Benedicto XVI alienta a la antigua República yugoslava de Macedonia a perseverar
en sus valores y raíces cristianas, al servicio de la paz en Europa y de toda la humanidad
Jueves, 22 abr (RV).- Con su aprecio por el amado pueblo de la antigua República
yugoslava de Macedonia, Benedicto XVI asegura oraciones por su concordia y desarrollo.
En su cordial bienvenida al nuevo embajador que ha presentado sus Cartas credenciales,
el Papa ha recordado la grata cita anual entre el Sucesor de Pedro y la delegación
oficial de este país, para la fiesta de los santos Cirilo y Metodio, «guías espirituales
de los pueblos eslavos y compatronos de Europa».
Muestra de las buenas relaciones
entre la Santa Sede y la antigua República yugoslava de Macedonia, desarrolladas,
sobre todo en los últimos años, de forma positiva y en cordial cooperación. Como
en la reciente construcción de nuevos edificios de culto católicos en esta nación.
Refriéndose
a los valores humanos y cristianos, visibles en el apreciado patrimonio espiritual
y cultural de la nación, testimoniados por los estupendos monumentos religiosos, de
diversas épocas y localidades, en especial en la ciudad de Ohrid, el Papa ha destacado
el gran aprecio de la Santa Sede en lo que es la salvaguarda de la «identidad espiritual
que capacita a los ciudadanos de este amado país a brindar su importante aporte al
consorcio de los pueblos europeos».
Benedicto XVI ha asegurado su anhelo de
que la antigua República yugoslava de Macedonia alcance sus legítimas aspiraciones
de «formar parte de la Europa unida, en una condición de aceptación de sus correspondientes
derechos y deberes y en el recíproco respeto de instancias colectivas y de valores
tradicionales de cada pueblo».
Con su gran aprecio por el compromiso del pueblo
macedonio «en favorecer cada vez más el diálogo y la convivencia entre las diversas
realidades étnicas y religiosas», Benedicto XVI ha destacado la «aspiración universal
de justicia y cohesión interna» de este país que «puede ser un ejemplo para los otros
pueblos de la región de los Balcanes».
Tarea que corresponde, en primer lugar
a los responsables de las instituciones, con iniciativas políticas que concreten los
anhelos de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, ha reiterado el Papa, recordando
que, sin embargo, los creyentes saben que la paz no es fruto sólo de planificaciones
y actividades humanas, sino ante todo un don de Dios.
«Paz de la que la justicia
y el perdón son pilares fundamentales». Benedicto XVI ha hecho hincapié en que «la
justicia asegura el respeto pleno de los derechos y de los deberes y que el perdón
sana y reconstruye desde sus cimientos las relaciones entre las personas, que resienten
aún las consecuencias de los choques entre ideologías del pasado reciente».
Señalando
que habiendo «superado la trágica estación de la última guerra mundial, después de
la triste experiencia de un totalitarismo negador de los derechos fundamentales de
la persona humana, el pueblo macedonio se encamina hacia un progreso armónico, dando
prueba de paciencia, disponibilidad al sacrificio y perseverando en el optimismo,
tenazmente tendido hacia la creación de un porvenir mejor para todos sus habitantes»,
el Santo Padre ha reiterado que «un desarrollo social y económico estable debe tener
en cuenta las exigencias culturales, sociales y espirituales de la gente, así como
debe valorizar las tradiciones y los recursos populares más nobles».
Ello con
la conciencia de que el «creciente fenómeno de la globalización, si por una parte
conlleva cierta nivelación de las diversidades sociales y económicas, por otra, podría
agravar el desequilibrio entre cuantos sacan ventaja de las posibilidades de producir
riqueza y cuantos son dejados al margen del progreso». Antes de concluir su denso
discurso, Benedicto XVI se ha referido nuevamente a la luminosa tradición cristiana
del pueblo macedonio.
Y con el anhelo de que «en un contexto global de relativismo
moral y de escaso interés hacia la experiencia religiosa, en que a menudo se mueve
una parte de la sociedad europea», los macedonios sepan discernir, abriéndose a la
auténtica civilización y verdadero humanismo, el Papa ha exhortado a mantener vivos
y firmes – en ámbito personal y comunitario – los principios de son cimiento de su
civilización. Familia, tutela de la vida humana y promoción de las exigencias religiosas,
especialmente de los jóvenes.
La Iglesia católica en Macedonia, aún minoritaria,
desea colaborar en la construcción de una sociedad más justa y solidaria, basada en
los valores cristianos, ha asegurado Benedicto XVI, reiterando que «la comunicad católica,
con la conciencia de que ‘la caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora
del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad’ (Caritas in veritate,
n. 1) proseguirá en su misión caritativa, especialmente en favor de los pobres y de
los que sufren, tan apreciada en este país».