DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE
TOGO EN VISITA "AD LIMINA"
Viernes 22 de junio de 2007
Queridos hermanos en el episcopado:
Me
alegra recibiros mientras realizáis vuestra visita ad limina. Vuestra peregrinación
a las tumbas de los Apóstoles es un signo visible de vuestra comunión con el Sucesor
de Pedro y de los vínculos que unen a vuestras Iglesias particulares con la Iglesia
universal. Agradezco al presidente de la Conferencia episcopal de Togo, monseñor Ambroise
Djoliba, obispo de Sokodé, las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre.
A través de vosotros, dirijo un afectuoso saludo a los sacerdotes, los religiosos,
las religiosas, los seminaristas, los catequistas y todos los fieles laicos de vuestras
diócesis. Ojalá que en todas las circunstancias sean fieles al mandamiento del
Señor: "Amaos los unos a los otros, como yo os he amado" (Jn 13, 34). Transmitid
también a todo el pueblo togolés el saludo cordial del Papa y su ardiente deseo de
que prosiga sin descanso sus esfuerzos por construir una sociedad reconciliada y justa,
donde cada uno pueda vivir con dignidad.
Queridos hermanos, quiero expresaros
mi gratitud por vuestra perseverancia y valentía en medio de las numerosas dificultades
que vuestro país ha afrontado durante los últimos años. En muchas ocasiones habéis
contribuido al diálogo para la reconciliación nacional, recordando a todos las exigencias
del bien común, en fidelidad a la verdad de Dios y del hombre. Pido al Señor que haga
fructificar esos esfuerzos, para que vuestro país conozca una vida próspera en la
concordia y en la fraternidad.
La misma vida eclesial no está exenta de situaciones
preocupantes. Vuestros constantes esfuerzos por favorecer la unidad de vuestra Conferencia
episcopal son el signo de que en toda circunstancia la caridad debe ser cada vez más
fuerte y de que la comunión visible de los discípulos de Cristo es una realidad esencial
que se ha de preservar para que el testimonio de la Iglesia sea creíble.
Desde
esta misma perspectiva, una auténtica fraternidad entre los obispos y los sacerdotes,
así como entre los sacerdotes mismos, es signo de su plena comunión, indispensable
para la fructuosa realización de su ministerio. De este modo, todos estarán en condiciones
de trabajar de verdad por la reconciliación dentro de la Iglesia y entre todos los
togoleses. Que todos los sacerdotes de vuestras diócesis, cuya generosidad conozco,
sean fieles a su vocación, con una entrega total a su misión y en plena comunión
con su obispo (cf. Ecclesia in Africa, 97).
Queridos hermanos en el episcopado,
tenéis la ocasión de asumir vuestro ministerio pastoral participando, según lo que
os compete, en la vida del pueblo que se os ha encomendado. En efecto, "la Iglesia,
como cuerpo organizado dentro de la comunidad y de la nación, tiene el derecho y el
deber de participar plenamente en la edificación de una sociedad justa y pacífica
con todos los medios a su alcance" (Ecclesia in Africa, 107). Alabo en particular
vuestro compromiso en la protección y el respeto de la vida, que habéis tenido ocasión
de expresar muchas veces y, también recientemente, manifestando de modo especial vuestra
oposición al aborto.
Por lo demás, la promoción de la verdad y de la dignidad
del matrimonio, así como la preservación de los valores familiares esenciales deben
figurar entre vuestras principales prioridades. La pastoral familiar es un elemento
esencial para la evangelización, pues permite descubrir a los jóvenes lo que significa
un compromiso único y fiel. Os exhorto, pues, a prestar atención especial a la formación
de las parejas y de las familias. Mediante sus obras sociales y su actividad en el
campo de la salud, donde están comprometidos numerosos religiosos, religiosas y laicos
competentes, la Iglesia manifiesta también la presencia amorosa de Dios a las personas
que sufren o atraviesan necesidades, y contribuye al progreso de la justicia y al
respeto de la dignidad de las personas.
