“Después de Semana Santa, mantener el rumbo", editorial padre Lombardi sobre abusos
sexuales
Viernes, 9 abr (RV).- “Después de Semana Santa, mantener el rumbo", es el editorial
del padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, sobre
los abusos sexuales
El debate
sobre los abusos sexuales, y no solo por parte del clero, prosigue entre noticias
y comentarios de diverso tipo. ¿Cómo navegar en estas aguas agitadas manteniendo un
rumbo seguro que responda al evangélico “Duc in altum” (Remad mar adentro)?
En
primer lugar hay que seguir buscando la verdad y la paz para los ofendidos. Entre
las cosas que más llaman la atención es que hoy salen a la luz también tantas heridas
internas que se remontan a hace muchos años –incluso a diversas décadas- pero que,
evidentemente, siguen abiertas. Muchas víctimas no buscan un resarcimiento económico
sino una ayuda interior, un juicio acerca de su dolorosa vivencia personal. Todavía
queda algo por entender realmente. Probablemente debemos tener una experiencia más
profunda de los hechos que han marcado tan negativamente la vida de las personas,
de la Iglesia y de la sociedad. Un ejemplo, en ámbito colectivo, son el odio y la
violencia de los conflictos entre los pueblos, que resultan tan difíciles de superar
para una reconciliación verdadera. Los abusos hieren a nivel personal profundo. Por
eso han hecho muy bien los episcopados que valerosamente han reemprendido el establecimiento
de modos y lugares para que las víctimas puedan expresarse libremente y ser escuchadas,
sin dar por descontado que el problema estuviera ya afrontado y superado gracias
a los centros de escucha instituidos hace tiempo, al igual que aquellos episcopados
u obispos que con trato paternal prestan atención espiritual, litúrgica y humana a
las víctimas. Parece cierto que el número de las nuevas denuncias de abusos disminuye,
como está sucediendo en Estados Unidos, pero para muchos el camino del saneamiento
en profundidad empieza solamente ahora y para otros todavía está por empezar. En el
contexto de atención a las víctimas, el Papa ha escrito que está dispuesto a nuevos
encuentros con ellas, involucrándose en el camino de toda la comunidad eclesial.
Pero se trata de un camino que para tener efectos profundos debe llevarse a cabo,
todavía más, en el respeto de las personas, y en búsqueda de la paz..
Junto
a la atención por las víctimas hay que continuar, además, aplicando con decisión y
veracidad los procedimientos adecuados del juicio canónico de los culpables y de colaboración
con las autoridades civiles en lo que se refiere a sus competencias judiciales y
penales, teniendo en cuenta la especificidad de las normativas y de las situaciones
en los diversos países. Sólo así se puede pensar en reconstruir efectivamente un clima
de justicia y la plena confianza en la institución eclesial. Se ha dado el caso
de que diversos responsables de comunidades o instituciones, por falta de experiencia
o de preparación, no dispusieran de los criterios de intervención que podían ayudarles
a intervenir con determinación aún cuando fuera para ellos muy difícil o doloroso.
Pero, mientras la ley civil interviene con normas generales, la canónica debe tener
en cuenta la particular gravedad moral de la traición de la confianza depositada en
las personas con responsabilidad en la comunidad eclesial y de la flagrante contradicción
con la conducta que deberían testimoniar. En este sentido, la transparencia y el rigor
se imponen como exigencias urgentes de un testimonio de gobierno sabio y justo de
la Iglesia.
En perspectiva, la formación y selección de los candidatos
al sacerdocio, y más en general del personal de las instituciones educativas y pastorales
son las premisas para la prevención eficaz de posibles abusos. Conquistar una sana
madurez de la personalidad, también desde el punto de vista de la sexualidad, ha sido
siempre un reto difícil, pero hoy lo es todavía más, aunque los mejores conocimientos
psicológicos y médicos representan una gran ayuda en la formación espiritual y moral.
