El Papa insta a representantes de 178 naciones a proteger la creación en un discurso
centrado en el medio ambiente y su relación con la vida y la paz
Lunes, 11 ene (RV).- En su tradicional encuentro con el Cuerpo Diplomático acreditado
ante la Santa Sede, para el intercambio de felicitaciones al comienzo del año, dos
semanas después de la Navidad, en la que hemos contemplado el misterio de Dios y el
de la creación, Benedicto XVI ha dirigido un denso discurso, centrado en su Mensaje
para la Jornada Mundial de la Paz 2010, reiterando su invitación, precisamente, a
proteger la creación, por el bien de toda la humanidad. A los representantes de las
178 naciones que mantienen relaciones con la Santa Sede y, por medio de ellos, a sus
autoridades y ciudadanos, el Papa ha expresado sus mejores deseos de paz y bienestar,
extendiendo sus parabienes a los pueblos de todo el mundo:
«Pienso también
en las demás naciones de la tierra: el Sucesor de Pedro tiene su puerta abierta a
todos y desea establecer con todos relaciones que contribuyan al progreso de la familia
humana».
Recordando con satisfacción el reciente establecimiento de relaciones
diplomáticas plenas entre la Santa Sede y la Federación Rusa, y la significativa visita,
que recibió recientemente, del presidente de la República Socialista de Vietnam, país
que siente muy cercano - donde la Iglesia celebra su presencia multisecular con un
Año Jubilar - el Pontífice ha señalado que con este espíritu de apertura, ha recibido
durante el año 2009 a numerosas personalidades políticas de diversos países; ha visitado
algunos de ellos y se propone continuar haciéndolo en el futuro, en la medida de lo
posible.
«La Iglesia está abierta a todos porque, en Dios, ella existe para
los demás. Ella, por tanto, comparte intensamente la suerte de la humanidad que, en
este año apenas comenzado, aparece todavía marcada por la crisis dramática que ha
golpeado la economía mundial, provocando una grave y vasta inestabilidad social».
Refiriéndose a su Encíclica «Caritas in veritate», ante los peligros de «la
vigente mentalidad egoísta y materialista, que no tiene en cuenta los límites inherentes
a toda criatura», el Papa ha subrayado nuevamente que dicha mentalidad amenaza y produce
daños en el medio ambiente en todas las partes del mundo.
Como se comprobó
en la historia reciente de Europa: hace veinte años, cuando cayó el muro de Berlín
y se derrumbaron los regímenes materialistas y ateos que habían dominado durante varios
decenios una parte de este continente.
¿Acaso – ha preguntado Benedicto XVI
-no fue posible calcular el alcance de las profundas heridas que un sistema económico
carente de referencias fundadas en la verdad del hombre había infligido, no sólo a
la dignidad y a la libertad de las personas y de los pueblos, sino también a la naturaleza,
con la contaminación de la tierra, las aguas y el aire? «La negación de Dios desfigura
la libertad de la persona humana, y devasta también la creación».
La salvaguardia
de la creación no es una mera exigencia estética, sino «una exigencia moral», por
lo que el Papa comparte «la gran preocupación que causa la resistencia de orden económico
y político a la lucha contra el deterioro del ambiente». Dificultades que se constataron
en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático, de Copenhague, en
diciembre pasado.
Con el anhelo de que este año «sea posible llegar a un acuerdo
para afrontar esta cuestión de un modo eficaz», pues «está en juego el destino mismo
de algunas naciones, en particular ciertos estados insulares», Benedicto XVI ha subrayado
que «conviene que esta atención y compromiso por el ambiente esté bien establecido
en el conjunto de los grandes desafíos a los que se enfrenta la humanidad»: «Si se
quiere construir una paz verdadera, ¿cómo se puede separar, o incluso oponer, la protección
del ambiente y la de la vida humana, comprendida la vida antes del nacimiento?»
Como
recordó en la reciente Cumbre Mundial de la FAO sobre la Seguridad Alimentaria - «la
tierra puede alimentar suficientemente a todos sus habitantes» (Discurso, 16 noviembre
2009, n. 2), «con tal de que el egoísmo no lleve a algunos a acaparar los bienes destinados
a todos».