Desde esta misma perspectiva, os animo
a proseguir vuestros esfuerzos para promover las escuelas católicas, que son lugares
de educación integral al servicio de las familias y de la transmisión de la fe. A
pesar de las grandes dificultades que pueden encontrar, su papel es esencial para
permitir a los jóvenes adquirir una sólida formación humana, cultural y religiosa.
Ojalá que los educadores y los profesores sean ellos mismos modelos de vida cristiana
para los jóvenes.
Para lograr instaurar una sociedad plenamente reconciliada,
es primordial recomenzar desde Cristo, el único capaz de conceder definitivamente
esa gracia a los hombres. La obra de evangelización es una necesidad urgente. Aquí
quisiera saludar con afecto en particular a los catequistas que, en vuestro país,
juntamente con los sacerdotes y los demás agentes pastorales, contribuyen eficaz y
generosamente al anuncio de la palabra de Dios a sus hermanos.
Ante los desafíos
que plantea el mundo actual a la misión evangelizadora de la Iglesia, la exhortación
apostólica Ecclesia in Africa sigue siendo una guía valiosa para vuestras diócesis,
pues da la posibilidad de consolidar a los fieles en la fe y ayudarles "a perseverar
en la esperanza que viene de Cristo resucitado, venciendo toda tentación de desánimo"
(n. 7). La inculturación del mensaje evangélico, realizada con fidelidad a la enseñanza
de la Iglesia, contribuye al arraigo efectivo de la fe en vuestro pueblo, permitiéndole
acoger a la persona de Jesucristo en todas las dimensiones de su existencia.
En
efecto, es necesario que los fieles se dejen transformar por la gracia de Dios, que
los hace libres, desterrando de su corazón todo temor, puesto que "no hay temor en
el amor" (1 Jn 4, 18). Respetando las ricas tradiciones que son la expresión viva
del alma de su pueblo, los cristianos deben rechazar con decisión lo que va contra
el mensaje liberador de Cristo y aliena al hombre y a la sociedad.
Por eso,
la formación de los sacerdotes, de las personas consagradas y de los laicos debe ocupar
un lugar privilegiado en la pastoral de vuestras diócesis: "En efecto, nadie puede
conocer realmente las verdades de fe que nunca ha tenido ocasión de aprender, ni puede
realizar obras para las que jamás ha sido educado" (Ecclesia in Africa, 75). La formación
propuesta a los cristianos debe proporcionarles los medios para profundizar la fe,
a fin de que puedan afrontar las situaciones difíciles que se les presentan y transmitir
el contenido de la fe mediante su testimonio de vida, sostenidos por convicciones
personales firmes.
Por otra parte, esa formación también debe ayudar a los
fieles laicos a adquirir competencias que les permitan comprometerse en la vida social,
para trabajar por el bien común. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia
es ahora un instrumento valioso puesto al servicio de la formación de todos, y particularmente
de los laicos. Su compromiso en la vida pública, a través del respeto de la vida,
la promoción de la justicia, la defensa de los derechos humanos y el desarrollo integral
del hombre, es testimonio de Cristo. De este modo, los fieles participan en la construcción
y en el desarrollo de la nación, así como en la tarea de evangelización del mundo.
Por último, quiero señalar la necesidad de proseguir y profundizar las relaciones
cordiales que existen con los musulmanes en vuestro país, pues son indispensables
para la concordia y la armonía entre todos los ciudadanos, así como para la promoción
de los valores comunes a la humanidad. Mediante la formación de personas competentes
en las instituciones eclesiales fundadas para el diálogo interreligioso, favorecéis
un mejor conocimiento mutuo, en la caridad y en la verdad, para una colaboración eficaz
en el campo del desarrollo de las personas y de la sociedad.
Queridos hermanos
en el episcopado, al concluir este encuentro, os invito a proseguir con arrojo y determinación
vuestro ministerio al servicio del pueblo que se os ha encomendado. Que el Señor os
acompañe con su fuerza y su luz. Encomiendo cada una de vuestras diócesis a la intercesión
materna de la Virgen María, y os imparto de todo corazón una afectuosa bendición apostólica
a vosotros, así como a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los seminaristas,
a los catequistas y a todos los fieles laicos de vuestras diócesis.