2010-04-24 18:07:20

El Papa evidencia el anhelo de la Iglesia de servir al bien común y muestra su convencimiento de que el cristianismo es aún una base importante en Bélgica


Sábado, 24 abr (RV).- La Iglesia anhela ponerse al servicio del bien de todos los miembros de la sociedad, sin distinción alguna, y así como respeta la libertad de opinión de los demás, pide que se respete también su derecho de expresión, con la finalidad de proclamar y testimoniar, con Cristo, que Dios es Amor. Lo ha reiterado Benedicto XVI esta mañana, en el acto de presentación de las Cartas Credenciales del nuevo embajador de Bélgica. Junto con su cordial bienvenida, el Papa ha recordado que la nación belga conoció a principios de este año dos tragedias dolorosas, refiriéndose a las de Lieja, con una explosión de gas en un edificio de viviendas, y de Buizingen, con un choque entre dos trenes.

Y renovando su cercanía a las familias enlutadas y a todas las víctimas, el Santo Padre ha destacado que «estas catástrofes nos hacen medir la fragilidad de la existencia humana y la necesidad, para protegerla, de una auténtica cohesión social que no debilita la legítima diversidad de las opiniones». Haciendo hincapié en que «la vida y la dignidad humana constituyen un bien precioso que es necesario defender y promover con resolución, basándose en el derecho natural», el Papa ha señalado que desde hace tiempo, la Iglesia se inscribe plenamente en la historia y en el tejido social de Bélgica. Con una contribución muy activa, en particular, con sus numerosas instituciones de educación, obras de carácter social y el compromiso de numerosos fieles.

Tras destacar que la Iglesia es depositaria de una enseñanza y de un mensaje religioso - que recibió de Jesucristo y que puede resumirse con las palabras de la Escritura Santa: “Dios es amor” (1 Jn 4,16) - y proyecta su luz sobre el sentido de la vida personal, familiar y social del hombre, Benedicto XVI ha recordado una vez más que «la Iglesia, teniendo por objetivo el bien común, no pide otra cosa que la libertad de poder proponer este mensaje, sin imponerlo a nadie, en el cumplimiento de la libertad de conciencia».

Citando luego al padre Damián de Veuster, apóstol de los leprosos - que el mismo Benedicto XVI proclamó santo en octubre de 2009 – el Papa ha afirmado que el destino excepcional de este hombre muestra hasta qué punto «el Evangelio suscita una ética amiga de la persona, sobre todo si está en la necesidad o es rechazada».

En lo que respecta a la vocación europea de Bélgica, desde la fundación de la misma Unión, el Santo Padre ha puesto de relieve que el consenso que se debe impulsar no se limita a lo dialéctico, sino que debe buscar la verdad y el bien. Y en este contexto ha reiterado lo que escribió en su Encíclia Caritas in veritate (n. 5). Es decir que «sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales».

Tras reiterar la importancia de las raíces cristianas de esta nación, alentando a impulsarlas aun en medio de los cambios que se presentan, y saludando con afecto a la comunidad católica belga, a sus obispos, sacerdotes, diáconos y a todos los fieles, Benedicto XVI ha exhortado a testimoniar la fe con audacia. Con el anhelo de que en sus compromisos por el bien de la sociedad, «hagan valer plenamente su derecho a proponer valores que respetan la naturaleza humana y que corresponden a las aspiraciones espirituales más profundas y más auténticas de la persona».







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