El Papa subraya que la crisis financiera demuestra la fragilidad del actual sistema
económico y señala la necesidad de buscar nuevas formas de compromiso basadas en principios
éticos
Viernes, 30 abr (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los participantes en
la plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, que desde hoy y hasta
el martes próximo están reunidos analizando el tema de la plenaria, “la crisis en
una economía global. Volver a proyectar nuestro camino”.
El Santo Padre ha
dedicado gran parte de su discurso a analizar la crisis económica mundial en la perspectiva
de los principios éticos consagrados en la doctrina social de la Iglesia. “La crisis
financiera mundial -ha dicho el Papa- ha demostrado la fragilidad del actual sistema
económico y las instituciones vinculadas al mismo. También hemos visto el error que
supone aceptar que el mercado es capaz de regularse por sí mismo, fuera de la intervención
pública y el apoyo de reglas éticas. Esta hipótesis se basa en una concepción simplista
de vida económica como una especie de mecanismo auto-regulado impulsado por el egoísmo
y el lucro. Y como tal, pasa por alto la naturaleza esencialmente ética de la economía
como una actividad de y para los seres humanos”.
En este mismo contexto el
Papa ha afirmado que “más allá de la espiral de producción y consumo en función de
unas necesidades humanas estrictamente definidas, la vida económica debería ser un
ejercicio de responsabilidad humana, intrínsecamente orientada hacia la promoción
de la dignidad de la persona, la búsqueda del bien común y el desarrollo integral
– político, cultural y espiritual – de individuos, familias y sociedades”.
Retomando su encíclica Caritas en Veritate, el Pontífice ha recordado que "la crisis
nos obliga a replantear nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas
formas de compromiso”. Para Benedicto XVI replantear el camino significa por supuesto
buscar principios objetivos y exhaustivos diferentes con los que juzgar las estructuras,
instituciones y decisiones concretas que orientan y dirigen la vida económica. En
este sentido el Papa ha evidenciado la creencia de la Iglesia en la existencia de
una ley natural universal como fuente definitiva de estos criterios.
“Entre
los principios indispensables para proporcionar un enfoque ético integral a la vida
económica -ha señalado- debe encontrarse la promoción del bien común, basado en el
respeto a la dignidad del ser humano y principal objetivo de los sistemas de producción
y del comercio, de las instituciones políticas y bienestar social. En nuestros días,
la preocupación por el bien común ha entrado en una dimensión marcada por la globalidad”.
El Santo Padre ha subrayado además la responsabilidad hacia las generaciones futuras
así como la solidaridad intergeneracional que debe ser reconocida como un criterio
ético básico para juzgar cualquier sistema social.