y un rosario entrelazado
en oro y madreperla, ambos símbolos de la Virgen de Fátima.
Tras
la visita a la Capilla de las Apariciones, Benedicto XVI se trasladó a la Iglesia
de la Santísima Trinidad, a 300 metros de distancia recorridos entre los vítores de
miles de peregrinos, como nos ha comentado nuestra compañera Cecilia de Malak.