2009-12-19 16:49:31

El Papa elogia la contribución que la Congregación para las Causas de los Santos al servicio de la edificación del pueblo de Dios e impulsando la evangelización


Sábado, 19 dic (RV).- Con gran alegría, Benedicto XVI ha recibido a los miembros de la Congregación para las Causas de los Santos, reunidos alrededor del sucesor de Pedro, para celebrar el 40 aniversario de la institución de este dicasterio, por parte del siervo de Dios Pablo VI. Destacando la importante actividad desarrollada desde hace cuatro décadas, el Papa ha subrayado la significativa contribución que esta Congregación brinda al servicio de la edificación del pueblo de Dios, impulsando la obra de evangelización:

«En efecto, cuando la Iglesia venera a un Santo, anuncia la eficacia del Evangelio y descubre con alegría que la presencia de Cristo en el mundo – creída y adorada en al fe – es capaz de transfigurar la vida del hombre y producir frutos de salvación para toda la humanidad».

«Además, para los cristianos cada beatificación y canonización es una fuerte exhortación a vivir con intensidad y entusiasmo el seguimiento de Cristo, caminando hacia la plenitud de la existencia cristiana y la perfección de la caridad (cfr Lumen gentium, 40)», ha recordado Benedicto XVI, explicando luego que a la luz de tales frutos se comprende la importancia del papel desarrollado por este dicasterio, acompañando cada una de las etapas de un evento tan singularmente profundo y bello. Y documentando con fidelidad la manifestación de aquel ‘sensus fidelium’, que es un factor importante para el reconocimiento de la santidad:

«Los santos, signo de aquella radical novedad - que el Hijo de Dios - con su encarnación, muerte y resurrección - ha insertado en la naturaleza humana, e insignes testigos de la fe, no son representantes del pasado, sino que constituyen el presente y el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Ellos han realizado en plenitud aquella ‘caritas in veritate’, que es el sumo valor de la vida cristiana, y son como las láminas de un primas, sobre las cuales, con diversos matices, se refleja la única luz que es Cristo».

El Papa ha reiterado que la vida de estas extraordinarias figuras de creyentes, que pertenecen a todas las regiones de la tierra, presenta dos significativas características constantes. Es decir, su relación con el Señor – alimentada con un diálogo intenso - y la continua búsqueda de perfección evangélica, correspondiendo generosamente al diseño de amor que el Padre tiene para con él y con toda la humanidad.

Refiriéndose a las principales etapas del reconocimiento de la santidad por parte de la Iglesia – la beatificación y la canonización – unidas entre sí por un vínculo de gran coherencia, Benedicto XVI ha recordado que a éstas se añaden – como indispensable fase preparatoria, la declaración de la heroicidad de las virtudes o del martirio de un siervo de Dios y la aseveración de algún don extraordinario – el milagro – que el Señor concede por intercesión de algún siervo fiel suyo.

«¡Cuánta sabiduría pedagógica se manifiesta en este itinerario!» ha exclamado el Papa, añadiendo luego que en este camino para el reconocimiento de la santidad emerge una riqueza espiritual y pastoral que abraza a toda la comunidad cristiana. Al concluir su discurso, Benedicto XVI ha recordado que ya se acerca la Navidad, bendiciendo a todos con sus mejores parabienes y con una exhortación especial:

«Queridos hermanos y hermanas, la solemnidad de la Navidad, a la que nos estamos preparando, hace resplandecer con luz plena la dignidad de cada hombre, llamado a ser hijo de Dios. En la experiencia de los Santos, esta dignidad se realiza en lo concreto de las circunstancias históricas, de los temperamentos personales, de las elecciones libres y responsables y de los carismas sobrenaturales. Confortados por un número tan grande de testigos, aceleremos nosotros también nuestro salir al encuentro con el Señor que viene, elevando la espléndida invocación que culmina el himno del Te deum: ‘Aeterna fac cum sanctis tuis in gloria numerari’, en tu adviento glorioso, acógenos, oh Verbo Encarnado, en la asamblea de tus Santos».







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