El Papa y la Curia Romana en la tercera predicación de Cuaresma del padre Cantalamessa
dedicada a la necesidad de purificación en el interior de la Iglesia a partir del
clero
Viernes, 26 mar (RV).- Esta mañana a las nueve, Benedicto XVI ha asistido en la Capilla
“Redemptoris Mater” del Palacio Apostólico -junto a sus más estrechos colaboradores
de la Curia Romana- a la tercera predicación de Cuaresma a cargo del padre Raniero
Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia. En su predicación, el padre capuchino
ha continuado sus disertaciones sobre el tema de “Dispensadores de los misterios de
Dios. El sacerdote, ministro de la Palabra y de los sacramentos”, en continuidad con
la reflexión sobre el ministerio episcopal y presbiteral iniciada en Adviento.
El
padre Cantalamessa ha aludido a la crisis interior de Jeremías que antes de ser un
profeta fue un sacerdote. Y ha dicho que “creía interpretar la preocupación tantas
veces expresada en el pasado por el Santo Padre y que ha motivado, en parte, la proclamación
de este Año Sacerdotal, por lo que ha dedicado esta última meditación a la necesidad
de purificación en el interior de la Iglesia a partir del clero.
“¡Fidelidad!”.
El Santo Padre ha puesto esta palabra como título y programa para el año sacerdotal:
fidelidad de Cristo y fidelidad del sacerdote”. La palabra fidelidad tiene dos significados
fundamentales. “El primero es el de la constancia y la perseverancia; el segundo,
es el de la lealtad, corrección, lo opuesto a la infidelidad y al engaño”, ha señalado
el padre capuchino.
A esta fidelidad ha subrayado el predicador, se opone
la traición de la fidelidad de Cristo y de la Iglesia, la doble vida, el no llevar
a cabo los deberes del propio estado, sobre todo lo que concierne al celibato y a
la castidad. Sabemos por dolorosa experiencia cuánto daño se puede infligir a la Iglesia
y a las almas por este tipo de infidelidad. Posiblemente sea la prueba más dura que
la Iglesia está atravesando en estos momentos.
“La tibieza de una parte del
clero, la falta de celo y la inercia apostólica”. Creo que sea esto lo que debilita
a la Iglesia, más que los escándalos ocasionales de algunos sacerdotes que hacen mucho
más ruido pero que son más fáciles de solucionar”, ha explicado el padre Cantalamessa.
“La gran desgracia para nosotros párrocos - decía el santo cura de Ars-, es que el
alma se entorpezca”.
“No se debe generalizar, la Iglesia es rica en sacerdotes
santos que cumplen silenciosamente su deber, pero cuidado también en callar”, ha afirmado
el predicador. “Un laico comprometido me decía con tristeza: “mientras crece la población
de nuestro país, los católicos no hacemos lo mismo. Algo no va en nuestra Iglesia.
Y conociendo aquel clero, supe que es lo que no iba: las preocupaciones de muchos
de ellos no eran las almas, sino el dinero y la comodidad”.
El Padre Cantalessa
ha finalizado su tercera predicación de Cuaresma exhortando, en este momento, a la
necesidad de un impulso de esperanza. “Deberemos volver a leer la encíclica de nuestro
Santo Padre “Spe salve sumus” (en esperanza fuimos salvados). La Escritura nos presenta
diversos ejemplos de impulsos de esperanza, pero uno me parece particularmente instructivo
y cercano a la situación actual: la tercera lamentación de Jeremías.
Perdida
la confianza y la esperanza, quiero volver a esperar, porque el Señor es bueno con
los que esperan en Él”. “Cristo sufre más que nosotros por la humillación de sus sacerdotes
y la aflicción de su Iglesia; si permite eso es porque sabe que de ello puede surgir
mayor pureza para su Iglesia”.