Intervención do Sr. Augustine OKAFOR, Especialista en administración del gobierno
(NIGERIA), Oyente
Sr. Augustine OKAFOR, Especialista en administración del gobierno (NIGERIA)
La
edición 2007/2008 del Informe sobre desarrollo humano, publicado por el Programa de
Desarrollo de las Naciones Unidas, hace ver cómo todos los países de África subsahariana,
con excepción de tres, entran en la categoría de países menos desarrollados del mundo.
Los datos y las estadísticas sobre la pobreza muestran que ella está empeorando en
la mayor parte de los países africanos.
Estoy firmemente convencido de que
los gobiernos de todos los países, sobre todo de África, tienen como primera responsabilidad
sacar a sus ciudadanos de una pobreza degradante y gobernar para un desarrollo humano
sostenible. En la encíclica Populorum Progtressio, Pablo VI articuló su visión del
desarrollo poniendo como objetivo el de sacar a los pueblos antes que nada del hambre,
de la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo. Se sugiere además que
el estado dirija las propias energías y recursos a mejorar consistentemente el ámbito
de la educación, de la seguridad alimentaria, del desarrollo de las infraestructuras
sociales y materiales, de la igualdad de sexos, de la promoción de las capacidades
dentro de las comunidades más desfavorecidas. Con respecto a este punto, debemos subrayar
la promoción a la participación activa de la sociedad civil no solamente en el gobierno
sino también en todos los ámbitos del desarrollo humano y social.
La pregunta
que surge de lo apenas expuesto es: ¿ Cuál es el papel de la Iglesia frente a los
desafíos del desarrollo para nuestros países africanos?”. El Santo Padre Benedicto
XVI abordó este tema con detenimiento en la encíclica “Caritas in Veritate”. Antes
que nada ha reconocido la exigencia de cultivar “nuevas formas de compromiso capaces
de afrontar los desafíos del mundo actual”. La Iglesia forma parte de la sociedad
y debe demostrar una mayor participación en el programa de desarrollo humano y social
del Estado.
Puede desarrollar esta tarea a través de un mecanismo institucionalizado
para poder canalizar su participación su interés en la formulación y en el llevar
a cabo políticas y programas públicos. Debe también desarrollar estructuras para facilitar
y promover el dialogo, la colaboración y el contacto regular con el gobierno y sus
entes. La Iglesia en África debe hacer crecer su visibilidad como la voz de los que
no tienen voz y de los miembros menos favorecidos de la sociedad. Se debe sensibilizar
a los fieles laicos e incluirlos en esta tarea Iglesia-Estado. Permitanme citar finalmente
las palabras recordadas por el Santo Padre en Caritas in Veritate “ Pues el hombre
es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”.