Intervención do Sr. Kpakile FÉLÉMOU, Director del Centro DREAM, Conakry (GUINEA),
Oyente
Sr. Kpakile FÉLÉMOU, Director del Centro DREAM, Conakry (GUINEA)
En
el Evangelio de Mateo, capítulo 25, el Señor se reconoce en los pobres. En el de Juan
dice: “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de
mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5).
He aquí las dimensiones de la Comunidad
de San Egidio: Permanecer en Cristo y amar a los pobres y abrirse al pueblo, al mundo.
En cerca de treinta países africanos, nuestras Comunidades viven al ritmo de la oración,
de los pobres: San Egidio es un amigo cierto, un socorro fiel de todos: prisioneros,
niños huérfanos, niños de la calle, extranjeros, enfermos, afectados por el SIDA y
sus familias, refugiados y una larga lista. Tenemos el servicio por la paz, a beneficio
de todos, ricos o pobres, muy conocido hoy después, de los Acuerdos de Paz de Mozambique
firmados en 1992, gracias a la mediación de la Comunidad y del gobierno Italiano.
Las Universidades en Guinea, en Costa de Marfil, en Camerún, etc... son los nuevos
areópagos en los que hemos propuesto frecuentemente el Evangelio. Nuestra experiencia
como Movimiento, nos ha hecho comprender hasta qué punto son numerosas las preguntas
dirigidas a la Iglesia en África, pero también hasta qué punto son inspiradas por
el Espíritu. Es hermoso ver que los laicos africanos se comprometen en la oración
y por los pobres. En los Movimientos, los africanos se liberan del espíritu victimista,
de la resignación y del temor inútil de las prácticas ocultas, tan extendidas en nuestro
continente.
Los Movimientos, son frecuentemente un puente entre África y el
norte del mundo, generan laicos capaces de romper distancias. En conclusión:
-
Nos parece que el Sínodo es la ocasión oportuna para alentar los Movimientos de los
laicos, para adaptarse mejor y recuperar a los jóvenes sin fe y responder a las necesidades
de fe y espiritualidad de su estado anímico, de amistad eficaz, que se refiera a los
problemas que viven.
- Los jóvenes, tan a menudo desarraigados, desean una
vida digna. Buscan un futuro mejor y hacen todo lo posible por amar su país. Servir
a los pobres, para ellos, es también una liberación de la dictadura del materialismo
práctico que amenaza sus vidas. Aquí, el encuentro con los musulmanes es concreto
y menos tenso. Los Obispos del norte y los de África tienen que hacerse más amigos,
tener más confianza, separar su mirada de la historia.
- Los Obispos de África
deberían aferrarse a este Sínodo para poner fin en África a las prórrogas de los mandatos
presidenciales que han expirado o en vías de hacerlo. Y ello bajo todas las formas
posibles de presentación.
Igualmente, restringir completamente las “ligas”
del poder centralizador de la primogenitura. El África que sufre, y el mundo entero
indignado os aplaudirán y apoyarán. Corremos un gran riesgo en estos diez últimos
años, ya que en el futuro la sociedad africana tendrá nuevos rebeldes, consecuencia
de los mandatos presidenciales que han sido prorrogados.