2009-10-15 18:30:00

Intervención do Sr. Augustine OKAFOR, Especialista en administración del gobierno (NIGERIA), Oyente


Sr. Augustine OKAFOR, Especialista en administración del gobierno (NIGERIA)



La edición 2007/2008 del Informe sobre desarrollo humano, publicado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, hace ver cómo todos los países de África subsahariana, con excepción de tres, entran en la categoría de países menos desarrollados del mundo. Los datos y las estadísticas sobre la pobreza muestran que ella está empeorando en la mayor parte de los países africanos.

Estoy firmemente convencido de que los gobiernos de todos los países, sobre todo de África, tienen como primera responsabilidad sacar a sus ciudadanos de una pobreza degradante y gobernar para un desarrollo humano sostenible. En la encíclica Populorum Progtressio, Pablo VI articuló su visión del desarrollo poniendo como objetivo el de sacar a los pueblos antes que nada del hambre, de la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo. Se sugiere además que el estado dirija las propias energías y recursos a mejorar consistentemente el ámbito de la educación, de la seguridad alimentaria, del desarrollo de las infraestructuras sociales y materiales, de la igualdad de sexos, de la promoción de las capacidades dentro de las comunidades más desfavorecidas. Con respecto a este punto, debemos subrayar la promoción a la participación activa de la sociedad civil no solamente en el gobierno sino también en todos los ámbitos del desarrollo humano y social.

La pregunta que surge de lo apenas expuesto es: ¿ Cuál es el papel de la Iglesia frente a los desafíos del desarrollo para nuestros países africanos?”. El Santo Padre Benedicto XVI abordó este tema con detenimiento en la encíclica “Caritas in Veritate”. Antes que nada ha reconocido la exigencia de cultivar “nuevas formas de compromiso capaces de afrontar los desafíos del mundo actual”. La Iglesia forma parte de la sociedad y debe demostrar una mayor participación en el programa de desarrollo humano y social del Estado.

Puede desarrollar esta tarea a través de un mecanismo institucionalizado para poder canalizar su participación su interés en la formulación y en el llevar a cabo políticas y programas públicos. Debe también desarrollar estructuras para facilitar y promover el dialogo, la colaboración y el contacto regular con el gobierno y sus entes. La Iglesia en África debe hacer crecer su visibilidad como la voz de los que no tienen voz y de los miembros menos favorecidos de la sociedad. Se debe sensibilizar a los fieles laicos e incluirlos en esta tarea Iglesia-Estado. Permitanme citar finalmente las palabras recordadas por el Santo Padre en Caritas in Veritate “ Pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”.








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