El Papa pide a los cristianos que ofrezcan signos de esperanza y de hermandad en una
sociedad multiétnica en la que cada vez más hay formas de soledad e indiferencia
Jueves, 25 mar (RV).- Ha sido presentado hoy el Mensaje del Santo Padre para 84ª Jornada
Misionera Mundial que este año se celebra el domingo, 24 de octubre, sobre el tema:
“La construcción de la comunión eclesial es la clave de la misión”. Una cita anual
que nos “invita -dice el Papa- a vivir intensamente los caminos de la liturgia de
la catequesis, de la caridad y de la cultura mediante los cuales Jesucristo nos convoca
a la mesa de su Palabra y de la Eucaristía.
Sólo a partir del encuentro con
el Amor de Dios, que cambia la existencia, afirma el Pontífice, podemos vivir en comunión
con Él y entre nosotros. Y ofrecer a los hermanos un testimonio creíble. “Una fe adulta,
capaz de confiar totalmente en Dios con postura filial, nutrida por la oración y el
estudio de la verdad de la fe, es condición para poder promover un humanismo, fundado
sobre el Evangelio de Jesús”. Benedicto XVI explica que es “el Padre, quien nos llama
a ser hijos amados en su Hijo, el Amado, y a reconocernos todos hermanos en Él, don
de salvación para la humanidad dividida por la discordia y el pecado”.
“Queremos
ver a Jesús”, es la petición en el Evangelio de Juan, que algunos griegos llegados
a Jerusalén en peregrinación pascual, presentan al apóstol Felipe. Es la misma, señala
el Papa, que resuena en nuestro corazón en este mes de octubre, y que nos recuerda
como el compromiso y la tarea de anuncio evangélico le corresponde a toda la Iglesia
“misionera por su naturaleza” y nos invita a hacernos promotores de la novedad de
vida, hecha de relaciones auténticas, en comunidades fundadas en el Evangelio.
“En
una sociedad multiétnica en la que cada vez más hay formas de soledad y de indiferencia
preocupantes, los cristianos deben aprender a ofrecer signos de esperanza y de hermandad,
cultivando los grandes ideales que transforman la historia”, dice el Papa. Como los
peregrinos griegos de hace dos mil años, también los hombres de nuestro tiempo, piden
a los creyentes no sólo hablar de Jesús, sino “hacer ver a Jesús”, hacer resplandecer
su rostro Redentor, ante las generaciones del nuevo milenio. Y especialmente ante
los jóvenes de todos los continentes destinatarios privilegiados y sujetos del anuncio
evangélico.
La conciencia a la llamada a anunciar el Evangelio estimula no
solo a cada uno de los fieles, sino a todas las comunidades diocesanas y parroquiales
a una renovación integral y a abrirse siempre más a la cooperación misionera entre
las Iglesias, para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de todas las personas
de todos los pueblos, culturas, razas, nacionalidades y latitudes. Una conciencia,
puntualiza el Santo Padre, que nos alimenta a través de la obra de los sacerdotes
Fidei Donum, los Consagrados, los catequistas, los laicos misioneros en una búsqueda
constante de promover la comunión eclesial.
La Iglesia se convierte en Comunión
-ha recordado Benedicto XVI- a partir de la Eucaristía, en la que Cristo presente
en el pan y en el vino, con su sacrificio de amor edifica la Iglesia como su cuerpo,
uniéndonos a Dios uno y trino y entre nosotros. Pero “no podemos tener sólo para nosotros
el amor que celebramos en el Sacramento”, advierte el Papa. “Tiene que ser comunicado
a todos”. Es por ello “que la Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de
la Iglesia, sino también de su misión: “una Iglesia auténticamente eucarística es
una Iglesia misionera”.
Al final de su mensaje el Pontífice expresa su particular
afecto que dirige a todos los misioneros y misioneras que dan testimonio de la fe
con su entrega en los lugares más remotos y más difíciles, a menudo arriesgando su
propia vida. A ellos que representan la vanguardia del anuncio del Evangelio, el Papa
expresa su amistad, su cercanía y el apoyo de todos los creyentes.