El Papa invita a abrir el corazón a los emigrantes y a sus familias, un “recurso”
que se debe valorar para el auténtico desarrollo de la humanidad
Lunes, 9 nov (RV).-El Santo Padre recibió este mediodía, en la Sala Clementina del
Palacio Apostólico, a los 300 participantes en el Congreso Mundial convocado por el
Consejo pontificio para los emigrantes e itinerantes sobre el tema “Una respuesta
pastoral al fenómeno migratorio en la era de la globalización, a cinco años de la
Instrucción Erga migrantes caritas Christi”.
En efecto, a partir de hoy y
hasta el próximo jueves 12, se celebra este VI Congreso Mundial para la Pastoral de
los emigrantes y de los refugiados, que se inauguró esta mañana a las 8, en la Basílica
Vaticana con la Santa Misa presidida, en el Altar de la Cátedra, por el cardenal
Secretario de Estado, Tarcisio Bertone.
Participan en estos trabajos representantes
de las Comisiones episcopales parra las migraciones, delegados de Congregaciones e
Institutos religiosos, así como miembros de Movimientos eclesiales y Asociaciones
laicales. Mientras la dimensión ecuménica de este acontecimiento, está dada, además,
por la presencia de los delegados fraternos del Consejo ecuménico de las Iglesias,
el Patriarcado ecuménico de Constantinopla, la Comunión Anglicana y la Federación
Luterana Mundial.
Al acoger a estos participantes Benedicto XVI manifestó
su alegría saludando, en primer lugar al presidente de este Consejo pontificio, Mons.
Antonio Maria Vegliò, a quien agradeció las cordiales palabras que le había dirigido
en nombre de los presentes. El Papa también saludó al secretario, a los miembros y
consultores, así como a los oficiales del dicasterio y de modo particular a Renato
Schifani, presidente del Senado de la República Italiana, junto a los demás presentes;
a quienes manifestó su aprecio por el empeño y la solicitud con que trabajan en un
ámbito social hoy tan complejo y delicado, “ofreciendo apoyo a quien, por libre elección
o constricción, deja su propio país de origen y emigra a otras naciones”.
Refiriéndose
al tema del Congreso, “Una respuesta pastoral al fenómeno migratorio en la era de
la globalización”, el Papa dijo que pone de manifiesto el contexto particular en que
se colocan las migraciones en nuestra época. Y al destacar que el fenómeno migratorio
es tan antiguo como la historia de la humanidad Benedicto XVI afirmó que sin embargo,
tal fenómeno no había asumido jamás como hoy una importancia tan grande por “consistencia”
y “complejidad de problemáticas”.
Al constatar que prácticamente interesa
a casi todos los países y se inserta en el vasto proceso de la globalización, el obispo
de Roma afirmó textualmente:
“Millones de mujeres,
hombres, niños, jóvenes y ancianos, afrontan los dramas de la emigración a veces para
sobrevivir, más que para tratar de mejorar las condiciones de vida para ellos mismos
y sus familiares. En efecto, se va ensanchando cada vez más la diferencia económica
entre los países pobres y los industrializados. La crisis económica mundial, con el
enorme crecimiento de la desocupación, reduce las posibilidades de empleo y aumenta
el número de quienes no logran encontrar ni siquiera un trabajo totalmente precario”.
Tantas personas entonces –prosiguió diciendo el Papa- se ven obligadas a abandonar
sus propias tierras y sus comunidades de origen. Y están dispuestas a aceptar trabajos
con condiciones no conformes a la dignidad humana y con una inserción fatigosa en
las sociedades de acogida, a causa de la diversidad de lengua, cultura y ordenamientos
sociales. Por esta razón, Benedicto XVI afirmó que “las condiciones de los emigrantes,
y más aún la de los refugiados, recuerda, en cierto modo la vicisitud del antiguo
pueblo bíblico que, en fuga de la esclavitud de Egipto con el sueño en el corazón
de la tierra prometida, atravesó el Mar Rojo y, en lugar de llegar inmediatamente
a la meta deseada, debió afrontar las asperezas del desierto. Y añadió:
“Hoy, muchos emigrantes
abandonan su país para escapar de condiciones de vida humanamente inaceptables, pero
sin encontrar en otro lugar la acogida que esperaban. Ante situaciones tan complejas,
¿cómo no detenerse a reflexionar sobre las consecuencias de una sociedad basada fundamentalmente
en el mero desarrollo material? En la encíclica Caritas in veritate notaba que verdadero
desarrollo es sólo el integral, es decir el que interesa a cada hombre y a todo el
hombre".
Por otra parte, el Papa dijo que el “desarrollo auténtico tiene
siempre un carácter solidario. Porque en una sociedad en vías de globalización, el
bien común y el empeño por él –tal como él mismo lo observa en su encíclica social-
no pueden dejar de adquirir las dimensiones de la entera familia humana, es decir
de la comunidad de los pueblos y de las naciones” (cfr n. 7).
Y recordando
cuanto afirmaba al respecto el Siervo de Dios Juan Pablo II, el Papa dijo que el mismo
proceso de globalización, puede constituir una ocasión propicia para promover el desarrollo
integral, pero sólo “si las diferencias culturales son acogidas como una ocasión de
encuentro y de diálogo, y si la repartición desigual de los recursos mundiales provoca
una nueva conciencia de la necesaria solidaridad que debe unir a la familia humana”.
Tras
afirmar que es necesario dar “respuestas adecuadas a los grandes cambios sociales
en acto, teniendo claro que no puede existir un desarrollo efectivo si no se favorece
el encuentro entre los pueblos, el diálogo entre las culturas y el respeto por las
legítimas diferencias”, el Papa se preguntó por qué no considerar el actual fenómeno
migratorio mundial como condición favorable para la comprensión entre los pueblos
y para la construcción de la paz y de un desarrollo que interese a cada nación.
Al
despedirse de los presentes, Benedicto XVI les recordó que fieles a la enseñanza de
Jesús las comunidades cristianas no pueden dejar de alimentar el respeto y la atención
por todos los hombres, creados a imagen y semejanza de Dios y redimidos por la sangre
de Cristo, y más aún cuando se encuentran en dificultades. Por eso la Iglesia invita
a los fieles a abrir el corazón a los emigrantes y a sus familias, sabiendo que ellos
no son sólo un “problema”, sino que constituyen un “recurso” que hay que saber valorizar
oportunamente por el camino de la humanidad y para su auténtico desarrollo.