Intervención de Mons. Mathieu MADEGA, Obispo de Port-Gentil (GABÓN)
S. E. R. Mons. Mathieu MADEGA, Obispo de Port-Gentil (GABÓN)
Intervención consignada
por escrito, pero no leída en el Aula.
Hablamos de la Familia “de”
Dios, ya sea como género ya sea como especie. Decir Familia de Dios es especificar
la familia que es de Dios, es decir, “de Deo”, “ex Deo”, incluso “cum, in, per, propter,
secundum Deum”: es decir, Dios como origen, Padre y fin. El Instrumentum Laboris (88)
declara que la paternidad divina es el fundamento de la imagen Iglesia-Familia de
Dios. Paternidad-Maternidad de Dios, filiación y hermandad divinas de los hombres.
“Divinizados”, somos por tanto “dioses”, es decir, consanguíneos divinos de manera
“sacramental”, por lo que poseemos una hermandad “divina”, que de ahora en adelante
debe superar todas las demás hermandades, porque ha sido sellada en y con el pacto
de sangre del Cordero de Dios. Ser de la Iglesia-Familia de Dios significa, así pues,
llevar en sí, en cualquier lugar, ahora y siempre, la identidad divina. La reconciliación,
ad intra, entre hijos de Dios, se convierte en sinónimo de amor divino, una “casi
- pericoresis” en la Familia misma. Y cuando esta reconciliación se ha efectuado y
se ha mantenido ad intra, se prolonga de forma natural ad extra para ser “sal de la
tierra” y “luz del mundo”. Dado que la consanguinidad limitadamente humana siempre
será inferior a la consanguinidad divina, entonces se comprende el por qué de la “revolución
sinodal” deseada y que, siguiendo los Colosenses 3,11, formulamos así: “¡En la Familia
de Dios ya no hay ni mujer ni hombre, ni autóctono ni inmigrante, ni rico ni pobre,
ni explotador ni explotado, ni fabricante de armas ni vendedor, ni comprador ni utilizador
de armas contra el hombre, porque es verdadero hijo de Dios y verdadero hermano y
hermana!”