Ángelus: el Papa pide intransigencia con el pecado e indulgencia con las personas
y exhorta a abatir el muro de la hipocresía y abrir las conciencias a la justicia
del amor
Domingo, 21 mar (RV).- Benedicto XVI en su alocución antes del rezo mariano del Ángelus
en la plaza de san Pedro, ha reflexionado sobre el episodio evangélico que nos propone
la liturgia de hoy, en el cual Jesús salva a una mujer adúltera de la condena a muerte.
Mientras está enseñando en el Templo, los escribas y los fariseos conducen delante
de Jesús una mujer sorprendida en adulterio, para la cual la ley mosaica preveía la
lapidación. Aquellos hombres -ha dicho el Papa- piden a Jesús que juzgue a la pecadora
con el objetivo de “ponerlo a prueba”, de empujarlo a dar un paso falso.
La
escena, ha señalado el Papa, está cargada de dramatismo: de las palabras de Jesús
depende la vida de aquella persona, pero también su propia vida. Los acusadores hipócritas,
de hecho, fingen confiarle un juicio, pero lo que quieren en realidad es acusar y
juzgarle a Él.
“Jesús, en cambio, “está lleno de gracia y de verdad”. Él
sabe lo que hay en el corazón de cada hombre, quiere condenar el pecado, pero salvar
al pecador y desenmascarar la hipocresía”.
El evangelista san Juan resalta
un detalle, ha explicado el Pontífice: mientras los acusadores le interrogan con insistencia,
Jesús se inclina y escribe con el dedo en la tierra. Observa san Agustín que aquel
gesto muestra a Cristo como el legislador divino: de hecho, Dios escribió la ley con
su dedo en las tablas de piedra. Jesús pues, es el Legislador, la Justicia en persona.
“Quien de vosotros esté libre de pecado, tire la primera piedra”. Estas palabras están
llenas de la fuerza desarmante de la verdad. Que abate el muro de la hipocresía y
abre las conciencias a una justicia más grande, la del amor.
Jesús, ha proseguido
Benedicto XVI, absuelve a la mujer de su pecado y la introduce en la nueva vida orientada
hacia el bien. Dios desea para nosotros, ha dicho el Papa, el bien y la vida; Él provee
a la salud de nuestra alma por medio de sus ministros, liberándonos del mal con el
Sacramento de la Reconciliación, para que nadie se pierda y todos podamos convertirnos.
“En
este año sacerdotal, deseo exhortar a los pastores a imitar al santo cura de Ars en
el ministerio del Perdón sacramental, para que los fieles descubran el significado
y la belleza, y recuperen la salud con el amor misericordioso de Dios, que llega al
punto de olvidar voluntariamente el pecado con tal de perdonarnos. Queridos amigos
aprendamos de Jesús a no juzgar y a no condenar al prójimo. Aprendamos a ser intransigentes
con el pecado -a partir del nuestro- e indulgentes con las personas”.
Después
del Ángelus, Benedicto XVI ha recordado que el próximo domingo, 28 de marzo, Domingo
de Ramos, se celebra el 25 aniversario del inicio de las Jornadas Mundiales de la
Juventud, queridas por el venerable Juan Pablo II. Por tal motivo, el Papa ha convocado
para el próximo jueves en la misma plaza de san Pedro a los jóvenes de Roma y de toda
la región del Lazio (“espero que seáis numerosos”, ha dicho) para un encuentro especial
de fiesta con el Santo Padre, a partir de las siete de la tarde. Como siempre Benedicto
XVI se ha despedido de los peregrinos saludando en distintas lenguas. Estas han sido
sus palabras en español.
Saludo con afecto
a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo de jóvenes del Instituto
de Enseñanza Sofía Casanova, de Ferrol. Ante la proximidad de la semana santa, os
animo a todos a intensificar vuestro camino de preparación para la pascua, mediante
la oración, la limosna y el ayuno. Que la contemplación piadosa y frecuente de los
misterios de la pasión del Señor suscite en todos una nueva y más profunda conversión,
que nos haga vivir ya para siempre de aquel mismo amor que llevó a Cristo a entregarse
en la cruz por nuestra salvación. Feliz domingo.
Saludando a los peregrinos
de lengua francesa, Benedicto XVI ha dicho que esta mañana quería saludar de manera
especial a los religiosos y a las religiosas así como a todas las personas consagradas:
“La Iglesia tiene necesidad de vosotros para mostrar a los hombres y a las mujeres
de nuestra época el camino de la verdadera felicidad. Guardad vivo en vosotros y en
vuestras comunidades el ardor evangélico que ha animado a vuestros fundadores y fundadoras.
Que vuestro dinamismo misionero suscite en torno a vosotros la dicha de la fe y haga
germinar vocaciones entre los jóvenes”.