DISCURSO EL PAPA BENEDICTO XVI A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE GABÓN EN VISITA "AD LIMINA"
Viernes 26 de octubre de 2007
Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:
Os acojo con alegría, pastores de la Iglesia que está en Gabón, deseando que
vuestra visita ad limina sea para vosotros un tiempo fuerte de comunión eclesial y
de vida espiritual. Reforzáis así vuestra misión apostólica, para ser cada vez más
servidores y guías del pueblo que se os ha confiado. Agradezco a monseñor Timothée
Modibo-Nzockena, obispo de Franceville y presidente de vuestra Conferencia episcopal,
el cuadro que me ha trazado de los aspectos pastorales. En vuestro ministerio, con
las fuerzas vivas de vuestras diócesis, estáis llamados a desarrollar una pastoral,
diocesana y nacional, cada vez más orgánica. Asimismo, es preciso organizar de manera
cada vez más adecuada vuestra Conferencia episcopal, en vuestros encuentros y en las
estructuras que conviene poner por obra para colaborar con vosotros. Al compartir
vuestras riquezas pastorales y vuestros proyectos, podréis infundir en vuestras diócesis
un dinamismo renovado. Cuanto mayor sea la comunión entre vosotros y entre todos los
católicos, tanto más fuerte y eficaz será la evangelización.
Los habitantes
de Gabón a veces se dejan atraer por la sociedad del consumismo y la permisividad;
en consecuencia, prestan menor atención a los más pobres del país. Los aliento a acrecentar
su sentido fraterno y su solidaridad. Asimismo, se constata cierto relajamiento en
la vida de los cristianos, arrastrados por las seducciones del mundo. Deseo que tengan
una conducta cada vez más ejemplar por lo que concierne a los valores espirituales
y morales.
Entre las tareas urgentes de la Iglesia en Gabón conviene citar
ante todo la transmisión de la fe y la profundización del misterio cristiano. Para
afrontar las tentaciones, los fieles necesitan tener una formación profunda que les
permita fundamentar su vida cristiana en principios claros. Esto supone que organicéis
las estructuras de formación de manera que sean realmente eficaces. No tengáis miedo
de preparar para esta tarea a sacerdotes y a laicos capacitados para ello. Así, las
comunidades eclesiales serán más vivas y los fieles sacarán de la liturgia, de la
oración personal, familiar y comunitaria las fuerzas para ser, en todos los ámbitos
de la vida social, testigos de la buena nueva, artífices de reconciliación, de justicia
y de paz, que nuestro mundo necesita hoy más que nunca.
En calidad de sucesores
de los Apóstoles, sois para todos vuestros diocesanos como padres, llamados a prestar
una atención particular a la juventud de vuestro país. Que todos los cristianos, y
en particular los padres, se movilicen para invitar a los jóvenes a abrir su corazón
a Cristo y a seguirlo. El Señor quiere dar a cada uno la gracia de una vida hermosa
y buena, y la esperanza que permite encontrar el sentido verdadero de la existencia,
en medio de las vicisitudes de la vida diaria. Deseo que los jóvenes no tengan miedo
de ser también los primeros evangelizadores de sus coetáneos. A menudo, gracias a
la amistad y a la comunión, estos últimos podrán descubrir la persona de Cristo y
adherirse a él.
En vuestras relaciones señaláis que las vocaciones al sacerdocio
y a la vida consagrada son aún poco numerosas. Siempre es motivo de sufrimiento para
un pastor que falten jóvenes dispuestos a escuchar la llamada del Señor. La presencia
de un seminario en Libreville debe ser para vosotros objeto de una atención muy particular,
puesto que está en juego el futuro de la evangelización y de la Iglesia. Además, será
un estímulo para que se desarrolle y se intensifique la pastoral vocacional en cada
diócesis. Ojalá que los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, así como las
familias, se movilicen mediante la oración, mediante el acompañamiento de los más
jóvenes y mediante la solicitud por la transmisión de la llamada de Cristo, a fin
de que surjan y se desarrollen las vocaciones que vuestro país necesita.
No
se puede olvidar el papel de la enseñanza católica, donde los profesores y los educadores
tienen como tarea la educación integral de los jóvenes, que necesita el testimonio
y la transmisión de la fe, así como una atención a las vocaciones. Juntamente con
vosotros, yo también quiero dar gracias por todos los misioneros, hombres y mujeres,
que han permitido a vuestro país recibir la semilla del Evangelio. Agradezcámosles
la obra que han realizado y siguen realizando con fidelidad, en colaboración con los
pastores de Gabón.
Mi pensamiento afectuoso va a los sacerdotes, a los que
felicito por su generosidad en el ministerio. Viviendo continuamente en intimidad
con Cristo, tendrán una conciencia más viva de la exigencia de fidelidad a los compromisos
asumidos ante Dios y ante la Iglesia, principalmente la obediencia y la castidad en
el celibato. Así, vivirán cada vez más su ministerio sacerdotal como un servicio a
los fieles. Deben recordar también que, en el ministerio, forman parte de un presbiterio
en torno al obispo. En la fraternidad sacerdotal, confortados por vosotros, que sois
para ellos padres y hermanos, encontrarán un apoyo espiritual. De este modo podréis
realizar proyectos pastorales comunes, que darán nuevo impulso a la misión. Exhorto
a cada sacerdote a buscar ante todo el bien de la Iglesia y no ventajas personales,
conformando su vida y su misión al gesto del lavatorio de los pies (cf. Jn 13, 1-11).
Este amor, vivido en una perspectiva de servicio desinteresado, suscita una alegría
profunda.
Transmitid a los sacerdotes, a todas las personas que colaboran
en la vida pastoral, a todos los fieles y a todos los habitantes de Gabón, el saludo
afectuoso del Papa. Encomendándoos a la intercesión de la Virgen María, Estrella de
la evangelización, os imparto a vosotros, así como a todos vuestros diocesanos, la
bendición apostólica.