Benedicto XVI agradece a la Fundación Papal su ayuda a los países en desarrollo, mediante
la educación de los futuros líderes de la Iglesia y el apoyo a los misioneros
Viernes, 16 abr (RV).- La Iglesia – en la santidad y en la caridad -está llamada a
testimoniar siempre a Cristo, que con su resurrección nos dice que el mal nunca tiene
la última palabra, el amor es más fuerte que la muerte, que nuestro futuro, y el futuro
de la humanidad, está en las manos de un Dios providente y fiel.
Benedicto
XVI ha recibido en audiencia a los miembros de la Fundación Papal, cuya misión es
ofrecer ayuda para las obras de caridad que más apremian al corazón del Sucesor de
Pedro y que, cada año peregrinan a Roma por estas fechas, en que la Iglesia celebra
la Resurrección del Señor y su victoria gloriosa sobre la muerte. En su cordial bienvenida,
el Pontífice ha recordado que hace un año, tuvo la gracia de visitar Tierra Santa
y de rezar ante la tumba vacía del Señor:
«Allí, evocando
el testimonio del Apóstol Pedro, proclamé que ‘Cristo, resucitando a nueva vida, nos
enseñó que el mal nunca tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la
muerte, que nuestro futuro, y el futuro de la humanidad, está en las manos de un Dios
providente y fiel’. (Palabras en la Iglesia del Santo Sepulcro, 15 de mayo de 2009).
En cada tiempo y lugar, la Iglesia está llamada a proclamar este mensaje de esperanza
y a confirmar esta verdad, por medio de su testimonio activo de santidad y caridad».
Junto
con su profunda gratitud por los generosos esfuerzos que esta Fundación Papal ofrece
a los hermanos y hermanas en los países en vías de desarrollo, cubriendo las necesidades
en todo lo que concierne a la educación de los futuros líderes de la Iglesia y sosteniendo
a los misioneros, en tantas diócesis en todo el mundo, Benedicto XVI ha invitado a
rezar:
«En estos días os
pido que recéis por las necesidades de la Iglesia universal, implorando una renovada
efusión de los dones de santidad, unidad y celo misionero del Espíritu sobre el Pueblo
de Dios».
El Santo Padre ha concluido sus palabras de saludo y agradecimiento
encomendando a los miembros de la Fundación Papal y a sus familiares a la «amorosa
intercesión de María, Madre de la Iglesia», y con su Bendición Apostólica, en la «alegría
y paz de Jesús nuestro Señor Resucitado».