DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LOS OBISPOS DE BURUNDI EN VISITA "AD LIMINA"
Sábado 28 de mayo de 2005
Queridos hermanos en el episcopado:
Os acojo
con gran alegría a vosotros, pastores de la Iglesia en Burundi, que habéis venido
a Roma en peregrinación para orar ante la tumba de los Apóstoles y para encontraros
con el Sucesor de Pedro y sus colaboradores. Deseo que esta experiencia de comunión
en la caridad os anime en vuestra misión de servidores del Evangelio de Cristo, para
la esperanza del mundo.
Expreso mi agradecimiento a monseñor Jean Ntagwarara,
obispo de Bubanza y presidente de vuestra Conferencia episcopal, por las amables palabras
que acaba de expresar en vuestro nombre. Manifiestan la vitalidad espiritual y misionera
de vuestras comunidades diocesanas, a las que dirijo mi afectuoso saludo, así como
a todos los habitantes de Burundi. Juntamente con vosotros, deseo recordar también
a monseñor Michael A. Courtney, que fue fiel hasta la entrega de su vida a la misión
que el Santo Padre le había confiado al servicio de vuestro querido país y de la Iglesia
local.
En vuestras relaciones quinquenales, mostráis que la Iglesia católica
participa activamente en la promoción de la paz y de la reconciliación en el país,
especialmente en este período de elecciones. Los sufrimientos soportados con ocasión
de las horas sombrías de la guerra, durante las cuales -es preciso repetirlo- numerosos
cristianos testimoniaron de manera heroica su fe, no han apagado el deseo de trabajar
en favor de la fraternidad y de la unidad entre todos, siguiendo a Cristo y en su
nombre. Espero que el plan de acción pastoral elaborado con este fin, así como los
sínodos diocesanos que lo pondrán por obra localmente, contribuyan a anunciar el Evangelio,
a sanar los recuerdos y los corazones, y a favorecer la solidaridad entre todos los
habitantes de Burundi, renunciando al espíritu de venganza y al resentimiento, e invitando
sin cesar al perdón y a la reconciliación.
Este año celebramos el décimo aniversario
de la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa, promulgada por mi predecesor
el Papa Juan Pablo II. Ojalá que siga siendo la carta de vuestro compromiso en la
misión que se os ha confiado, en comunión con las demás Iglesias locales. Os animo
en especial a prestar una atención renovada a todos los fieles, para que vivan cada
vez más intensamente las exigencias de su bautismo. Muchos sufren una gran pobreza
y una inquietud interior, y sienten la tentación de volver a prácticas antiguas no
purificadas por el Espíritu del Señor o de dirigirse a las sectas. Preocupaos por
ellos, proporcionándoles una sólida formación cristiana, sin descuidar los esfuerzos
de inculturación, sobre todo en el campo de la traducción de la Biblia y de los textos
del Magisterio. Esto permitirá "asimilar cada vez mejor el mensaje evangélico, permaneciendo
fieles a todos los valores africanos auténticos" (Ecclesia in Africa, 78).
Al
concluir nuestro encuentro, queridos hermanos en el episcopado, aprovecho la ocasión
para dar gracias por los esfuerzos apostólicos realizados, a menudo en condiciones
difíciles, por los sacerdotes, los religiosos y las religiosas de vuestras diócesis,
autóctonos o provenientes de otros países. No olvido a los catequistas, valiosos auxiliares
del apostolado, ni tampoco a todos los fieles que participan en el desarrollo del
hombre y de la sociedad, en el ámbito de las obras de la Iglesia para la promoción
social y para el servicio en el mundo de la educación y de la sanidad. Invocando
sobre todos vosotros, así como sobre vuestros diocesanos, el Espíritu que fortalece
en la fe, reaviva la esperanza y sostiene la caridad, os imparto de buen grado una
afectuosa bendición apostólica.