El Papa reitera la urgente misión de los confesores, ayudando a discernir el sentido
del pecado, en un mundo que tiende a borrar a Dios
Jueves, 11 mar (RV).- Ser presencia viva de Cristo, testimoniando su Misericordia
infinita y animando a los fieles a experimentar el Amor de Dios, que lleva a la radical
renuncia al mal. Animando a los sacerdotes a impulsar el Sacramento de la Reconciliación,
Benedicto XVI ha reiterado la urgente misión de los confesores, ayudando a discernir
el sentido del pecado en un mundo que tiende a borrar a Dios de su horizonte.
Al
recibir cordialmente a los participantes en el curso anual del Fuero interno, organizado
por la Penitenciaría Apostólica, el Papa ha señalado su satisfacción por esta iniciativa
que este año se inserta, precisamente, en el Año Sacerdotal y que manifiesta la fuerte
exigencia de profundizar en una temática esencial para el ministerio y la vida de
los presbíteros. En su discurso de bienvenida, el Pontífice ha saludado de modo especial
a Mons. Fortunato Baldelli, quien, por primera vez, en calidad de Penitenciario Mayor
ha guiado las sesiones de estudio de este curso. Y con él, Benedicto XVI ha saludado
asimismo a Mons. Gianfranco Girotti, Regente de la Penitenciaria Apostólica.
Tras
destacar, una vez más, el ejemplo de san Juan María Vianney y su inquebrantable confianza
en el Sacramento de la Penitencia, el Papa ha hecho hincapié en que los sacerdotes
deben aprender del Santo Cura de Ars, no sólo a volver a centrar sus preocupaciones
pastorales en el confesional, sino también a cultivar el «método del ‘diálogo de salvación’»,
que deben desarrollar los confesores. En este contexto, Benedicto XVI ha destacado
que en la vida del sacerdote es fundamental experimentar de forma personal y responsable
la Misericordia divina, para anunciarla y administrarla impulsando la urgente reconciliación
de la humanidad con el Padre.
«Vivimos – afirmó textualmente – en un contexto
cultural marcado por la mentalidad hedonista y relativista, que tiende a cancelar
a Dios del horizonte de la vida, no favorece la percepción de un cuadro claro de valores
de referencia, no ayuda a discernir el bien del mal y a madurar el justo sentido del
pecado. Esta situación hace que sea aún más urgente el servicio de administradores
de la Misericordia Divina. No debemos olvidar, en efecto, que hay una especie de círculo
vicioso entre el ofuscamiento de la experiencia de Dios y la pérdida del sentido del
pecado».
Un contexto cultural, el nuestro, que no se diferencia tanto de aquel
en que vivió san Juan María Vianney. Con «una mentalidad hostil a la fe, expresada
por fuerzas que intentaban incluso de impedir el ejercicio de su ministerio». Y que
lejos de desanimarlo lo llevaron a hacer de la iglesia su casa, para conducir a los
hombres a Dios. Viviendo con radicalidad el espíritu de oración, la relación personal
e íntima con Cristo, la celebración de la Santa Misa, la Adoración eucarística y la
pobreza evangélica. De forma que para sus contemporáneos fue ‘un signo tan evidente
de la presencia de Dios que movió a tantos penitentes a acercarse a su confesional.
«En
la condiciones de libertad en que hoy es posible ejercer el ministerio sacerdotal»,
el Santo Padre ha destacado que «es necesario que los presbíteros vivan de modo elevado
su propia respuesta a la vocación, porque sólo el que se vuelve cada día presencia
viva y clara del Señor puede suscitar en los fieles el sentido del pecado, dar ánimo
y hacer nacer el anhelo del perdón de Dios».
«Queridos hermanos – les dijo
el Papa – es necesario volver al confesionario, como lugar en el cual celebrar el
Sacramento de la Reconciliación, pero también como lugar donde ‘habitar’ más a menudo,
para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y confortación. Sentirse amado
y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia Divina, junto
con la Presencia real en la Eucaristía. La ‘crisis’ del Sacramento de la Penitencia,
de la que se habla a menudo, interpela ante todo a los sacerdotes y su gran responsabilidad
de educar al Pueblo de Dios en lo que respecta a las radicales exigencias del Evangelio.
Benedicto XVI ha hecho hincapié en la importancia del apostolado de los confesores
en el momento actual: «En particular, se les pide que se dediquen generosamente a
la escucha de las confesiones sacramentales, guiando con valentía a la grey, para
que no se conforme con la mentalidad de este mundo, sino que sepa cumplir opciones
también a contracorriente, evitando amoldarse o pactar. Por ello, es importante que
el sacerdote tenga una permanente tensión ascética, alimentada por la comunión con
Dios y se dedique a una constante actualización en el estudio de la teología moral
y de las ciencias humanas».