2009-11-09 16:13:15

El Papa invita a abrir el corazón a los emigrantes y a sus familias, un “recurso” que se debe valorar para el auténtico desarrollo de la humanidad


Lunes, 9 nov (RV).-El Santo Padre recibió este mediodía, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los 300 participantes en el Congreso Mundial convocado por el Consejo pontificio para los emigrantes e itinerantes sobre el tema “Una respuesta pastoral al fenómeno migratorio en la era de la globalización, a cinco años de la Instrucción Erga migrantes caritas Christi”.

En efecto, a partir de hoy y hasta el próximo jueves 12, se celebra este VI Congreso Mundial para la Pastoral de los emigrantes y de los refugiados, que se inauguró esta mañana a las 8, en la Basílica Vaticana con la Santa Misa presidida, en el Altar de la Cátedra, por el cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone.

Participan en estos trabajos representantes de las Comisiones episcopales parra las migraciones, delegados de Congregaciones e Institutos religiosos, así como miembros de Movimientos eclesiales y Asociaciones laicales. Mientras la dimensión ecuménica de este acontecimiento, está dada, además, por la presencia de los delegados fraternos del Consejo ecuménico de las Iglesias, el Patriarcado ecuménico de Constantinopla, la Comunión Anglicana y la Federación Luterana Mundial.

Al acoger a estos participantes Benedicto XVI manifestó su alegría saludando, en primer lugar al presidente de este Consejo pontificio, Mons. Antonio Maria Vegliò, a quien agradeció las cordiales palabras que le había dirigido en nombre de los presentes. El Papa también saludó al secretario, a los miembros y consultores, así como a los oficiales del dicasterio y de modo particular a Renato Schifani, presidente del Senado de la República Italiana, junto a los demás presentes; a quienes manifestó su aprecio por el empeño y la solicitud con que trabajan en un ámbito social hoy tan complejo y delicado, “ofreciendo apoyo a quien, por libre elección o constricción, deja su propio país de origen y emigra a otras naciones”.

Refiriéndose al tema del Congreso, “Una respuesta pastoral al fenómeno migratorio en la era de la globalización”, el Papa dijo que pone de manifiesto el contexto particular en que se colocan las migraciones en nuestra época. Y al destacar que el fenómeno migratorio es tan antiguo como la historia de la humanidad Benedicto XVI afirmó que sin embargo, tal fenómeno no había asumido jamás como hoy una importancia tan grande por “consistencia” y “complejidad de problemáticas”.

Al constatar que prácticamente interesa a casi todos los países y se inserta en el vasto proceso de la globalización, el obispo de Roma afirmó textualmente:

RealAudioMP3 “Millones de mujeres, hombres, niños, jóvenes y ancianos, afrontan los dramas de la emigración a veces para sobrevivir, más que para tratar de mejorar las condiciones de vida para ellos mismos y sus familiares. En efecto, se va ensanchando cada vez más la diferencia económica entre los países pobres y los industrializados. La crisis económica mundial, con el enorme crecimiento de la desocupación, reduce las posibilidades de empleo y aumenta el número de quienes no logran encontrar ni siquiera un trabajo totalmente precario”.

Tantas personas entonces –prosiguió diciendo el Papa- se ven obligadas a abandonar sus propias tierras y sus comunidades de origen. Y están dispuestas a aceptar trabajos con condiciones no conformes a la dignidad humana y con una inserción fatigosa en las sociedades de acogida, a causa de la diversidad de lengua, cultura y ordenamientos sociales. Por esta razón, Benedicto XVI afirmó que “las condiciones de los emigrantes, y más aún la de los refugiados, recuerda, en cierto modo la vicisitud del antiguo pueblo bíblico que, en fuga de la esclavitud de Egipto con el sueño en el corazón de la tierra prometida, atravesó el Mar Rojo y, en lugar de llegar inmediatamente a la meta deseada, debió afrontar las asperezas del desierto. Y añadió:

RealAudioMP3 “Hoy, muchos emigrantes abandonan su país para escapar de condiciones de vida humanamente inaceptables, pero sin encontrar en otro lugar la acogida que esperaban. Ante situaciones tan complejas, ¿cómo no detenerse a reflexionar sobre las consecuencias de una sociedad basada fundamentalmente en el mero desarrollo material? En la encíclica Caritas in veritate notaba que verdadero desarrollo es sólo el integral, es decir el que interesa a cada hombre y a todo el hombre".

Por otra parte, el Papa dijo que el “desarrollo auténtico tiene siempre un carácter solidario. Porque en una sociedad en vías de globalización, el bien común y el empeño por él –tal como él mismo lo observa en su encíclica social- no pueden dejar de adquirir las dimensiones de la entera familia humana, es decir de la comunidad de los pueblos y de las naciones” (cfr n. 7).

Y recordando cuanto afirmaba al respecto el Siervo de Dios Juan Pablo II, el Papa dijo que el mismo proceso de globalización, puede constituir una ocasión propicia para promover el desarrollo integral, pero sólo “si las diferencias culturales son acogidas como una ocasión de encuentro y de diálogo, y si la repartición desigual de los recursos mundiales provoca una nueva conciencia de la necesaria solidaridad que debe unir a la familia humana”.

Tras afirmar que es necesario dar “respuestas adecuadas a los grandes cambios sociales en acto, teniendo claro que no puede existir un desarrollo efectivo si no se favorece el encuentro entre los pueblos, el diálogo entre las culturas y el respeto por las legítimas diferencias”, el Papa se preguntó por qué no considerar el actual fenómeno migratorio mundial como condición favorable para la comprensión entre los pueblos y para la construcción de la paz y de un desarrollo que interese a cada nación.

Al despedirse de los presentes, Benedicto XVI les recordó que fieles a la enseñanza de Jesús las comunidades cristianas no pueden dejar de alimentar el respeto y la atención por todos los hombres, creados a imagen y semejanza de Dios y redimidos por la sangre de Cristo, y más aún cuando se encuentran en dificultades. Por eso la Iglesia invita a los fieles a abrir el corazón a los emigrantes y a sus familias, sabiendo que ellos no son sólo un “problema”, sino que constituyen un “recurso” que hay que saber valorizar oportunamente por el camino de la humanidad y para su auténtico desarrollo.







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