En el XX aniversario de la caída del muro de Berlín, el Papa recuerda aquella “frontera
de muerte” que dividió su patria y la sumió en una larga y atormentada noche de violencia
y opresión
Sábado, 5 dic (RV).- En la tarde de ayer tuvo lugar en la capilla Sixtina un concierto
en honor del Santo Padre, ante la presencia del presidente de la República Federal
de Alemania. Con tal iniciativa se recordó el 60° aniversario de la fundación de la
República Federal de Alemania y el 20° de la caída del Muro de Berlín.
El
evento inició con el saludo al Pontífice del presidente Köhler. Siguió la ejecución
del Oratorio de Navidad de Johann Sebastian Bach, interpretado por el Coro de voces
blancas de la catedral de Augusta y por la Orquesta de Cámara de Munich, bajo la dirección
del maestro Reinhard Kammler. Finalizado el concierto Benedicto XVI dirigió unas palabras
a los presentes.
«La ocasión de esta
solemne velada es doble: por una parte, este año celebramos los 60 años de la fundación
de la República Federal de Alemania, con la firma de la Ley Fundamental el 23 de mayo
de 1949; por otra, recordamos el 20° aniversario de la caída del Muro de Berlín, aquella
frontera de muerte que por tantos años había dividido la nuestra patria y había separado
a la fuerza hombres, familias, vecinos y amigos».
Muchos en ese entonces habían
advertido los acontecimientos del 9 de noviembre de 1989 como los albores inesperados
de la libertad, después de una larga y sufrida noche de violencia y opresión por un
sistema totalitario que, al final, conducía a un nihilismo, a un vaciamiento de las
almas, recordó el Papa, agregando que en la dictadura comunista, no existía alguna
acción que fuese retenida mal en sí o inmoral. Aquello que servía a los objetivos
del partido era bueno, por cuanto inhumano pudiera ser. Hoy todavía, algunos se preguntan
si el orden social occidental es mejor y más humanitario.
«La historia de
la Republica Federal de Alemania, de hecho, es la prueba. Y esto lo debemos en buena
parte a la Ley Fundamental. Tal Constitución ha contribuido esencialmente al desarrollo
pacífico de Alemania en los seis decenios pasados. Por que ella exhorta a los hombres
a dar la prioridad, en responsabilidad ante Dios Creador, a la dignidad humana, a
respetar el matrimonio y la familia como fundamento de toda sociedad, así como a tener
respeto profundo por cuanto es sagrado para los demás».
“Observando la
historia de nuestra patria en los últimos sesenta años tenemos motivo para agradecer
a Dios con toda el alma”, reflexionó el Pontífice. Somos concientes que este desarrollo
no es mérito nuestro. Ha sido posible por hombres que han actuado con una profunda
convicción cristiana en la responsabilidad ante Dios, poniendo así en marcha procesos
de reconciliación que han permitido un nuevo convivir de los Países europeos. La historia
de Europa en el siglo XX demuestra que la responsabilidad ante Dios es de decisiva
importancia para el correcto actuar político.
«Dios vuelve a
reunir a los hombres en una verdadera comunión, y Él hace entender al individuo que
en la comunión con el otro se encuentra presente Uno más grande, quien es la causa
originaria de nuestra vida y de nuestro vivir juntos. Esto se manifiesta de manera
particular, en el misterio de Navidad, donde este Dios se acerca a nosotros en su
amor, y como niño, pide nuestro amor».
Todo hombre, en la comunión con
Jesucristo, puede ser para el otro un mediador hacia Dios, precisó Benedicto XVI,
añadiendo que ninguno cree por sí solo, cada uno vive en la propia fe también gracias
a las mediaciones humanas. “Así serán capaces de suscitar una nueva manera de pensar
y de generar nuevas energías en el servicio de un humanismo integral”.