El Papa recuerda a los participantes del congreso “Dios hoy”, que la Iglesia y los
cristianos tienen que mostrar a Dios al mundo
Viernes, 11 dic (RV).- Benedicto XVI ha enviado un mensaje al cardenal Angelo Bagnasco,
arzobispo de Génova y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, en ocasión
del congreso “Dios hoy: con Él o sin Él cambia todo” que desde ayer y hasta el sábado
tiene lugar en Roma.
Un congreso internacional dice el Papa que “afronta los
grandes temas que desde siempre fascinan e interrogan el espíritu humano”, puesto
que la cuestión de “Dios es central también para nuestra época, en la cual a menudo
se tiende a reducir al hombre a una sola dimensión, aquella horizontal, considerando
irrelevante para su vida la apertura a lo Trascendente”.
Benedicto XVI señala
que por una parte, se quiere mostrar los distintos caminos que conducen a afirmar
la verdad sobre la existencia de Dios; y por otra parte, se quiere subrayar la importancia
esencial que Dios tiene para nosotros, para nuestra vida personal y social, para la
comprensión de nosotros mismos y del mundo, para la esperanza que ilumina nuestro
camino, para la salvación que nos espera después de la muerte.
“La relación
con Dios -afirma el Santo Padre-, es esencial para el camino de la humanidad y, como
he tenido modo de afirmar otras veces, la Iglesia y todo cristiano tienen la tarea
de hacer presente y mostrar a Dios al mundo, de abrir el acceso de Dios a los hombres”.
“En
una situación cultural y espiritual como la que estamos viviendo, en la que crece
la tendencia a relegar a Dios a la esfera privada, a considerarlo un tema irrelevante
y superfluo, o a rechazarlo explícitamente”, Benedicto XVI desea que esta manifestación
“pueda contribuir al menos a disipar aquella penumbra que hace que sea precaria y
temerosa para el hombre de nuestro tiempo la apertura hacia Dios, aún cuando Él no
cesa nunca de llamar a nuestra puerta”.
La experiencia del pasado, no muy lejano,
recuerda el Pontífice, “enseña que cuando Dios desaparece del horizonte del hombre,
la humanidad pierde la orientación y corre peligro de correr hacia la propia destrucción.
La fe en Dios, en cambio, abre al hombre el horizonte de una esperanza cierta, que
no defrauda; indica un sólido fundamento en el que apoyar la vida sin temor alguno;
es el Amor que sostiene el mundo”.