Alguno ha observado que la mayor frecuencia de los abusos se ha verificado en el período
más álgido de la “revolución sexual” de los decenios pasados. En la formación hay
que tener en cuenta este contexto y aquel más general de la secularización. En realidad,
se trata de redescubrir y reafirmar el sentido y la importancia del significado de
la sexualidad, de la castidad y de las relaciones afectivas en el mundo de hoy, en
formas muy concretas y no solo verbales o abstractas. ¡Qué fuente de desorden y sufrimiento
puede suponer su violación o menosprecio! Como observa el Papa al escribir a los irlandeses,
una vida cristiana y sacerdotal solo puede responder hoy a las exigencias de su vocación
si se alimenta realmente de las fuentes de la fe y de la amistad con Cristo.
Quien
ama la verdad y la valoración objetiva de los problemas sabrá buscar y encontrar las
informaciones para una comprensión más general del problema de la pederastia y de
los abusos sexuales de menores en nuestro tiempo y en los diferentes países, comprendiendo
su extensión y su penetración. De este modo, podrá entender mejor en qué medida la
Iglesia católica comparte no solo sus problemas, en qué medida suponen para ella una
gravedad particular y exigen intervenciones específicas, y finalmente en qué medida
la experiencia que la Iglesia va adquiriendo en este campo pueda ser útil también
para otras instituciones o para toda la sociedad. Por lo que concierne a este aspecto,
creo que los medios de comunicación no han trabajo todavía suficientemente, sobre
todo en los países en los que la presencia de la Iglesia tiene una mayor relevancia,
y sobre quien se apuntan más fácilmente, por tanto, los dardos de la crítica. Pero,
documentos como el informe nacional de EEUU sobre el maltrato de los niños, merecerían
ser más conocidos para entender cuáles son los campos que exigen una intervención
social urgente y las proporciones de los problemas. Solo en el año 2008, en Estados
Unidos, se identificaron más de 62.000 autores de abusos de menores, mientras el grupo
de los sacerdotes católicos es tan pequeño que ni siquiera se tiene en cuenta como
tal.
El compromiso por la protección de los menores y de los jóvenes
es por tanto un campo de trabajo inmenso e inagotable, que va más allá del problema
concerniente a algunos miembros del clero. Quienes dedican sus esfuerzos con sensibilidad,
generosidad y atención merecen gratitud, respeto y aliento por parte de todos, y en
particular, de las autoridades eclesiales y civiles. Su contribución es esencial para
la serenidad y la credibilidad del trabajo educativo y de formación de la juventud
en la Iglesia y fuera de ella. Justamente, el Papa les ha dirigido palabras de gran
aprecio en la carta a los irlandeses, pero pensando naturalmente en un horizonte más
amplio.
Finalmente, Benedicto XVI guía coherente por el camino del rigor
y de la veracidad, merece todo el respeto y el apoyo, y prueba de ello son los amplios
testimonios de todos los rincones de la Iglesia. El Papa es un pastor que está a la
altura de afrontar con gran rectitud y seguridad este tiempo difícil, en el que no
faltan críticas e insinuaciones infundadas; hay que afirmar, sin prejuicios, que es
un Papa que ha hablado mucho de la verdad de Dios y del respeto de la verdad, siendo
un testigo creíble de ella. Le acompañamos y aprendemos de él la constancia necesaria
para crecer en la verdad, en la transparencia, manteniendo amplio el horizonte sobre
los graves problemas del mundo, respondiendo con paciencia a la aparición -gota a
gota- de “revelaciones” parciales o presuntas que tratan de mermar su credibilidad
o la de otras instituciones y personas de la Iglesia.
En la Iglesia,
en la sociedad en la que vivimos, cuando comunicamos y escribimos, tenemos necesidad
de este paciente y firme amor a la verdad si queremos servir y no confundir a nuestros
contemporáneos”.