Editorial ‘Octava Dies’: «¡'Aquí tenéis al hombre'!»
Sábado, 1 may (RV).- Mañana domingo Benedicto XVI viaja a Turín para arrodillarse
y rezar delante de la Sábana Santa, igual como han hecho en estas últimas semanas
miles de personas y fieles que han visitado la catedral de Turín para poder ver la
Síndone, que según la tradición envolvió el Cuerpo de Jesucristo en el Sepulcro de
Jerusalén. Sobre la autenticidad del Santo Sudario, la Iglesia no se ha pronunciado
y continúan los estudios y exámenes, pero para el Papa cuenta sobre todo, como él
mismo ha dicho, la veneración “que ayuda a todos a buscar el Rostro de Dios, que fue
la íntima aspiración de los Apóstoles, como también es la nuestra”. “La Síndone es
un extraordinario llamado hacia el sufrimiento de Cristo”.
La capital piamontesa
está preparada para tributar mañana a Benedicto XVI una gran acogida: más de 100 mil
personas le esperan y participarán en los distintos actos públicos junto al Papa.
El arzobispo de Turín, cardenal Severino Poletto ha dicho que la llegada del Pontífice
“será un momento de gracia, el cumplimiento de una promesa, una ventada de impulso
a la fe”. Eran ya 12 años, desde la Ostensión de la Sábana Santa en 1998, que un Papa
no venia a la ciudad. La breve visita del Santo Padre, de apenas 10 horas, tendrá
un programa intenso concentrado en cuatro citas públicas y 5 discursos, además del
homenaje al Sagrado Sudario.
En este mismo contexto se inscribe el editorial
semanal Octava Dies que habitualmente nos brinda el padre Federico Lombardi director
de la Oficina de la Santa Sede y de Radio Vaticano, centrado hoy en una reflexión
sobre la Sábana Santa de Turín, que lleva por título: «¡'Aquí tenéis al hombre'!».
«Cientos de miles de peregrinos afluyen en estas semanas a Turín, para pasar
pocos minutos en recogimiento silencioso ante la Sábana Santa, contemplando la imagen
del cuerpo martirizado de un hombre crucificado. El hecho se repite cada vez que la
gran y antigua sábana se expone al público y también los últimos Papas se han unido
a los peregrinos devotos.
Lo que atrae no es tanto el origen misterioso de
esta imagen, sino cómo corresponde de forma impresionante - en numerosísimos particulares
- a la narración de la Pasión de Cristo de los Evangelios: las llagas, la sangre derramada,
las heridas de la corona de espinas, los golpes de la flagelación. ‘¡Aquí tenéis
al hombre!' decía Pilato, presentando a Jesús al gentío. He aquí al hombre muerto
en la cruz por nosotros, nos repetimos a nosotros mismos, deteniéndonos conmocionados,
hasta admirados, ante la imagen más concreta de la Pasión.
Y, en el centro,
el rostro solemne del crucificado, un rostro que corresponde a los esquemas más antiguos
de la iconografía cristiana y, a su vez, la confirma e inspira. Deseamos conocer a
Dios y lo podemos conocer a través del rostro de Cristo, nos recuerda continuamente
Benedicto XVI. Por ello amamos las imágenes que la tradición acredita como caminos
preciosos para entrever aquel rostro, tanto en Manoppello, como en Turín. Sabemos
que debemos mirar más allá de la imagen, anhelar ver cara a cara el rostro del Resucitado.
Pero nos sentimos humildemente gratos por la ayuda ofrecida a nuestros ojos terrenales
para contemplar el amor sin reservas hacia nosotros, hasta la muerte de cruz».