«La salvaguardia de la creación implica una gestión correcta de los
recursos naturales de los países y, en primer lugar, de los más desfavorecidos económicamente»,
ha recordado Benedicto XVI, refiriéndose al continente africano, que tuvo la dicha
de visitar el pasado mes de marzo, en su viaje a Camerún y Angola, y al que se dedicaron
los trabajos de la Asamblea especial del Sínodo de Obispos».
Los padres sinodales
señalaron con preocupación la erosión y la desertificación de grandes extensiones
de tierra de cultivo, a causa de una explotación desmedida y de la contaminación del
medio ambiente (cf. Propositio 22):
«En África, como en otras partes, es necesario
adoptar medidas políticas y económicas que garanticen «formas de producción agrícola
e industrial que respeten el orden de la creación y satisfagan las necesidades primarias
de todos» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2010, n. 10)».
Y ¿cómo
olvidar que la lucha por acceder a los recursos naturales es una de las causas de
numerosos conflictos, particularmente en África, así como una fuente de riesgo permanente
en otros casos? El Santo Padre ha repetido con firmeza que, «para cultivar la paz,
hay que proteger la creación»:
«Hay todavía extensas zonas, por ejemplo en
Afganistán o en ciertos países de Latinoamérica, donde la agricultura, lamentablemente
relacionada todavía con la producción de droga, es una fuente nada despreciable de
empleo y subsistencia. Si se quiere la paz, hay que preservar la creación mediante
la reconversión de dichas actividades y, una vez más, quisiera pedir a la comunidad
internacional que no se resigne al tráfico de drogas y a los graves problemas morales
y sociales que esto produce».
Entre los retos, uno de los más graves es el
aumento de los gastos militares, así como el mantenimiento y desarrollo de los arsenales
nucleares. Objetivo que absorbe ingentes recursos económicos que podrían ser destinados
al desarrollo de los pueblos, sobre todo de los más pobres, ha recordado también el
Papa, añadiendo que espera firmemente que, en la Conferencia de examen del Tratado
de no proliferación de armas nucleares, el próximo mes de mayo en Nueva York, «se
tomen decisiones eficaces con vistas a un desarme progresivo, que tienda a liberar
el planeta de armas nucleares».
Benedicto XVI ha deplorado que «la producción
y la exportación de armas contribuya a perpetuar conflictos y violencias, como en
Darfur, Somalia o en la República Democrática del Congo». Y que «a la incapacidad»
de las partes directamente implicadas para evitar la espiral de violencia y dolor,
se añade la «aparente impotencia de otros países y organizaciones internacionales
para restablecer la paz, sin contar la indiferencia casi resignada de la opinión pública
mundial».
Refiriéndose al terrorismo, que pone en peligro muchas vidas inocentes
y causa una difusa ansiedad, el Papa ha reiterado su apremiante llamamiento: «En
esta solemne ocasión, quisiera renovar el llamamiento que hice el 1 de enero, en la
oración del Ángelus, a todos los que pertenecen a cualquier grupo armado, para que
abandonen el camino de la violencia y abran sus corazones al gozo de la paz».
Estas
graves violencias, unidas a las plagas de la pobreza y el hambre, así como a las catástrofes
naturales y a la destrucción del medio ambiente, hacen que aumente el número de quienes
abandonan sus propias tierras. Y frente a dicho éxodo, el Papa ha exhortado a las
autoridades civiles implicadas de un modo u otro a trabajar con justicia, solidaridad
y clarividencia:
«Quisiera referirme aquí, en particular, a los cristianos
de Oriente Medio. Amenazados de muchos modos, incluso en el ejercicio de su libertad
religiosa, dejan la tierra de sus padres, donde creció la Iglesia de los primeros
siglos. Con el fin de darles apoyo y hacerles sentir la cercanía de sus hermanos en
la fe, he convocado para el próximo otoño una Asamblea especial del Sínodo de Obispos
sobre Oriente Medio».
El Santo Padre ha reiterado luego el gran esfuerzo educativo
necesario para «un cambio efectivo de mentalidad y establecer nuevos modelos de vida».
La comunidad de los creyentes puede y quiere participar y es necesario que se reconozca
su papel público. «Lamentablemente, - ha afirmado Benedicto XVI - en ciertos países,
sobre todo occidentales, se difunde en ámbitos políticos y culturales, así como en
los medios de comunicación social, un sentimiento de escasa consideración y a veces
de hostilidad, por no decir de menosprecio, hacia la religión, en particular la religión
cristiana».
