Benedicto XVI reitera que la Iglesia promueve sin cesar la tutela y dignidad de los
menores y condena, sin excepción, cualquier violencia
Lunes, 8 feb (RV).- La Iglesia, siguiendo el ejemplo de Cristo, promueve sin cesar
la tutela y dignidad de los menores y condena toda violencia sin excepción. Benedicto
XVI reitera la importancia de la familia y del matrimonio, en su audiencia a la plenaria
del Pontificio Consejo para la Familia, en el XX aniversario de la Convención de «Los
derechos de la infancia» de la ONU.
Los niños necesitan el amor de una mamá
y de un papá, ha recordado una vez más el Santo Padre, al final de esta mañana reiterando
que la familia es la ayuda más grande que se debe brindar a los pequeños, por el bien
de toda la sociedad. Benedicto XVI ha acogido con gran cordialidad a los participantes
en la XIX plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, que comienza hoy y que
terminará el próximo miércoles 10 de febrero, dedicada a «Los derechos de la infancia»,
en el vigésimo aniversario de la Convención de la ONU:
«La Iglesia, a lo largo
de los siglos, siguiendo el ejemplo de Cristo, ha promovido la tutela de la dignidad
y de los derechos de los menores y los ha cuidado, de muchas maneras. Lamentablemente,
en diversos casos, algunos de sus miembros, actuando en contraste con este compromiso,
han violado tales derechos: comportamiento que la Iglesia no falta y nunca faltará
de deplorar y de condenar».
Evocando una vez más la ternura y enseñanzas de
Jesús, que consideró a los niños como modelo para entrar en el reino de Dios, el
Papa ha reiterado la firmeza y el compromiso también de la Santa Sede:
«Han
constituido siempre un llamado apremiante al respeto y al cuidado de los menores.
Las duras palabras de Jesús contra el que escandaliza a uno de estos pequeños (cfr
Mc 9, 42) comprometen a todos a no bajar nunca el nivel de dicho respeto y amor. Por
lo tanto también la Convención sobre los derechos de la infancia ha sido acogida con
favor por la Santa Sede, pues contiene enunciados positivos sobre la adopción, los
cuidados sanitarios, la educación, la tutela de los minusválidos y la protección de
los pequeños contra la violencia, el abandono y la explotación sexual y laboral».
En
este importante contexto, Benedicto XVI ha señalado que en el preámbulo de la Convención,
se indica a la familia «como ambiente natural para el crecimiento de todos sus miembros
y, en particular de los niños»:
«Pues bien, es precisamente la familia, fundada
sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, la ayuda más grande que se pueda
ofrecer a los niños. Ellos quieren ser amados por una madre y por un padre que se
aman y tienen necesidad de habitar, crecer y vivir junto con ambos padres, porque
las figuras materna y paterna son complementares en la educación de los hijos y en
la construcción de su personalidad y de su identidad».
Tras poner de relieve
la importancia de alentar a los cónyuges a no perder nunca de vista las razones profundas
y la sacramentalidad de su pacto conyugal, reforzándolo con la escucha de la Palabra
de Dios, la oración, el diálogo constante, la acogida recíproca y el perdón mutuo,
el Santo Padre ha recordado que la mejor forma de tutelar los derechos y las auténticas
exigencias de los menores es la de sostener a la familia y promover su verdadero
bien, sus derechos, su unidad y estabilidad».
En su denso discurso - tras recordar
al fallecido cardenal Alfonso López Trujillo - que durante 18 años encabezó este dicasterio,
Benedicto XVI se ha referido al VI Encuentro Mundial de las Familias, que se celebró
en la capital mexicana en 2009, y al VII, que tendrá lugar en Milán en 2012. Alentando
a perseverar en su misión al servicio de la familia, como importante recurso para
toda la sociedad, el Papa ha destacado también otro compromiso digno de relieve que
este Pontificio Consejo está elaborando:
«Un Vademécum para la preparación
al Matrimonio. Mi amado Predecesor, el venerable Juan Pablo II, en la Exhortación
apostólica Familaris consortio afirmaba que esta preparación, es más necesaria que
nunca en nuestros días y que conlleva tres momentos principales: uno remoto, uno próximo
y uno inmediato (n. 66). Refriéndose a estas indicaciones, el dicasterio se propone
delinear convenientemente los rasgos de las tres etapas del itinerario para la formación
y la respuesta a la vocación conyugal».