El Papa retoma la gran “capacidad educativa” de Pablo VI para pedir una formación
sólida de los jóvenes que les permita sentirse como personas y no como números de
una estadística
Domingo, 8 nov. (RV).- Benedicto XVI dedica su discurso en la ceremonia de entrega
del Premio Internacional Pablo VI a la necesaria formación de los jóvenes ante la
“difundida mentalidad y formas de cultura que llevan a dudar de los valores de la
persona y del significado de la verdad y del bien, en otras palabras, de la bondad
de la vida”. Y lo hizo con numerosas citaciones de las enseñanzas de su predecesor
poniendo de relieve exclusivamente su “capacidad educativa”.
La elección del
tema de su alocución nace de la misma naturaleza del premio dedicado al ámbito educativo
y que este año tuvo como ganador a la histórica colección editorial francesa “Sources
Chretiennes” (“Fuentes cristianos”), fundada en 1942 por Henri De Lubac y Jean Daniélou,
entre otros, con el objetivo de descubrir las fuentes cristianas antiguas y medievales.
Al saludar al actual director de la Colección Bernard Meunier, el Papa animó
a esta institución continuar su camino poniendo de relieve la personalidad y la doctrina
de su predecesor, no desde una perspectiva conmemorativa, sino bajo el signo de la
investigación científica para ofrecer un aporte al conocimiento de la verdad y de
la comprensión de la historia de la Iglesia y de los pontífices del siglo XX.
La
ocasión fue además la inauguración de la nueva sede del “Instituto Pablo VI”, en Concesio,
ciudad natal del Papa Montini a quien Benedicto XVI se dijo muy unido por una “relación
de afecto y devoción desde los años del Concilio Vaticano II”, pero además por ser
quien lo elevó a cardenal y arzobispo de Munich.
“¿Como no recordar
que en 1977 fue precisamente Pablo VI quien me confió el cuidado pastoral de la diócesis
de Munich, creándome además cardenal? Siento que debo a este gran Pontífice tanta
gratitud por la estima que manifestó por mí en tantas ocasiones”.
Concentrándose
en las virtudes de educador del papa Montini, el Santo Padre reconoció que actualmente
vivimos en tiempos donde formar a los jóvenes -de quienes depende el futuro- es cada
vez más complejo. Y pese a las corrientes adversas “se advierte con fuerza una difundida
sed de certezas y de valores”.
“Es necesario transmitir
a las futuras generaciones algo válido, reglas sólidas de comportamiento, indicar
altos objetivos hacia los cuales orientar con decisión la propia existencia. Aumenta
la demanda de una educación capaz de hacerse cargo de las expectativas de la juventud;
una educación que sea ante todo, ejemplo, y para el educador cristiano, testimonio
de fe”.
Al recordar que Pablo VI lamentaba que en “el campo profano, los hombres
de pensamiento no pensaban nada de Cristo”, el Pontífice afirmó que “el educador Montini
advirtió siempre “la necesidad de una presencia cristiana calificada en el mundo de
la cultura, del arte y en lo social, una presencia radicada en la verdad de Cristo
y al mismo tiempo, atenta al hombre y a sus exigencias vitales.
Retomando la
ingente labor del sacerdote Montini como asistente de la Federación Universitaria
católica Italiana, en sus siglas Fuci, Benedicto XVI no sólo destacó su gran cultura
y fe, sino su capacidad de guiar a los jóvenes universitarios como punto de referencia
para formar las conciencias, capaz de entusiasmarlos y conducirlos en su tarea de
ser testimonios en cada momento de la vida, dejando traslucir la belleza de la experiencia
cristiana.
El Santo Padre afirmó que Juan Bautista Montini insistía en la
formación de los jóvenes para hacerlos capaces de entrar en relación con la modernidad,
una relación, difícil y con frecuencia crítica, pero siempre constructiva y dialogal.
De la cultura moderna, Pablo VI subrayaba algunas características negativas, ya sea
en el campo del conocimiento que en el de la acción, como el subjetivismo, el individualismo
y la afirmación ilimitada del sujeto.
“Para el Papa Montini
el joven tiene que ser educado para que sepa juzgar el ambiente en el cual vive y
actúa, considerarse como persona y no como número en la masa: en otras palabras, debe
ser ayudado a tener un ‘pensamiento fuerte’, capaz de llevar a una ‘acción fuerte’,
evitando el peligro, que a veces se corre, de anteponer la acción al pensamiento y
hacer de la experiencia la fuente de la verdad”.
Benedicto XVI concluyó su
alocución recordando que Pablo VI se definió a sí mismo ‘viejo amigo de los jóvenes’:
“sabía reconocer y compartir sus tormentos cuando se debatían entre las ganas de vivir,
la necesidad de certezas, el anhelo de amor y la sensación de extravío, la tentación
del escepticismo y la experiencia de la desilusión. Había aprendido a comprender su
ánimo y recordaba que la indiferencia agnóstica del pensamiento actual, el pesimismo
crítico, la ideología materialista del progreso social no son suficientes para el
espíritu, abierto a otros horizontes de verdad y de vida”.
“Maestro de vida y
valiente testimonio de esperanza fue este venerado predecesor, no siempre comprendido,
es más, algunas veces contestado y aislado por movimientos culturales entonces dominantes.
Pero sólido, aunque frágil físicamente, condujo sin vacilaciones a la Iglesia; nunca
perdió la confianza en los jóvenes, renovando, y no sólo a ellos, la invitación a
confiar en Cristo y a seguirlo en el camino del Evangelio”.