Poniendo en guardia contra el relativismo, como elemento constitutivo
esencial de la democracia, con el riesgo de concebir la laicidad sólo en términos
de exclusión o, más exactamente, de rechazo, planteamiento que «crea confrontación
y división y hiere la paz, perturba la ecología humana y, rechazando por principio
actitudes diferentes a la suya, se convierte en un callejón sin salida», el Papa ha
destacado la urgencia «de definir una laicidad positiva, abierta, fundada en una justa
autonomía del orden temporal y del orden espiritual, con una sana colaboración y un
espíritu de responsabilidad compartida».
Pensando en Europa que, con la entrada
en vigor del Tratado de Lisboa, ha abierto una nueva fase de su proceso de integración,
que la Santa Sede seguirá con respeto y cordial atención, Benedicto XVI formula sus
votos para que este continente, en la construcción de su porvenir, encuentre continua
inspiración en las fuentes de su propia identidad cristiana. Como ya afirmó en su
viaje apostólico a la República Checa.
Como señala el Papa la complejidad
del problema del medio ambiente se podría ejemplificar como “un prisma con muchas
caras”. Uno de estos ataques proviene de leyes o proyectos que, en nombre de la lucha
contra la discriminación, atentan contra el fundamento biológico de la diferencia
entre los sexos.
“Pero la libertad no puede ser absoluta, ya que el hombre
-subraya el Pontífice- no es Dios”. “Para el hombre, el rumbo a seguir no puede ser
fijado por la arbitrariedad o el deseo, sino que debe más bien consistir en la correspondencia
con la estructura querida por el Creador”.
La salvaguardia de la creación comporta
también otros desafíos, a los que, como explica el Santo Padre, solamente se puede
responder a través de la solidaridad internacional. Es aquí donde Benedicto XVI enumera
las principales catástrofes naturales y calamidades que a lo largo del año pasado
han sembrado muerte, sufrimiento y destrucción en Filipinas, Vietnam, Laos, Camboya
en la Isla de Taiwán, en la región italiana de los Abruzos.
Pero la salvaguardia
de la creación, además de solidaridad, requiere también la concordia y estabilidad
de los estados. Cuando surgen divergencias entre ellos, se debe perseguir con tenacidad
la vía de un diálogo constructivo. El Papa puso los ejemplos del Tratado de Paz y
Amistad entre Argentina y Chile, concluido gracias a la mediación de la Sede Apostólica,
del que en 2009 se cumplieron 25 años. El acercamiento entre Colombia y Ecuador tras
muchos meses de tensión. El entendimiento logrado entre Croacia y Eslovenia a propósito
del arbitraje de sus fronteras. El acuerdo histórico entre Armenia y Turquía. Y tras
hablar de su peregrinación a Tierra Santa ha hecho un llamamiento acuciante a israelíes
y palestinos.
“Una vez más, alzo mi voz para que el derecho a la existencia
del Estado de Israel sea reconocido por todos, así como a gozar de paz y seguridad
en las fronteras reconocidas internacionalmente. Asimismo, que el pueblo palestino
vea reconocido su derecho a una patria soberana e independiente, a vivir con dignidad
y a desplazarse libremente”.
El Papa ha exhortado también a los gobernantes
y ciudadanos de Irak a superar las divisiones, ha pedido que se asegure el respeto,
la seguridad y la libertad de las comunidades cristianas. También ha denunciado los
episodios anticristianos en Pakistán. A propósito de la violencia contra los cristianos,
el Santo Padre ha mencionado el deplorable atentado que en los últimos días ha sufrido
la comunidad copta egipcia. Finalmente ha deseado que la vía de la concordia llegue
pronto a Irán, Líbano, Honduras, Guinea y Madagascar. Muchos son los sufrimientos
de la humanidad y el egoísmo humano hiere a la creación de muchas maneras. Para Benedicto
XVI la única respuesta está en Cristo.
Fijando mis ojos en Él, exhorto a toda
persona de buena voluntad a trabajar con confianza y generosidad por la dignidad y
la libertad del hombre. Que la luz y la fuerza de Jesús nos ayuden a respetar la ecología
humana, conscientes de que la ecología medioambiental se beneficiará también de ello,
ya que el libro de la naturaleza es único e indivisible. De esta manera, podremos
consolidar la paz, hoy y para las generaciones venideras.