La Santa Sede critica la interpretación que sólo vincula los derechos de las mujeres
con la salud y la reproducción y elude sus derechos políticos, económicos y sociales
Martes, 9 mar (RV).- Reiterando el compromiso de la Iglesia católica en favor de los
derechos de la mujer, la Santa Sede recuerda ante la ONU la urgencia de estrategias
concertadas, en favor de las menores y de las mujeres, sobre todo de las más pobres.
'Mujer 2000: igualdad de género, desarrollo y paz para el siglo XXI'. Era el tema
de ayer en la 54ª sesión de la Comisión sobre el Estatus de las Mujeres, del Consejo
Económico y Social, con ocasión de la discusión sobre el ítem 3, Seguimiento de la
Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer.
En su intervención, el
nuncio apostólico, Celestino Migliore, hizo hincapié en que la mejora de la condición
femenina y la lucha por el reconocimiento de la dignidad y de los derechos de mujeres
y niñas es una prioridad de la Santa Sede.
Tras señalar que se han
logrado algunos avances en lo que concierne a la tutela de la dignidad y derechos
femeninos, el observador permanente de la Santa Sede ante la ONU lamentó ‘algunas
sombras inquietantes’. Pues, «las mujeres siguen sufriendo en muchas partes del mundo».
Y «no se pueden ignorar, de hecho, fenómenos escalofriantes como el aborto de niñas,
el infanticidio y el abandono, como también las discriminaciones a nivel de asistencia
sanitaria y de alimentación».
Recordando que la malnutrición afecta
a las niñas más que a los niños, e impide su desarrollo físico y mental, Mons. Migliore
puso de relieve también que las mujeres, a partir de los 15 años, representan las
dos terceras partes de los analfabetos del mundo. Además las tres cuartas partes de
las personas afectadas por HIV/Sida son chicas y jóvenes entre los 15 y los 24 años
y en el tráfico internacional de seres humanos, la mitad de las víctimas son menores
de edad, de las cuales el 70% niñas y mujeres.
«En todo el planeta,
chicas y mujeres son víctimas de violencia física, sexual y psicológica, incluyendo
la violación como arma de guerra, por no hablar de la explotación económica». Y el
observador permanente de la Santa Sede ante la ONU señaló que, entre las numerosas
razones de semejante situación hay que tener en cuenta seriamente - además de ciertas
‘dinámicas sociales y culturales’ y ‘retrasos y lentitudes de las políticas’ - también
los principios, las prioridades y las políticas de acción de las organizaciones internacionales.
Especialmente en las motivaciones, valores, líneas guía, metodologías
e ideologías que marcan la actuación de las Naciones Unidas en lo que respecta a las
mujeres. Mons. Migliore explicó que aunque la consecución de la igualdad entre hombres
y mujeres en la instrucción, en el empleo, en la defensa legal y en los derechos sociales
y políticos es considerada ‘en el contexto de la igualdad de género’, ‘los hechos
demuestran que la manipulación de este concepto está cada vez más dirigido a nivel
ideológico y retrasa el verdadero desarrollo de las mujeres’.
En
este contexto, la Santa Sede constata que en los documentos oficiales recientes hay
interpretaciones de género que anulan ‘toda especificidad y complementariedad entre
hombres y mujeres”, y que estas teorías ‘no cambiarán la naturaleza de las cosas,
pero seguramente están ya ofuscando y obstaculizando todo serio y oportuno progreso
en el reconocimiento de la dignidad y de los derechos de las mujeres’.
Asimismo
casi todos los documentos de conferencias internacionales o comités subrayan el vínculo
entre la consecución de los derechos personales, sociales, económicos y políticos
y una noción de salud y de derechos reproductivos violenta hacia los concebidos y
dañina para las necesidades integrales de las mujeres y de los hombres dentro de la
sociedad, y al mismo tiempo, sin embargo, «solo raramente se mencionan los derechos
políticos, económicos y sociales de las mujeres como condición y compromiso ineludibles».
Es
particularmente doloroso constatar la difundida mortalidad materna en las regiones
en las que los sistemas sanitarios son inadecuados. Y Mons. Migliore reiteró que una
solución respetuosa de la dignidad de las mujeres no nos permite pasar por alto el
derecho a la maternidad, sino que nos compromete a promoverla, invirtiendo en los
sistemas sanitarios locales y mejorándolos, proporcionando también servicios obstétricos
esenciales.
«En 1995, la Plataforma para la Acción de Pekín proclamó
los derechos humanos de las mujeres como parte inalienable, integral e indivisible
de los derechos humanos universales», enfatizó monseñor Migliore, poniendo de relieve
que esto es fundamental no sólo para comprender la dignidad inherente de las mujeres
y de las niñas, sino también para hacerla una realidad concreta en todo el mundo».
Por lo que la Santa Sede reafirma su compromiso por la mejora de la condición femenina.