Intervención da Sra. Rose BUSINGYE, Fundadora y Presidenta del Meeting Point International,
Kampala (UGANDA), Oyente
Sra. Rose BUSINGYE, Fundadora y Presidenta del Meeting Point International, Kampala
(UGANDA)
La fe debe penetrar los estratos más profundos de lo humano,
debe llegar allí donde se forman los criterios de percepción de las cosas y en aquello
que se considera profano y transformarlo en un bien para todos.
Hay un punto
de partida cuyo inicio está en el gesto de Dios. Si el hombre cree, es ese el camino
para que pueda reconocerse y vivir esta pertenencia, esta cercanía a Dios, obedeciendo
a su compañía, la Iglesia, y así llegar a la felicidad, a la justicia y a la paz para
sí mismo y para los demás. Un hombre que sabe de dónde viene y adónde va. De la fe
nace un criterio nuevo para relacionarse con las cosas, con los hijos, con la escuela,
con la política, el ambiente.
Para construir justicia, reconciliación y paz,
no podemos no partir del construir lo humano, del ayudar al hombre a que sea él mismo,
a que sea hombre; no partir de un detalle, sino de su totalidad. El hombre “es” deseo
de justicia, de paz, de reconciliación. El Sínodo es para mí la oportunidad de descubrir
el significado de estas palabras, es decir, el significado de la vida y de todos los
problemas que hay en África y en el mundo entero. El Sínodo es para mí una provocación
para descubrir la plena dignidad de la vida humana.
Sin la conciencia de nuestra
humanidad no podemos ayudarnos a nosotros mismos y mucho menos dar una ayuda real
a los demás. En vez de ayudar a los demás y a nosotros mismos, seguiremos lamentándonos,
seguiremos ofreciendo solamente la compasión y, con tal de responder algo, les engañamos.
Si
uno mismo interioriza el significado en sí y el valor de la vida humana, se trata
bien a sí mismo y trata bien a los demás, tiene las razones adecuadas para cambiar
de vida y se vuelve un modelo de cambio para todos, como lo fueron los monjes benedictinos
que construyeron la civilización europea. Pero cuando también ellos cedieron en la
fe, entró el dualismo y la división que llevan a la destrucción y al caos.
Desde
la fe he visto nacer un pueblo nuevo, un pueblo cambiado. En Uganda, un grupo de personas
muy pobres y enfermas de sida viven partiendo piedras para después venderlas a los
constructores, y comen una sola vez al día. Cuando supieron del tsunami y del huracán
Katrina en Estados Unidos, les pedimos que vinieran a rezar por las víctimas y ellos
nos dijeron: “Sabemos lo que quiere decir vivir sin una casa, sin comer. Si pertenecen
a Dios, también nos pertenecen a nosotros”. Se organizaron formando grupos para partir
piedras y al final recogieron dos mil dólares que fueron enviados a la embajada de
Estados Unidos. Y este año, después del terremoto de L’Aquila dijeron “Son italianos,
el país del Papa; son nuestros amigos, es más, son nuestra tribu” y recolectaron y
enviaron dos mil euros. Los periodistas se escandalizaron: vinieron a ver si esta
gente era verdaderamente pobre. En su opinión no era justo: cuando uno hace un acto
de caridad da lo que le sobra, no lo que necesita. Una mujer enferma les dijo: “El
corazón del hombre es internacional, no conoce razas, ni colores, y se conmueve”.