El Papa recuerda la necesidad de la dimensión espiritual en el desarrollo humano y
social, y la visión moral de los políticos para hacer eficaz la gestión del bien común
Sábado, 31 oct (RV).- Benedicto XVI, en su discurso con motivo de la presentación
de las cartas credenciales del nuevo embajador búlgaro, expresó su especial saludo
y afecto al pueblo y el presidente de esa nación y se congratuló por las buenas relaciones
entre Bulgaria y la Santa Sede dinamizadas e intensificadas tras la visita del Papa
Juan Pablo II en 2002.
El Santo Padre recordó que en este otoñó se cumplen
los 20 años de la caída del muro de Berlín que permitió a Bulgaria emprender el camino
democrático y retomar las relaciones libres y autónomas con la unión Europea, a la
cual se integró en enero de 2007.
En este sentido, el Papa reiteró que en este
proceso de construcción europea ningún pueblo debe sacrificar su propia identidad
cultural, sino más bien encontrar las maneras de enriquecer con sus frutos al conjunto
comunitario. Por ello, afirmó que la situación geográfica y cultura de Bulgaria indudablemente
la lleva a cumplir un rol importante en la construcción de relaciones amigables con
los países que la rodean y en la defensa y la promoción de los derechos del hombre.
No
obstante, el Papa advirtió que la preocupación por el bien común de los pueblos y
de las personas, especialmente ante las condiciones creadas por la globalización,
debe ser colocada desde la perspectiva del hombre. Si bien es legítimo un desarrollo
que busque una bonaza económica, esta debe tener en cuenta la integridad de la persona.
La
medida del hombre – dijo el Papa- no reside en sus haberes, sino en la expansión de
su ser con todas las potencialidades que reserva su propia naturaleza. Éste principio
encuentra su principal razón en el amor creador de Dios revelado plenamente en la
Palabra divina. Por lo tanto -agregó-, para que el desarrollo del hombre y de la sociedad
pueda ser auténtico, debe necesariamente comportar una dimensión espiritual.
El
Papa subrayó que este desarrollo también reclama a todos los responsables públicos
una gran exigencia moral frente a ellos mismos para que puedan administrar la autoridad
que les ha sido confiada de manera eficaz y desinteresada. Igualmente, recordó que
para lograr un porvenir prometedor de la sociedad el hombre debe olvidar la tentación
de elevar su propia grandeza y buscar la unidad del género humano y la solidaridad
que ello implica. Y es está- afirmó el Papa- la intención de la comunidad católica
en Bulgaria desea mostrar a toda la nación.
Benedicto XVI puso de relieve que
éste compartir el bien común constituye uno de los elementos que deberán facilitar
el diálogo entre las diversas y numerosas comunidades religiosas que componen el paisaje
cultural de esta antigua nación. Un diálogo –dijo- que para que pueda ser sincero
y constructivo- requiere de un conocimiento y una estima recíproca.
Benedicto
XVI concluyó su discurso invitando a la comunidad católica a trabajar unidos generosamente,
e invocando la intercesión de María y de los Santoa Cirilo y Metodio, pidió al Señor
para que llene generosamente de bendiciones a todo el pueblo búlgaro.