2009-12-21 16:37:33

Mirada retrospectiva del Papa a 2009, un año rico de acontecimientos, con especial atención a Tierra Santa y África, donde reconciliación y justicia son premisas esenciales de paz


Lunes, 21 dic (RV).- Esta mañana, Benedicto XVI ha recibido a sus colaboradores más cercanos para el intercambio de felicitaciones, como es tradicional cuando se acerca la Solemnidad de la Santa Navidad, «que para los cristianos es una ocasión particular de encuentro y de comunión»:

«Ese Niño que adoramos en Belén nos enseña a percibir el amor inmenso de Dios, aquel Dios que ha bajado del cielo, se ha hecho próximo a cada uno de nosotros para hacernos hijos suyos, parte de su misma familia. También esta tradicional cita navideña del Sucesor de Pedro con sus más estrechos colaboradores, es un encuentro de familia, que reafirma los vínculos de afecto y de comunión para formar, cada vez más, aquel ‘Cenáculo permanente’ consagrado a la difusión del Reino de Dios».

‘Suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios’. Una vez más, el Papa ha puesto de relieve a lo largo de su amplio y denso discurso la necesidad de impulsar el diálogo interreligioso y también con los no creyentes, así como la urgencia de la reconciliación, la justicia y la paz para toda la humanidad.

Al concluir «otro año, rico de acontecimientos importantes para la Iglesia y para el mundo», el Santo Padre - «con una mirada retrospectiva llena de gratitud» - ha querido destacar algunos ‘puntos clave’ para la vida eclesial, como el Año Paulino y el Año Sacerdotal. En particular, Benedicto XVI ha afirmado que «para la Iglesia y personalmente para él», este 2009 está marcado por África. Recordando ampliamente, en este contexto, su viaje a Camerún y Angola, así como el Sínodo para el continente africano.

Tras poner de relieve también el segundo gran viaje que realizó este año, es decir su peregrinación a Jordania y Tierra Santa, el Papa se ha referido luego a las otras visitas que realizó. En especial, a la República Checa y a Francia. En lo que respecta a los Años Paulino y Sacerdotal - que se enlazaron entre sí, con la clausura del primero y la inauguración del segundo - Benedicto XVI ha evocado la figura imponente del Apóstol de las Gentes y la humilde del Cura de Ars:

«A partir de ambas figuras, se manifiesta el amplio alcance del ministerio sacerdotal y resulta evidente cuán grande es, precisamente lo que es pequeño y cómo, a través del servicio aparentemente pequeño de un hombre, Dios puede obrar cosas grandes, purificar y renovar el mundo desde dentro».

El continente africano ha centrado gran parte de este discurso del Papa, que ha recordado con emoción la gran cordialidad, afecto y alegría con la que el Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo, fue acogido:

«En el encuentro con el Papa se experimentaba la Iglesia universal, la comunidad que abraza al mundo y que es reunida por Dios mediante Cristo. La comunidad que no está fundada sobre intereses humanos, sino que nos es ofrecida por la atención amorosa de Dios para todos. Todos juntos somos familia de Dios, hermanos y hermanas en virtud de un único Padre. Ésta ha sido la experiencia vivida. Experimentando asimismo que la atención amorosa de Dios en Cristo hacia nosotros no es una cosa del pasado y ni siquiera de teorías eruditas, sino una realidad concreta, aquí y ahora. Él está entre nosotros. Lo hemos percibido a través del ministerio del Sucesor de Pedro».

Tras hacer hincapié en que en su recuerdo quedaron grabadas las celebraciones litúrgicas, Benedicto XVI ha destacado dos elementos importantes. La gran alegría compartida y la sacralidad. Una alegría sobria y ordenada, que une a las personas desde su interioridad, llevándolas a la alabanza comunitaria de Dios. Alabanza que, al mismo tiempo, suscita el amor del prójimo y la responsabilidad mutua. Como él mismo ha destacado, su viaje a África estaba enlazado con la inauguración del Sínodo:

«En ocasión de mi visita a África se ha evidenciado la fuerza teológica y pastoral del Primado Pontificio como punto de convergencia para la unidad de la Familia de Dios».

Reiterando la importancia de la colegialidad de los Obispos y de la unidad con Pedro y su Sucesor, el Pontífice ha puesto de relieve el tema sinodal y los conmovedores testimonios que se presentaron:

«Testimonios de sufrimiento y de reconciliación, concretos en las tragedias de la historia reciente del continente. El Sínodo se había propuesto el tema: ‘La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz’. Tema teológico y, sobre todo pastoral de apremiante actualidad, que, sin embargo, se podía malentender como tema político».

