Visita a la Sinagoga de Roma: “que el recuerdo de los eventos del pasado refuerce
los lazos que nos unen para que crezca la comprensión, el respeto y la acogida”
Domingo, 17 ene (RV).- Reconciliación, fraternidad y unidad, han sido las palabras
que más han resonado en el discurso pronunciado por Benedicto XVI en su visita de
esta tarde a la Sinagoga de Roma marcada por una atmósfera de cordialidad. Invocando
la paz para todo el mundo, pero sobre todo para Tierra Santa y Oriente Medio, el Santo
Padre ha señalado cómo judíos y cristianos, con el ejercicio de la justicia y de la
misericordia, están llamados “a anunciar y a dar testimonio del Reino del Altísimo
que viene, y por el cual oramos y trabajamos cada día en la esperanza”.
Rememorando
en numerosas ocasiones la visita del Venerable Papa Juan Pablo II a esta misma Sinagoga
el 13 de abril de 1986, Benedicto XVI ha recordado el patrimonio común que une a cristianos
y judíos: rezamos al mismo Señor, tenemos las mismas raíces, pero a menudo permanecen
desconocidos los unos de los otros. “Depende de nosotros –ha dicho el Papa- en respuesta
a la llamada de Dios, trabajar para que permanezca siempre abierto el espacio del
diálogo, del respeto recíproco, del crecimiento, de la amistad, y del testimonio común
frente a los desafíos de nuestro tiempo, que nos invitan a colaborar por el bien de
la humanidad en este mundo creado por Dios, el Omnipotente y Misericordioso”.
Evocando
su peregrinaje a Tierra Santa, y a Estados Unidos donde visitó la Sinagoga de Nueva
York, el Santo Padre ha recordado cómo la Iglesia “ha deplorado la falta de sus hijos
e hijas, pidiendo perdón por todo lo que haya podido favorecer de algún modo en el
antisemitismo y antijudaísmo. ¡Qué estas llagas se sanen para siempre!”.
Analizando
los acontecimientos del siglo XX que marcaron la historia, el Papa ha calificado este
periodo cómo “una época realmente trágica para la humanidad”. El drama de la Shoah
representa, entre las guerras y los odios del periodo, “el vértice de un camino de
odio que nace cuando el hombre se olvida de su Creador y se pone a sí mismo en el
centro del universo”.
En este sentido el Papa ha evocado su viaje a Auschwitz.
Ante esta tragedia, mucha gente permaneció indiferente, ha explicado Benedicto XVI,
señalando que al mismo tiempo, muchos católicos reaccionaron con valentía sacrificando
sus propias vidas. “También la Sede Apostólica –ha evocado el Papa- desarrolló una
acción de socorro, a menudo escondida y discreta. La memoria de estos hechos nos tiene
que empujar y reforzar los lazos que nos unen para que crezca la comprensión, el respeto
y la acogida”.
En su denso discurso el Pontífice ha señalado la cercanía y
fraternidad espiritual entre cristianos y judíos a través de la Sagrada Biblia. En
concreto el Papa se ha detenido en la centralidad del Decálogo –las “Diez Palabras”,
los “Diez Mandamientos”- que constituyen la estrella polar de la fe y de la moral
del pueblo de Dios.
Las “Diez Palabras” piden reconocer al único Señor, contra
las tentaciones de construirse otros ídolos. “En nuestro mundo –ha explicado el Santo
Padre- muchos no conocen a Dios o lo consideran superfluo, sin relevancia para la
vida; se han fabricado otros dioses nuevos a los que el hombre se inclina. Despertar
en nuestra sociedad la apertura a la dimensión trascendente, testimoniar al único
Dios, es un servicio precioso que los Judíos y Cristianos pueden ofrecer unidos”.
Asimismo
las “Diez Palabras” evocan el respeto, la protección de la vida, contra toda injusticia
y sobre todo, reconociendo el valor de cada persona humana creada a imagen y semejanza
de Dios. “Testimoniar juntos el valor supremo de la vida contra todo egoísmo, es ofrecer
una importante contribución por un mundo en el que reine la justicia y la paz, el
‘shalom’ deseado por los legisladores, por los profetas y sabios de Israel”.
Por
último, Benedicto XVI ha recordado cómo esas “Diez Palabras” también promueven la
santidad de la familia. “Testimoniar que la familia es la célula esencial de la sociedad
y el contexto de base en el que se aprenden y se ejercitan las virtudes humanas –ha
dicho el Papa- es un precioso servicio que ofrecer para la construcción de un mundo
con el rostro más humano”.
Agradeciendo las palabras recibidas en esta visita,
el Santo Padre ha concluido su discurso pidiendo la paz y elevando al Señor un agradecimiento
por el encuentro de hoy, pidiéndole que Él refuerce nuestra fraternidad y haga más
sólida nuestro entendimiento. “¡Aleluya! ¡Alabad a Yavéh, todas las naciones, celebradle,
pueblos todos! Porque es fuerte su amor hacia nosotros, la lealtad de Yavéh dura por
siempre” (Sal 117).