2009-10-16 10:09:46

Resumen de la Relación presentada por el R. P. Edouard TSIMBA, Superior General de la Congregación del Corazón Inmaculado de María


Rev.do P. Edouard TSIMBA, C.I.C.M., Superior General de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (Misioneros de Scheut) (UNIÓN DE LOS SUPERIORES GENERALES)

La búsqueda de la verdad es una condición indispensable de la reconciliación.
Continente de tantos recursos y objeto de tanta codicia, África debe también aportar su parte al resto del mundo.
¿Es posible hablar de paz a un pueblo hambriento? Pero, ¿Debe la pobreza excusar el encarnizamiento de unos y otros en los actos de barbarie?
Hablar de reconciliación quiere decir hablar de la misericordia de Dios. Sólo una persona reconciliada con Dios, vive en la paz y es capaz de aportar la paz. Es, por tanto, necesario, recordar el gran valor del sacramento de la reconciliación y, por consiguiente, la seriedad y el tiempo que los agentes (entre ellos los sacerdotes) tienen que emplear en este asunto, consagrándole todo el tiempo y la preparación necesarios, tanto para la confesión personal como para las celebraciones comunitarias.
Cristo permanece como la fuente de reconciliación y de justicia. Partir de Él, en la oración y la fuerza de Su Palabra. Deberíamos, para empezar, formar a los laicos, hombres y mujeres, como agentes de reconciliación.
Además de los fundamentos bíblicos, utilizar los fundamentos de las tradiciones africanas que se encuentran en los proverbios y sentencias. A pesar de todo lo que pasa en África, no hay que desesperar. Muchas cosas buenas ocurren también y merecen la atención del mundo. La vida y el testimonio de numerosos cristianos, llegando a veces hasta el martirio, merecen un recuerdo y son la fuente que refuerza la fe. La vida y el ejemplo de los agentes de la Iglesia, sin distinción, es de gran importancia en el ámbito de la reconciliación. En efecto, para los cristianos, es en la esperanza donde somos salvados (Spe salvi).
Hay que suscitar la colaboración tanto de los hombres como de las mujeres tomando en cuenta sus logros, tanto en la Iglesia como en la sociedad.
Que todos los cristianos, cada unos según su ministerio, estén orgullosos de serlo y de mostrarlo en sus vidas. Así, nuestra Iglesia se trasnformará en una comunidad de alegría y de fiesta y cumplirá su misión profética. La santidad es un llamado a todos y todas y merece un lugar importante en el texto.







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