Explicando una vez más que los pastores no se deben arrogar ninguna competencia política, el Papa ha recordado las palabras fundamentales de la responsabilidad teológica y social del tema del Sínodo especial para África. Es decir, reconciliación, justicia y paz:

«Se podría decir que reconciliación y justicia son los dos presupuestos esenciales de la paz y que, por lo tanto, definen en cierta medida también su naturaleza. Limitémonos a la palabra ‘reconciliación’. Una mirada a los sufrimientos y penas de la historia reciente de África, pero también a la de muchas otras partes de la Tierra, muestra que los contrastes no resueltos y profundamente arraigados pueden llevar, en ciertas situaciones, a explosiones de violencia, en las que parece perderse todo sentido de humanidad. La paz se puede realizar sólo si se logra alcanzar una reconciliación interior».

Citando como ejemplo positivo, «el proceso de reconciliación, en camino de lograrse en la historia de Europa, después de la segunda guerra mundial, Benedicto XVI ha recordado el papel determinante de «estructuras políticas y económicas inteligentes y éticamente orientadas», que pueden desarrollarse sólo afianzándose en procesos interiores de reconciliación, que hacen posible una nueva convivencia.

«Toda sociedad tiene necesidad de reconciliaciones para que pueda haber paz. Las reconciliaciones son necesarias para una buena política, pero no pueden ser realizadas únicamente por ésta. Son procesos ‘pre-políticos y deben manar de otras fuentes», ha señalado el Santo Padre, recordando que «el Sínodo se propuso examinar profundamente el concepto de reconciliación como tarea para la Iglesia de hoy, llamando la atención sobre sus diversas dimensiones».

«La llamada que san Pablo dirigió a los Corintios tiene precisamente hoy una nueva actualidad», ha enfatizado Benedicto XVI: «¡Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios! (2 Cor 5, 20) Si el hombre no está reconciliado con Dios, está en discordia también con la creación. No está reconciliado consigo mismo, quisiera ser otro del que es en realidad y, por lo tanto, no está reconciliado tampoco con el prójimo».
«Pero esta reconciliación requiere el reconocimiento de la culpa cometida y la humildad de la penitencia», ha recordado el Papa, refiriéndose a la importancia y a la necesidad de redescubrir, precisamente el Sacramento de la penitencia y de la reconciliación. Evocando su peregrinación a Jordania y Tierra Santa, el Santo Padre ha renovado su profunda gratitud a las autoridades jordanas, israelíes y palestinas:

«Todo lo que se puede ver en esos países invoca reconciliación, justicia y paz. La visita a Yad Vashem significó un encuentro perturbador con la crueldad de la culpa humana, con el odio de una ideología ciega que, sin justificación alguna, entregó a millones de seres humanos a la muerte y que, con ello, quiso echar del mundo también a Dios. El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob y el Dios de Jesucristo. Éste es, en primer lugar, un monumento conmemorativo contra el odio, una llamada apremiante a la purificación y al perdón, al amor. Precisamente este monumento a la culpa humana ha hecho más importante la visita a los lugares de la memoria de la fe y ha hecho percibir su inalterada actualidad».

Refiriéndose a la nueva evangelización, en especial al diálogo con las personas agnósticas y ateas, Benedicto XVI ha evocado las palabras de Jesús sobre ‘el templo como casa de oración para todos los pueblos’, evocando el ‘atrio de los gentiles, que desalojó de negocios exteriores para dejar espacio a los que buscaban a Dios’.

«Yo pienso – ha afirmado textualmente el Papa - que la Iglesia debería, también hoy, abrir un ‘atrio de los gentiles’ donde los hombres puedan de alguna manera enlazarse con Dios, aun sin conocerlo y antes de que encuentren acceso a su misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia».

«Al diálogo con las religiones debe añadirse hoy, sobre todo, el diálogo con aquellos para los cuales la religión es algo extraño, a los cuales Dios es desconocido y que, sin embargo, no quisieran quedar simplemente sin Dios, sino acercarse a Él al menos como Desconocido», ha reiterado Benedicto XVI, recordando que los sacerdotes están a disposición de todos. De los que conocen a Dios de cerca y de aquellos para los cuales Él es el ‘Desconocido’, con el anhelo de que todos puedan percibir la cercanía de Dios y de su amor.







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