Audiencia general: el Papa advierte contra “un estilo de vida superficial e incoherente”,
que nos hace prisioneros del mal y la mediocridad
Miércoles, 17 feb (RV).- Con la imposición de la ceniza comenzamos hoy el tiempo de
Cuaresma. La invitación a la oración, el ayuno y la limosna, que nos hace la liturgia
del Miércoles de Ceniza, nos indica el camino a seguir en este tiempo particularmente
fuerte del año litúrgico, en el que todos estamos llamados a la conversión, que nos
prepara para celebrar el Misterio Pascual, centro de la fe y de la vida de la Iglesia.
Un tiempo - dice el Papa - en el que renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús,
dejándonos transformar por su misterio pascual, para vencer el mal y hacer el bien.
“La
conversión a la cual estamos llamados, no debe entenderse como un simple ajuste de
nuestra vida - explica el Papa - sino como un verdadero cambio”. El tiempo de Cuaresma
nos hace vivir de manera más intensa. Convertirse significa propiamente “ir a contracorriente”.
“A menudo nos arrastra un estilo de vida superficial e incoherente, nos domina y nos
hace prisioneros del mal y de la mediocridad. “Mucho más que una decisión moral,
- subraya el Santo Padre -, la conversión revela para el creyente una elección de
fe que le introduce en una comunicación más profunda con la persona de Cristo. Así
pues, convertirse y creer en el Evangelio no son dos cosas distintas
La
imposición de la ceniza nos recuerda nuestra fragilidad, comprendida la muerte. “Pero
aunque somos sólo polvo - afirma el Pontífice - nuestro polvo es precioso a los ojos
de Dios que hace de nuestra muerte, que ha compartido Jesucristo, el camino de la
Resurrección gloriosa”. Estamos pues invitados a sumergir nuestra vida más profundamente
en el misterio pascual a través de la Eucaristía y en la vida de caridad, que nace
de la Eucaristía y que en ella encuentra su plenitud.
Este ha sido el resumen
que de su catequesis ha hecho Benedicto XVI en español para los fieles de nuestra
lengua presentes en el Aula Pablo VI del Vaticano.
Queridos
hermanos y hermanas:
Iniciamos hoy, Miércoles de Ceniza, el camino cuaresmal
que nos preparará a la celebración de la Pascua del Señor. En este itinerario espiritual,
la Iglesia nos sostiene con la Palabra de Dios, que encierra un programa de vida espiritual
y de penitencia, y con la gracia de los Sacramentos. La liturgia de este día contiene
el significativo rito de imposición de la ceniza, en el que se pueden utilizar dos
fórmulas. La primera dice: “Convertíos y creed en el Evangelio”. Esta llamada a la
conversión es una invitación a dejar un estilo de vida superficial e incoherente,
para entrar en comunión con la persona de Jesús, entregando nuestra vida al Evangelio.
La segunda fórmula que puede pronunciar el sacerdote cuando impone la ceniza dice
así: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Con estas palabras, la liturgia
cuaresmal, por un lado, nos recuerda la muerte, exhortándonos al realismo y a la sabiduría,
y, por otro, nos alienta a acoger y vivir la novedad inesperada que la fe cristiana
desvela en la realidad misma de la muerte. Con la imposición de la ceniza, pues, renovamos
nuestro compromiso de seguir a Jesús, dejándonos transformar por su misterio pascual,
para vencer el mal y hacer el bien.
Saludo con afecto a los peregrinos
de lengua española, en particular a los miembros de la Universidad Francisco de Vitoria,
de Pozuelo de Alarcón, a los profesores y alumnos de distintos Institutos de España,
así como a los demás grupos venidos de México y otros países latinoamericanos. Durante
la Cuaresma, tiempo de oración y penitencia, invoquemos con confianza la protección
y el auxilio de la Virgen María, la primera creyente en Jesucristo. Muchas gracias.
Como
siempre antes de terminar la audiencia general, el pensamiento del Papa se ha dirigido
a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos jóvenes, os exhorto
a vivir la Cuaresma con un auténtico espíritu penitencial, como una vuelta al Padre,
que a todos atiende con los brazos abiertos. Queridos enfermos, os animo a ofrecer
vuestros sufrimientos con Cristo por la conversión de cuantos todavía se encuentran
lejos de Dios; y deseo a vosotros, queridos recién casados, que construyáis con valentía
y generosidad vuestra familia sobre la sólida roca del amor divino.